PÁGINA DE JORGE DE LA TORRE


 Inicio  Lista de visitantes  Curriculum Vitae  Fotografías  Jalisco  Para reflexionar


Cultura General Humor Diccionario Popular Mexicano Dichos Enigmas Hilvanes poéticos Mexicanos (Albures) Piropos Reflexiones y pensamientos


 Introducción  Cartas que si llegaron  Confetti  Lira jocunda  Prosa casi en serio  Sacrilegios


Srita. Isabel S. Revilla, San Luis Potosi, SLP.
Muy querida amiga:


Por cumplir con el compromiso que desde que estábamos en la Normal, contrajimos de describirnos mutuamente nuestras impresiones en nuestra primer noche de bodas, hoy te dirijo la presente para contarte las mías, que por suerte me tocó primero que a tí.

Como recordarás, ya salimos de esa en la noche, y por el camino nada extraordinario sucedió, venimos platicando Roberto y yó de cosas indiferentes, para no dar a maliciar a los demás pasajeros que viajábamos en nuestro paseo de bodas, Roberto me dijo que me acostara a ver si podía dormir, pero el sobresalto y las punzadas que tenía en la cabeza no me dejaron ni siquiera dormitar.

Cuando amaneció, ya íbamos en Santa María, y Roberto se empeñó en que tomara un vaso de leche, el cual depuse porque comencé a marearme cuando salió el sol.

En Irapuato tomamos otro tren y caminamos todo el día hasta llegar a Guadalajara. Si vieras que bonita ciudad! Tiene mejores jardines que San Luis, y muchos paseos elegantes. Al bajarnos del tren, nos dirijimos en coche al hotel Francés, y ocupamos el cuarto número 15; allí dejamos nuestros equipajes y nos sentamos un rato, pero yo estaba asustada y avergonzada y miraba sin darme cuenta, los objetos que me rodeaban.

Después de sacudir nuestra ropa y arreglarnos el pelo, fuímos al comedor. cuanta verguenza y susto me dió entrar en él! se me figuraba que todos se fijaban en mí y sabían que el día anterior nos habímos casado; pero ya comprenderás que todo eran figuraciones mías. Comí algo, después con una taza de café se me compuso el estómago, salimos del hotel y toda la tarde nos ocupamos de pasearnos por distintas partes; por la noche estuvimos en la plaza y después me llevó Roberto a una nevería muy bonita y llena de espejos por todas partes. Al salir de ahí me dijo que estaría cansado que era conveniente irnos al hotel para llevarnos la siguiente noche al teatro.

Cené algo bien, no tuve tanta verguenza esa noche en el comedor; después nos fuimos a nuestro cuarto. Al entrar sentí escalofrío y una sensación desconocida pero entré con gusto a pesar de que era la primera vez en mi vida que me encontraba acompañada de un hombre. o donde no había más seres vivientes que nosotros. Por fin entré pisando lana y en ese momento me fuí dando cuenta de cómo estaba nuestro cuarto; lo primero que atrajo mi vista fué un catre amarillo matrimonial, (Chabela: no vayas a reirte de mi carta, tú también llegarás a ese trance) había un buró, tocadorcito, ropero, lavabo, y cinco sillas de bejuco; estaba alfombrado y tenía un balcón para la calle, cuyas cortinas eran blancas.

Luego que entré y examinamos los muebles, me senté y me quité el sombrero , mientras Roberto cerraba la puerta con llave; en seguida, sin decirme palabra, se avalanzó sobre mí y me abrazó con todas sus fuerzas, cubriéndome de besos la cara; yo avergonzada y trémula por la emociones, no sabía qué hacer. Comenzó a hablarme diciéndome cosas muy bonitas "Ahora sí, ante Dios y ante los hombres verdad que me quieras mucho, mi ángel de mi vida?" y así por avergonzada y trémula no sabía ni qué contestarle y solo le miraba, pero me rehice y le abracé con toda mi alma.

En esos momentos era la primara vez que podíamos hablas con toda libertad, sin que nadie nos viera, y sin cuidarnos de nadie. Eramos el uno para el otro.

Depués de tanto acariciarme, sacó del veliz una botella de cogñac y me ofreció que tomase; mi corazón palpitaba de una manera brusca y tomé bastante, pero crees que no me emborraché? Luego tomó Roberto, nos sentamos a platicar y a reír, sentía calor y quería quitarme la blusa, pero delante de él no podía, y mejor me aguanté.

