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Hola, soy la minifalda!


Hola, soy la minifalda. Nací alrededor del año 1960, mi mamá fue Mary Quant; mi género se extendió rápidamente por todo el orbe, pero yo me considero especial. Pues ante todo quiero dejar aclarado que no soy una minifalda común y corriente; soy una minifalda cristiana. Concurro puntualmente a misa todos los domingos. Pero tampoco soy la única minifalda cristiana en la ciudad; tengo otras compañeras que también van a la iglesia, como yo.
Aunque estamos hechas de una gran variedad de colores y texturas, mis compañeras y yo tenemos algo que nos llena de orgullo; el modo que tenemos de hacer que nuestras dueñas luzcan sus atractivos muslos, especialmente cuando cruzan sus piernas. Claro, aunque esa sea la única forma de sentarse cuando estamos a la vista.
También tenemos una misión moral muy especial; hacemos que nuestras dueñas sientan algo de pudor; si no me equivoco, esto es así porque cuando mi dueña me lleva puesta, no deja de tironearme hacia abajo, para que yo no trepe hacia sus caderas.
Aunque no soy una experta en la naturaleza humana, también noto que tengo la habilidad de atraer una buena cantidad de miradas masculinas (de jóvenes y no tanto) Aún en la Iglesia!! Al principio, creí que me miraban a mí, que admiraban mi diseño, mi calidad; pero luego, escuchando el sermón dominical (sí, mi dueña y yo escuchamos atentamente), el sacerdote dijo que yo no era "precisamente" el centro de atención, sino que miraban "tu-ya-sabes-qué". También me empecé a sentir incómoda, cuando dijo que había vestidos más bonitos que yo, y que mi existencia contribuía a que el hombre "adulterara en su corazón", "mirando a la mujer con malos deseos", tal como lo dijo Nuestro Señor. También nombró como "perdición de la carne" en pleno Templo de Dios, a otros amigos míos que también estaban presentes en el templo: los shorts o bermudas a medio muslo. Y por último, que si nuestra dueña nos usaba, a nadie podría convencer que su cuerpo era Templo del Espíritu Santo.
No sé si me hirió el sacerdote con sus palabras; más bien creo que me hirió LA VERDAD; no lo pude soportar más, y apuré a mi dueña para que saliéramos corriendo de allí. Mis otras compañeras también hicieron lo mismo.
Creo que ya no me siento tan orgullosa de mí misma.