Una de las cosas que no alcanzo a descifrar hasta ahora es la razón que ha impedido a esta estupenda banda chilena alcanzar, como lo merecían, su consagración continental. Digo esto porque su increíble álbum Viajar (1996) tenía todas las de ganar: estupendo material, una producción detrás suyo que los respaldaba, el interés de la discográfica...¿qué pudo haber faltado?, no sé, quizás una mayor promoción fuera de Chile, una apropiada visión de mercado, una mejor empresa de management, vaya uno a saber. Pero no se confundan, no estoy hablando de fracaso comercial, vamos, de ninguna manera. En su país, Lucybell son figuras de gran popularidad (Peces y Viajar fueron discos de platino) y sus giras (2 en México, 1 en USA y su participación en el ¨Rock al Parque¨ en Colombia) han permitido que su nombre en Latinoamérica se posicione lo suficiente como para haber animado a Miles Copeland (capo de IRS y hermano de Stewart) a convocarlos personalmente para Outlandos D´Americas, el tributo de bandas y artistas latinos a The Police, en el que aparecen interpretando de forma genial ¨Invisible Sun¨ (¨Sol invisible¨ en su nueva versión) con mezcla de -nada menos que- Robin Guthrie de Cocteau Twins. No está mal definitivamente, pero Lucybell no son un grupo cualquiera. Ya desde su primer disco Peces (1995) se perfilaba como una agrupación excelente, capaz de llegar a lo más alto. A lo que me refiero es que merecían mucho más.
Inteligentemente, entonces, el cuarteto ha decidido tomar el toro por las astas, dar el siguiente paso hacia adelante y seguir creciendo. Han dejado a Mario Breuer (productor de sus dos primeros albumes) sin chamba y han afrontado el reto de producirse ellos mismos su nuevo disco, Lucybell (1998). El proceso para su concepción es algo que han estado postergando por más de dos años. Según han declarado sus miembros, los continuos conciertos y la necesidad de tomar distancia entre ellos son los factores que fueron determinando tal situación. No fue fácil retomar la dinámica compositiva de la banda, estuvieron casi un par de meses con la inspiración en cero ultimando los detalles del montaje de su propio estudio. La presión de tener ya un nuevo disco jugaba en contra. Lo de la auto-producción también fue un aspecto que les trajo varios problemas, pues el hecho de que las decisiones al respecto (elección de tomas, mezcla) se tomasen en conjunto complicó mucho el proceso. Superado todo esto, y tras un trabajo de aproximadamente cinco meses, los resultados son definitivamente auspiciosos. Canciones como ¨Flotar es caer¨ así lo demuestran. Hay mucho más nervio que en sus álbumes previos y en las guitarras aparece impresa una mayor dureza. A diferencia de Viajar (un disco en el que predominaban los temas lentos) los tiempos están aquí mucho mejor dosificados. Claudio (Valenzuela) sigue cantando estupendamente y sus textos se hacen (por lo menos aquí) más comprensibles. El tema en cuestión parece abordar el suicidio y la angustia que precede a tan fatal decisión (¨Si veo rodar la vida / tan sólo esperando / su estúpida detención / si creo que la única forma / de flotar es caer / entiende fue sólo estupidez"). El video retrata muy bien la figura, mostrando a una chica que huye espantada de la cámara, acorralada, como sin salida. ¨Caballos de Histeria¨, con una maravillosa introducción de teclados digna de los Clan Of Xymox de Medusa, es lo más intenso que aquí puede escucharse. Gabriel Vigliensoni empuña la guitarra con mucha fuerza, y hasta parece una encarnación del McGeoch etapa Banshees. Literalmente aplastante, musicalmente fascinante. Esta y la modernosa ¨Soy sólo un adicto¨, post-punk eficazmente reciclado con nuevo y mejor acabado, son dos de las primeras piezas compuestas por el grupo, han sido rescatadas de las sesiones de Peces y vueltas a grabar nuevamente. ¨Rojo eterno¨ muestra guitarreos ácidos que enmarcan líneas de gran profundidad. ¨Mirate en mí¨ es una muestra de la distensión-tensión a la que se ha referido el bajista Marcelo Muñoz al definir el disco, estrofas encantadoras y coros sulfurosos saturados de calor y emoción que conviven sin problemas. El lado más íntimo viene con la minimalista ¨Intento no marearme¨ (en la que destaca más bien su ruidoso y caótico final), la poco accesible ¨Dame Calma¨ y el acusticismo descarnado de ¨En mil años¨. El principio de ¨Sembrando en el mar¨ muestra a unos Lucybell más volátiles, pero sólo por instantes, la fiereza de las guitarras hacen que el grupo pise tierra. Hacia el final el grupo te deja boquiabierto con ¨No naceré¨ , dominada por guitarras tráshicas en un detalle que interpreto como un intento de adoptar nuevos aires. ¿Lo consiguen? Pues, diría que sí.
No me importa si este disco tiene el éxito descollante que (como los dos anteriores) el grupo merece como si no lo tiene. En un tiempo en que varios grupos latinos no consiguen superar o por lo menos equiparar sus propios picos de creatividad, el caso de Lucybell es para darnos una palmada de esperanza pues, como dije, artísticamente continúan creciendo y ése es su gran mérito. Es lo único que debe interesarnos.
Escribe: Carlos Quinto
Interzona 4, Marzo 1999