Así estuvimos mucho rato platicando de nuestro viaje y lo que habíamos visto en Guadalajara; después vió el reloj y me dijo que iban a dar las doce y que era hora de acostarnos. Figúrate, ponte en mi lugar de recién casada - yo que siempre he sido tan ruborosa y tan recatada, lo bochornoso que serín aquellas palabras, aunque nos habíamos abrazado en esos momentos, sin embargo no tenía la confinza suficiente para acostarnos juntos porque me daba verguenza; era un trance terrible, aunque en mi interior lo deseaba.

No hallaba cómo desnudarme delante de Roberto. El me quitó el saco, y sonriendo me instó (comprendiendo en el estado en que me encontraba) a que me despojara de mis ropas, pero no hallando cómo hacer, le supliqué que apagara la luz, y el pobrecito accedió al verme con la cara encendida.

Así, a obscuras, comence a desnudarme; él acabó primero que yo y se sentó en la cama junto a mí; comenzóo por el tacto abrazandome, me tiró sobre la cama en la cual rodamos, bes´ndome otra vez en la cara; después se incorporó y me suplicó que acabara de desvestirme. Me quité toda la ropa exterior y solo quedé con camisón, una falda blanc, los calzoncillos y las medias, le dije que ya había terminado y volvió a abrazarme de nuevo, tirándome en la cama rodamos de nuevo otra vez. Al caer quedamos abrazados y acostados de lado; él tenía un brazo debajo de mi cintura y el otro sobre mis pechos. si vieras cómo latía mi corazón! En esos momentos sentí la cara encendida y sensaciones desconocidas en todo mi organismo, al contacto con el cuerpo de Roberto, que tenía su boca pegada con la mía para estarme besando. Su mano que tenía sobre mi pecho comenzó a deslizarla hacia abajo, y palpaldo mis ropas llegó hasta las prominencias que forman la cadera; yo me reía y sentía estremecimientos nerviosos, diciéndole que no me hiciera cosquillas, pero su mano escudriñadora llegó palpando mis piernas, hasta tocar con su dedo mis partes secretas.

Pero todo esto lo hizo sobre las ropas que me había dejado; viendo que no hallaba dónde meter la mano para tocar mis carnes, me dijo que me quitara todo aquello, que alacabo no hacía frío. Yo no decía nada más, cómo estaría? El empezó a desabrocharme las ligas, mientras yo me dasataba las cintas de los calzoncillos cómo temblaba yo a esas horas y qué estremecimientos involuntarios sentía al hacer esa operación. Sentado él me quitó las medias, palpando y mordiendo con frecuencia las piernas; al despojarme de esas prendas volvió a declinarme sobre mí, y diciéndome dulces frases y besándome los oidos, juntó su cuerpo con el mío, a modo de hacer sentir sensaciones más divinas que las anteriores. Volvió a deslizar su mano sobre mi vientre y sentía espasmos indescriptibles y la fué bajando poco a poco hasta llegar al montón de vello que está en . . . bueno . . . tú ya sabes.

Yo sentía cosquilleo cuando deslizó su mano sobre mi vientre y solo le decía que no fuera travieso qué más podía decir? Ay amiguita, no se como explicarte esas sensaciones desconocidas que tanto desean las mujeres que no han saboreado el lecho conyugal!

Entre tanto su indiscreta mano después de acariciar cuanto quiso el vello de que te hice mención, la deslizó más abajo . . . "ay" . . . me tocó por primera vez mis partes genitales, esas partes en las cuales la mujer guarda el gran tesoro de la virginidad; pero me sentía orgullosa, porque en ellas encontraría Roberto, lo que buscaba y esperaba "VIRGEN EL AMOR QUE LE HABÍA PROMETIDO".

Un estremecimiento convulsivo hizo sacudir todo mi cuerpo al acariciar Roberto con su mano el lugar secreto en donde se ocultan los bellos tesoros de la hija de EVA. Si vieras que calor sentía en esa parte del cuerpo a pesar de estar descobijada! Después de acariciar con su mano trémula cuanto quiso, volvió a abrazarme y me estrechó fuertemente entre sus brazos. En esos momentos me acordé de una sábana que traía en el velizy que mi tía previsora me había encomendado llevara conmigo: podría necesitarla.

Le dije que si gustaba que la pusieramos en la cama y cambiásemos la que había, él aprobó la idea diciéndome "tienes razón tal vez se manchen las otras y después al día siguiente son las apuraciones".

