Lo primero que debes hacer es no dejarte engañar. Ella podría haber sido la mujer de tu vida. Observa un momento: las cejas hacen un arco casi perfecto protegiendo los ojos, la mirada es ambigua, hay cierto aire de superioridad pero también de inquietud; los labios son delgados, finos y hacen una curva graciosa, casi infantil. El cabello es lacio y cae más allá de los hombros aunque sin llegar a la altura de los senos. El cuerpo parece interesante, quizás la cintura no sea muy pronunciada pero se dibujan unos muslos suaves y firmes que conducen a unas piernas largas, flexibles. Pero ya te dije, no te dejes engañar, es el reino de las apariencias y en cualquier momento ella te dirá: "Yo te deseo/pero deseo también las cosas que aún desconozco". Tienes razón, Liz.
Pero lo importante es la voz, y lo que esa voz trató de decir. Cuando en 1993 Exile in Guyville fue elegido por Village Voice y Spin como el disco del año debo confesar que la curiosidad me atrapó (así es uno de snob a veces), sobre todo cuando en una misma canción Liz decía "I wanna be your blowjob queen" (quiero ser tu reina chupapinga) y "I want to fuck you till your dick is blue" (quiero tirarte hasta que tu pinga se vuelva azul) con una voz de niña que quería conocerlo, y saberlo, todo. Bueno, debo confesar que no sólo estaba curioso.
Inquieto
(y, ejem, arriola) por los fuck you de los cuales decían que el Exile
estaba lleno, decidí
encargarle a una amiga el disco. No me impresionó. Me pareció
un disco burguesito, trivial, doméstico; perfecto para chibolas que
se pintan los labios, se ponen tops, van al Mamut y tienen novios con carro
y que ven mucho MTV y que se alucinan las liberadas. Recuerdo que era la época
de las PJ Harvey, las Courtney
Love y las Riot Grrrls y este humilde
escritor fanzinero estaba fascinado con el erotismo arrecho y los sobacos
peludos de estas pankukas, y por supuesto soñaba con encontrarse con
alguna de sus equivalentes resinosa-posera-alternativa-pastrula que apareciera
en alguno de los antros que frecuentaba y lo salvara de la miseria, rescatara
del infierno y el aburrimiento, y matara de amor (o de unos cuantos mameys
al menos).
Escribe:
Alfredo Villar
Interzona 4, Marzo 1999