Que no te confunda su rostro matusalénico; ese bonachón viejito barbudo es el genial gestor del pop-para-sueño-profundo de "Heaps of Sheep", el mago que nos conduce por impresionistas acuarelas de lírico jazz marino, con sus teclados tristes y su voz quebradiza y delicada. Este gran bristoliano (y van...), nacido un 28 de Enero de 1945, suele asociarse a dos estereotipos que no hacen justicia suficiente a la grandeza de su obra: uno, que cantó y tocó batería con The Soft Machine, el cuarteto canterburyano de dúctil y a veces recomplicado rock progresivo / jazzero / psicodélico - Hendrix, a quien acompañaron en alguna gira gringa, los adoraba-; el otro, que es un militante de izquierda, alguna vez afiliado al Partido Comunista Inglés.

No ir más allá de este cliché lamentablemente les impedirá apreciar apreciar en su verdadera dimensión su calidad de músico. Con The Soft Machine (nombre prestado -con permiso del propio autor- de una novela de William S. Burroughs) el hombre se despachó durante cinco años explorando las posibilidades de un rock vanguardista que incorporara una sensibilidad jazzística (se le conocía por la pericia vocal con que reproducía al detalle solos de Charlie Parker; más tarde explotaría con éxito las bondades de esta técnica). Lastimosamente, los Softs deseaban experimentar más de lo que Wyatt, poco dado a las solemnidades del progresivismo, podría soportar y, luego de la grabación de Soft Machine IV (disco instrumental, de 1971, previsiblemente repleto de las insufribles matemáticas sónicas del free jazz, tan complicado que uno parecería necesitar un PhD para encarar su escucha), decidió sabiamente seguir por su cuenta. Ya en 1970 había registrado en plan solista el jazzístico The end of an ear y dos años más tarde iniciaría una breve pero interesante carrera con Matching Mole (juego de palabras -a los que Wyatt es más que afecto- que imita la traducción al francés de la frase "Soft Machine"), cuarteto más abierto a otros colores estilísticos y con una saludable disposición a trascender las convenciones del prog-rock. Dos discos, gemas como "Gloria Gloom" o "God song", contribuciones de Eno y Robert Fripp, un feeling aventurero y despojado de academicismo experimental, pasajes de extraordinaria creatividad y una carátula para la historia universal del disparate (los cuatro músicos con indumentaria revolucionaria, armas en ristre, esgrimiendo cual detente el librito rojo de Mao; nadie esperaba en ese entonces que Wyatt más tarde abrazaría con convicción e integridad el rollo marxista): éste es el saldo de la breve existencia discográfica de la banda.

Una temporada en soledad, en Venecia, fue el pretexto para iniciar la composición de nuevo material. Creadas con la sola ayuda de un modesto teclado, estas canciones se basarían más en la voz de Wyatt que en acrobacias arreglísticas. Eran cinco las que ya tenía más o menos definidas para lo que, después de impensadas y terribles complicaciones, resultó siendo una obra maestra...

En los 70s.

Escribe: Marco Rivera

Interzona 4, Marzo 1999

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