Violentamente bajó de la cama y después de buscar un largo rato en la petaca, dió con ella y la extendió en la cama. (Yo estaba casi desnuda.) Volvimos a subirnos, yo sentía frío en esos momentos, intenté cobijarme con el cobertor que había rodado por los pies. Roberto lo extendió y nos cobijamos los dos.

Al estar acomodándonos para acostarnos bien, y como el camisón lo tenía todo descompuesto, con mi mano derecha comencé a bajarlo y como teníamos nuestros cuerpos casi unidos, tropecé con su . . . retiré mi mano, quedándome avergonzada por eso, que sin intentarlo hice.

Mi corazón latía con violencia y con frecuencia sentía fuertes convulsiones por todo el cuerpo; al instante de tocar su . . . noté que él también se estremeció y en ese momento metió ambos brasos debajo de mi cintura, haciendo juntar enteramente nuestros cuerpos y quedando en contacto nuestras partes genitales.

Era la primera vez que sentía en mi vulba, la sensación delirante por tantas emociones, y él con dulces frases me indicó la sentencia fatal, diciéndome me acostara boca arriba.

Ay! amiguita mía, sentía asfixiarme con los latidos de mi corazón; me puse como él decía, pero con las piernas cerrradas y teniendo una mano sobre mi cosita, pero tentando, conoció cómo estaba y me suplicó que abriera las puernas. Ay Chabela de mi vida! yo no quería pero tuve que hacerlo, cómo negárselo? Estando sobre mi abrí las piernas lo más que pude, y la puerta de la gruta del placer y se tiró . . . sentía en contacto de su miembro al tocar los labios de mi empeine, y un sudor frío inundó mi cuerpo; pues yo te juro que así como deseaba verificar el acto conyugal, también lo temía.

Me estremecí de una manera violenta; todo el catre se estremeció, comprendió, comprendió lo que se estaba verificando encima de él; sentí cosas desconocidas e indescriptibles, tenía yo en mi cuerpo una fuente inagotable de placer. Luego me indicó que tocase mi mano su miembro para que lo colocara en la entrada de mi conducto; (figúrate cuántas cosas había yo conocido) le tomé con mi mano temblorosa su robusto miembro y noté que estaba en un alto grado de calor.

- Roberto -le dije-, me va a doler mucho, ppero él me calmó diciendome que nada me pasaría y que él me ayudaba para facilitar el acto conyugal.

Abrí bastante las piernas, me llevó la mano a la boca y cerré los ojos; él metió su mano debajo de mi cintura y comenzó a intriducirlo . . . qué espasmos y qué dulces sensaciones fuí sintiendo, quise llorar, reír y tan solo suspiré y gemi a impulsos de la frenética voluptuosidad en que me anegué; sentí arder mi frente y mis mejillas, así como todos los contornos de mis partes genitales.

El pobre de Roberto no pudo introducirme gran cosa, pues aunque decía que abriera bastante las piernas y con las manos abriera bastante los labios de mi empeine y que me moviera, nada pudo conseguir, pues le agarró unas convulsiones momentaneas y sentí que su miembro se agitaba más, saliéndole algo muy resbaloso que me empapó la entrada de mi conducto y mis piernas quedandose después como desfallecido y declinaba su cabeza sobre mí; pero a los pocos momentos volvió la reacción e incorporándose, tomó una almohada y la metió debajo de mi cintura de modo que mis partes genitales quedaron bastante levantadas, volvió a tirarse sobre mí besándome la boca y yo también lo abrace sobre mi pecho porque sentía la fierbre abrazadora del deseo. Comenzó a introducirme de nuevo y en esta posición en la que me encontraba sentía cosas sensacionales y divinas en estas sacudidas como tenía la cabeza algo baja, me hacía levantar las piernas cruzandolas encima de él.

Con acompasado movimiento y desollando como cansado, me dijo que me aguantara fuerte y que no me moviera tanto y su miembro siguió entrando más y más al seno haciéndome gesticular, reír, abrir la boca al mismo tiempo que mi cintura se retorcía involuntariamente, pues las sensaciones que experimentaba no eran para menos.

Entre tanto su miembro había entrado bastante y el calor de mis partes genitales era excesivo, pues sentía candente el contacto con sus carnes, al grado que me hizo que me saliera un líquido igual al que él me dejó en mi cosita, pues el frotamiento, el deseo, la ilusion y el estado de calor en que me encontraba era lo suficiente.

Llegó por fin el momento supremo y . . . Ay Dios! . . . me dió tan suave metida que me hizo desfallecer; sólo grité metiéndome el pañuelo en la boca y entre dientes murmuré Ay ingrato, cómo eres malo!

