Inicio | Lista de visitantes | Curriculum Vitae | Fotografías | Jalisco | Para reflexionar |
Cultura General | Humor | Diccionario Popular Mexicano | Dichos | Enigmas | Hilvanes poéticos Mexicanos (Albures) | Piropos | Reflexiones y pensamientos |
Introducción | Cartas que si llegaron | Confetti | Lira jocunda | Prosa casi en serio | Sacrilegios |
En un caserón ruinoso
De Sayula en el lugar
Vive Apolonio Aguilar
Trapero de profesión.
Hace tiempo que padece
Hambre voraz y canina
Y por eso está que trina
Contra su suerte fatal.
No es ni borracho, ni juega,
Solo comer es su vicio;
Pero anda mal el oficio,
ni para comer le dá.
Cuando tablas, dos petates,
un bacín roto, de barro,
Cuatro cazuelas y un jarro
Son de su casa el ajuar.
Su mujer y sus hijuelos
Macilentos y hambriados,
con semblantes extraviados
piden pan con triste voz.
Pan ahí! ni por asomo;
Hambre sí, disgustos mil
En aquel chirivitil
A pasto y a discreción.
Llanto sólo de miseria
Que goteando noche y día
Apagó dejando fría
Que le causa aquel dolor.
Y fijando en su consorte
Su penetrante mirada,
Con voz grave y levantada
De esta manera habló:
- Es preciso que ya cese
Esta situación terrible;
Vivir así no es posible
Harto estoy de padecer.
Me ocurre feliz idea
Que desde luego te explico:
Esta noche me hago rico
O perezco en la función.
Escucha y no me repliques,
Mi suerte está decidida:
El porvenir de la vida
Depende de esta ocasión.
Tú sabes que en esta tierra
Entre la gente de seso,
Se cuenta cierto suceso
Que ha causado sensación
Se dice, pues, que de noche,
Al sonar las doce en punto
Sale a penar un difunto
Por las puertas del panteón.
Que las gentes que lo ven
Huyen a carrera abierta,
Y todos cierran su puerta
Encomendándose a Dios.
Que por fin un desalmado
Se encaró ya con el muerto,
Mas de terror quedó yerto
Patitieso y sin hablar.
Ésto lo aseguran todos,
Y mi compadre José
Me ha jurado por su fé
Que también al muerto vió.
Y me aseguran que el muerto
Tiene su plata enterrada
Y busca gente templada
Con quien poderse arreglar.
Pues bien me siento con bríos
Para hablarle al mismo Diablo;
A ese muerto yo le hablo
Aunque me muera después.
Mucho peor es morir de hambre
Que morir de puro miedo:
Y si yo con vida quedo
Seremos ricos después.
- "Por Dios, Apolonio, dijo,
Su mujer muy afligida:
No juegues así la vida,
Deja a los muertos en paz".
- No mujer: no retrocedo:
Es una cosa resuelta:
Si pronto no doy la vuelta
Prepara mi funeral.
Dijo y con paso veloz,
Pálido como un difunto,
Salió de su casa a punto
Camino para el panteón.
Envuelto en tinieblas yace
De Sayula el caserío
Y un aspecto muy sombrío
Allí reina por doquier.
Negro toldo cubre el cielo
Y en su fondo pavoroso,
Brota a veces, luminoso
Un relámpago fugaz.
Lóbrega la noche está
Y al soplo del viento frío,
Gimen los sauces del río,
Con quejumbroso rumor.
No se oye la voz humana
Ni el más ligero ruido,
Sólo lejos el ahullido
Pavoroso de algún cán.
Y al extinguirse perdido
Que al corazón pone susto,
Canta el tecolote adusto
En el ruidoso torreón
Algún pájaro que cruza
En las tinieblas perdido,
Lanza fúnebre graznido
Al ir de su nido en pos.
La silueta del trapero
Que a la ventura de Dios
Vá de la fortuna en pos
Hasta vencer a morir.
Avanza, pues, presuroso
Aquel hombre de faz yerta;
Y al fin se mira la puerta
Del pavoroso panteón.
Mas a medida que avanza
Su valor se debilita,
Y es dueño de honda cuita
Su angustiado corazón.
Allí con mortal congoja
La hora fatal aguarda;
Hora que tal vez no tarda
En sonar en el reloj.
Por fin de repente suenan
Doce lentas campanadas,
Cuyas notas compasadas
Vibran con sordo rumor.
Notas lentas y solemnes,
Cuyo sonido retumba.
Como el eco de una tumba,
En el pecho de Aguilar.
Allí se pone a esperar;
y sin grande dilación,
Las puertas de aquel panteón,
Se abren de par en par.
Cruza el dintel el fantasma,
Mudo, rígido y sombrío;
Como el sepulcro frío
Y horrible aborto de horror.
Lleva cubierta la faz
Con negro y tupido velo,
Y arrastrando por el suelo
Lleva también el sudario.
Aguilar, de espanto yerto
Y erizado su cabello,
Con agitado resuello
Corre tras de la visión.
Y haciendo un supremo esfuerzo,
Cual si jugara la vida,
Con la voz despavorida
De ésta manera le habló:
- "De parte de Dios, te pido
Me digas como te llamas;
Si penas entre las llamas
O vives aquí entre nos.
Qué buscas por estos sitios
Donde a los vivos espantas?
Si tienes talegas cuántas
Me podrís proporcionar?"
- "Me llamo Perico Zúrres.-
Dijo el fantasma en secreto,
"Fuí en la tierra buen sujeto,
"Muy pronto mientras viví.
"Ando ahora penando aquí
"En busca de algún profano,
"Que con la fuerza del ano
"Me arremange el mirasol.
"Las talegas que tú buscas
"Aquí las traigo colgando;
"Ya te las iré arrimando
"A las puertas del fogón.
"El favor que yo te pido
"Es un favor muy sencillo;
"Que me prestes el fundillo
"Tras del que ando tiempo ha".
Dijo y la sombra fugaz
Tan rápida como el viento
Tras las tapias del convento,
El fantasme se perdió.
Mudo de sorpresa queda
El pobrecito trapero;
Y echando al suelo el sombrero
El infeliz exclamó:
- Por vida del rey Clarión
Y de la Madre de Gestas;
Qué chingaderas son estas
que me suceden a mi?
Y no sé lo que me pasa
pues ignoro con quien hablo:
Este cabrón es el Diablo
O mi compadre José.
Buena fortuna me hallé
En esta tierra de brutos:
Donde los muertos son putos
Qué garantías tengo yo?
Venir de lejanas tierras
A buscar aquí la vida
Y mi suerte maldecida
Me depara un lance atroz!
No tener ya más alhajas
Que la alhaja del Fundillo,
Y me lo pide este pillo
Que dice que ya murió!
Esto es cuento pueda verse
Por las crestas del demonio:
Si lo aflojas, Apolonio,
De aquí sin culo te vas".
Así el trapero exclamó
Muy pensativo y mohino;
Del pueblo tomó el camino
Y en sus calles se perdió.
Y es fama que cuando oye
Que hablan del aparecido
Receloso y confundido
Se pone una mano atrá.
MORALEJA:
Lector: por si alguna vez
Y por arte del Demonio
Te vieres con Apolonio
En crítica situación.
Si tropezares acaso
Con alguna ánima en pena,
Aunque te diga que es buena
No te le fíes jamás.
Y por vía de precaución
Llévate como cristiano,
La cruz bendita en la mano
Y en el fundillo un tapón.