PÁGINA DE JORGE DE LA TORRE


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CONFESIÓNES DE UNA BEATA

- Acúseme Padre, - decía
una beata al confesarse -
que mi marido me coge
solamente al acostarse.

- Y en la mañana, hija mía? - Por la mañana . . . nadita;
tengo que hacerme la puñeta
frotándome la pepita.

- Pues la puñeta es pecado.

- Es posible, señor Cura?

- Como te digo, hija mía,
dejar el vicio procura.

- Pero como hacer
para mis ansias calmar?
me asaltan con tanta furia
que no las puedo aguantar.

- Repito que la puñeta
es un pecado, hija mía,
mas, vente de mañanita,
te espero en la sacristía.

Allí te daré un remedio
que te calme sin pecar.

- Muchas gracias, señor Cura,
- le prometo no faltar.

Y al templo se fue la beata,
a la siguiente mañana,
y al fraile ya la esperaba
luciendo nueva sotana.

Al traspasar el umbral
la beata se santiguó,
Y pensando en el remedio
satisfecha suspiró.

- Muy buenos días, señor Curaa.
- que tú los tengas mejores.
- ya vengo por el remedio,
que ha de calmar mis ardores.

Yo desde anoche juré
jamás volver a pecar,
y de eso que ayer le dije
usted me va a perdonar.

- Seguramente, hija mía
tu noble resolución
de no hacerte mas puñetas,
merece mi bendición.

Arrodíllate a mis pies
y reza un credo muy bien,
"In nomine Patri et filis
Ego te absuelvo, amén"

- Y el remedio salvador?

- Lo tendrás con mil amores,
pero antes has de enseñarme
donde sientes los ardores.

- Eso si que no lo haré,
pues si lo sabe mi esposo
será capaz de matarme
al saber que le enseñé.

- Entonces cómo saber
la enfermedad que te aflige?
si no quieres que te vea
puedes retirarte . . . Elige.

- No me corra, señor Cura
Y todo lo enseñaré,
mas deme pronto el remedio
que ya se lo pagaré.

- Acuéstate en ese catre
para examinarte bien
luego álzate las enaguas
y abre las piernas también.

- Pero padre, eso es pecar
y faltar a mis deberes.
- Con los curas no se peca,
pregúntaselo a otras mujeres.

- Si es necesario mirar
para sacar el remedio.
pues míreme cuanto quiera
pero aplíqueme el remedio.

Y al mirar al sacerdote
de aquella carne el temblor
tragando mucha saliva
se puso a tartamudear:

Tienes un culo sobervio
de pelos bien guarnecido.
preguntándole extasiado:

- Te lo mama tu marido?

- Si padre mío, me lo mama,

- Y gozas tu por ventura?

- Quítese de preguntarme,
el remedio ya me apura.

- Y a él se lo mamas tú?

- No me siga preguntando,
deme luego el remedio,
no ve que me estoy quemando?

- Contesta, le mamas tú?,
ese pecado es muy leve.

- Si padre, nos la mamamos,
hacemos sesenta y nueve.

- Y te coge por detrás
y por el chiquito- Si padre,
pero deme ya el remedio,
se lo pido por su madre.

- En que postura te coge?

- En las que quiere, Dios Santo,
mas si no me da el remedio
de esta cama me levanto.

- Calma, mi vidita, calma,
que vas a gozar un rato.

- Si no me da el remedio,
le juro que me lo tapo.

- No te lo tapes, primor,
que el remedio te he de dar,
pero antes con tu permiso
yo te lo voy a mamar.

- El Cura se lo mamó;
quién sabe cómo lo haría,
porque ella se retorcía
y hasta los ojos volteó.

Después de la mamada
se levantó la sotana
enarbolando orgulloso
una preciosa macana.

Una verga que la beata
saboreaba desde el lecho,
y con la cual el Curita
se daba golpes de pecho.

- Este sí que es el remedio
contra el mal de las puñetas;
espere, Padre, no me la meta
porque me sangra las getas.

- Entonces no te he contado
que con calma y salivita,
un elefante muy grande
se la metió a una hormiguita.

- Pues échele salivita
y tenga de mi piedad.

El Padre dio un empujón,
y le introdujo la mitad.
retumbaron cuatro pedos
que escuchó la vecindad.

- Aguantarás lo que falta?

- Métamelo por piedad.

- Pues entonces, hija mía,
deveras tienes valor,
aquí te va el hijo santo,
para el servicio de Dios.

Y de otros dos empujones,
le metió lo que faltaba,
y tantas vainas le echó
que la dejó desmayada.

Cuando se reformó un poco
la beata al cura decía:

- Qué le parece mi culo?
Estoy buena todavía?

- Y lo preguntas, primor?
soberbia estas sin disputa,
aprietas como una perra
y coges como una puta.

Ya no puedo resistir
de tus moveres los bríos;
me sacaste toda la leche,
mis huevos están vacíos.

Culos como el culo tuyo
son culos de Cardenal,
porque la gente de iglesia
no coge cualquer tamal.

Y los culos que no aprietan
se los dejo a los menguados
por aquí ni el sacristán
los agarra tan aguados.

- Y mi verga le gustó?

- Oh, Padre, seguramente,
esa verga satisface
al culo mas exigente.

Cuando me metió la mitad
se me extravió la memoria;
pero al metérmela toda
me transporté a la gloria.

Me vine cuarenta veces
de atole estoy inundada;
pero . . . oye, antes de irme
deja darte una mamada.

- Pero mujer, estás loca,
no digas esa simpleza,
pues fíjate que en la boca
no te cabe la cabeza.

Si quieres por el chiquito . . .

- No mi culeador querido,
el chiquito se lo dejo
al cabrón de mi marido.

- No quiero que pase igual
que con la mujer de Roberto,
que cuando viene en las tardes
ya me trae el gallo muerto.

- Pierde cuidado querido,
que no pasará ese caso,
el tonto de mi marido
no me dará ni un abrazo.

Y a la mañana siguiente
con sarcástica sonrisa,
la beata dijo a su marido:

- Papacito, voy a misa.



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