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Mensaje de Mayo 22 del 2005
El Destino del Discípulo
Lectura Bíblica: Mateo 10:17-23
Introducción
El hombre siempre vive intrigado acerca de su destino. ¿Qué es lo que la vida me depara en el futuro? Quizás sea la pregunta mas popular para aquellos que tienen curiosidad de lo porvenir. Otros, quizás, se resignan a vivir día a día, sin pedir mucho del futuro o sin ningún interés por el día de mañana. No es que nos afanemos por el día de mañana, sino que ponemos nuestras vidas en perspectiva para ser más eficaces y cumplir con lo que se nos ha sido encomendado. Aunque no podemos a ciencia cierta saber nuestro futuro, el discípulo de Cristo conoce su destino a través de las Sagradas Escrituras.
El pasaje que respalda este mensaje, presenta situaciones y acontecimientos en el cual el discípulo ha de ser expuesto. Estas declaraciones nos condiciona a expectativas fuera de lo común en nuestro diario vivir. Nos expone a apreciar el poder y la sabiduría de Dios en acción. Porque el Señor se ha de manifestar en una forma maravillosa cuando estemos expuestos a situaciones donde nuestras fuerzas o conocimientos sean insuficientes delante del reto que hemos de afrontar.
El discípulo testifica públicamente (versículos 17-18)
La lectura previene al discípulo del peligro que lo amenaza: «guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán». La señal de advertencia no es para que evite al discípulo a testificar. El discípulo ha de testificar con denuedo, pero sepa que ha de haber personas que estarán al acecho para aprenderlo y entregarlo a las autoridades y así callar el mensaje de salvación. Los enemigos del evangelio harán todo lo posible para obstruir el avance de la Palabra de Dios. Acordémonos de las palabras de Jesús cuando exhortando a Sus discípulos les decía que «el discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor» (Mateo 10:24). Si Jesús sufrió persecuciones y fue llevado delante de los gobernadores para ser juzgado y condenado, también Sus discípulos han de sufrir persecuciones experimentando el destino de su Señor.
El Libro de Hechos nos da un recuento de cómo los primeros discípulos fueron perseguidos por exponer el evangelio de salvación. Un ejemplo que acontecía en esos tiempos, nos relata Hechos 5:17-32, adonde nos narra Lucas de como los Apóstoles fueron encarcelados por los doctores de la ley queriéndolos intimidar para que no enseñasen en el Nombre de Jesús. Pero los seguidores de Cristo tenían un llamado sublime y sabían que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (versículo 29b). Además, confirmaban la presencia del Espíritu Santo en sus vidas que los armaba de valor para testificar. Hoy en día el discípulo recibe poder del Espíritu Santo.
El discípulo recibe poder del Espíritu Santo (versículos 19-20)
Desde el nuevo nacimiento, el creyente recibe la presencia del Espíritu de Dios en sus vidas. Este nos da el poder para testificar acerca de las cosas de Dios. Hechos 1:8 dice: «pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra». Esto es el cumplimiento de la promesa de Dios que ahora viene a tomar parte del destino del discípulo. No es una opción. Todo aquel que recibe a Cristo en su corazón es investido de poder desde lo alto cuando desciende en él, el Espíritu. Puede guardarse el derecho de usarlo o no usarlo, pero el Espíritu de Dios esta presente desde la conversión del nuevo creyente. Las Escrituras nos indica que «él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Juan 16:13). La revelación de la verdad viene al creyente cuando se sumerge en el estudio de la Palabra de Dios. El Espíritu da la interpretación, el entendimiento y el mensaje que quiere impartir al creyente. Todos debemos buscar el crecer en el conocimiento de Dios y la única forma es de poner tiempo en Su Palabra. Haciendo esto, el Espíritu Santo nos dará a conocer la verdad que proviene de nuestro Padre Celestial.
Nos hemos de enfrentar a situaciones en las cuales el Espíritu Santo ha de hablar por nosotros. El pasaje nos dice que tendremos oportunidad de testificar a personas del gobierno, de la realeza y altos dignatarios que ocupan posición de liderazgo. Pero de acuerdo a la circunstancia y la brevedad del tiempo, se nos ha de dar qué decir en el momento oportuno. Esto no significa que no hemos de prepararnos en el tiempo disponible para la defensa y presentación del evangelio. Habrán algunos que tomarán este pasaje por sí mismo y no harán provisión en lo que concierne la preparación de mensajes evangelísticos o sermones.
El discípulo persevera hasta el fin (versículos 21-23)
El destino del discípulo es de perseverar hasta el fin, sin recalcar en el costo. Estamos bajo la mano Poderosa de Dios y si hemos de ser entregados o perseguidos, considerémonos dignos de padecer en el Nombre de Cristo. En el mensaje del Sermón del Monte, Jesús dijo: «bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo» (Mateo 5:11). Bendecido es el creyente cuando es identificado con la causa de Cristo. El testimonio de la persona que ama al Señor habla más alto que las palabras mismas. Por esto, el discípulo fiel ha de ser injuriado, calumniado, aborrecido, entregado a muerte si fuera posible porque su posición de justicia condena a los que se deleitan en el pecado. Su digno caminar con el Señor acusa la conciencia de aquellos que han escogido el camino del mal.
No es nada nuevo en el destino del siervo de Dios que sufra penalidades de parte de los enemigos del evangelio. Tomamos como ejemplo el sacrificio de los profetas que en otros tiempos sufrieron aflicciones por hablar de parte de Dios. Así han transcurrido más de 2,000 años y la reacción de parte de los impíos es la misma. Por tanto, el justo ha de perseverar en el camino de la piedad, de la misericordia y del amor. El pasaje nos alienta a que no nos cansemos y anhelemos llegar hasta el fin a donde veremos la salvación consumada. La Palabra de Dios nos dice en Apocalipsis 3:11 «he aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona».
Conclusión
Presentémonos delante del Señor en plena certeza que Él nos ha de llevar hasta el fin de los tiempos. Teniendo en cuenta que como discípulos de Cristo hemos de testificar públicamente, con el poder que recibimos del Espíritu Santo. Siempre perseverando en las cosas de Dios aunque seamos amenazados con vituperios o persecuciones. Al final, hemos de recibir la corona incorruptible de gloria en mano del Príncipe de los Pastores, Cristo Jesús Señor nuestro. Amén.
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