Entonces él se levantó e iba a encender un cerillo a lo cual me opuse; me dijo que era probable que me hubiera salido sangre y que era necesario limpiarnos; pero yo todavía sentía verguenza de que al encender la luz viera la desnudez de mi cuerpo y sobre todo mis partes secretas.

Así de obscuro llevo Roberto una toalla mojada con el agua del lebrillo para lavarnos y como tenía tan ardiente mi cosita no me cayó muy bien el agua fría; sentía debilidad, cansancio y parecióme que estaba descoyuntada de las caderas.

Quitamos las sábanas sucias y pusimos las anteriores y Roberto me aseguró que en lo sucesivo no me volvería a doler como en ese rato; trajo de nuevo la botella de cogñac y volvimos a tomar.

El miembro de Roberto, antes tan duro y excitado por el calor de nuestros cuerpos, noté que después estaba flexible y algo frío pero momentos después volvió a reaccionar; yo creo que a cosecuencia del agua fría con que nos lavamos.

Volví a sentir las mismas sensaciones y con ansia esperaba que volviera a meterme en mis ardientes labios su duro y nerviudo miembro, y probablemente él se encontraba en las mismas condiciones porque no se hizo esperar mucho, diciéndome que me volviera a colocar en la misma posición anterior, pero ya sin almohada.

Cuánta sublime sensación indescriptible existe en le interior de nuestros cuerpos al dar expansión sublime al febriciante acto de la naturaleza! Si vieras, querida amiga, lo que gocé en ese momento. Puedes envidirme, sentí vértigos de voluptuosidad y como toques magnéticos que ma hacían estremecer involuntariamente, y hubo un momento . . . el momento más lindo y sublime del acto conyugal, en la que sentí irme en los brasos de la felicidad; pero que sentí un espasmo violento y convulsivo, se me nubló la vista y emboté todos mis sentidos y solo sentí la dulce fiebre de la voluptuosidad y como toques magnéticos que obraran en mi naturaleza. En acompasado y violento movimiento me hizo llegar al colmo del placer, cuando sentí que mi adorado Roberto, también se estremeció. Al unísono caímos en volc´nico momento de placer, el del derrame en el conducto de mi linda cosita, arrojandome todo el contenido de su delicadísimo miembro; ese líquido que tanto vuelve loca y que tanto ansiaba recibir.

Volví a la sublime expansión del encanto; junto su cara con la mía, besándome de una manera devoradora; juntamos nuestras bocas que parecían quererse tragar para satisfacer el devorador apetito de la carne.

Mis piernas debilitadas comenzaron a aflojarse y teniéndolas demasiado abiertas, pudo Roberto completar a su satisfacción cuanto quiso, dejando depositado en mi seno el fecundo licor de la generación que con tanto placer recibí.

Después de esas sacudidas que tuvimos en el momento sublime se aflojaron nuestros miembros, quedando como cansados, desfallecidos por mucho tiempo, con nuestras caras unidas y nuestras piernas entrelazadas, Así estuvimos como un cuarto de hora, después del cual se quitó Roberto de encima de mí y volvimos a limpiarnos con la sábana todavía húmeda de lo que había inundado nuestras partes secretas y sus contornos.

El vello de mi empeine estaba mojado con ese licor acuoso que me salió en el momento que te he descrito, el cual se produce por el frotamiento del miembro viril y la vagina de la mujer, cuyos derrames mojaron las sábanas que estaban debajo. Sentí un dulce cosquilleo cuando la abrí para limpiármela y la tenía todavía caliente y palpitante.

En todo lo que te llevo relatado, ya habían pasado muchas horas pues ya eran las cuatro de la mañana cuando terminamos y el corazón no dejaba de latirme con fuerza.

Al convencerme de que Roberto estaba dormido y como yo no podía conciliar el sueño ni ordenar mis ideas, ni darme cabal cuenta de lo que había pasado, se agolparon en mi mente todos los sucesos de esa noche desde que entramos al cuarto y suspiré con gusto al ver que al fin se había llegado el dichoso día, en que había conocido todos los deleites sexuales al entregar mi honor, pudor y virginidad al hombre adorado.

Como Roberto se había quedado tan profundamente dormido y se habían aflojado los brazos que me tenían cogida por la cintura, con mucho cuidado le fuí quitando la cara que tenía sobre mis pechos y lo acomodé en la almohada, cobijáandolo bien con los cobertores. Si hubiera estado despierto no me hubiera atrevido a hacer lo que hice, pues tú ya sabes lo curioso que somos las mujeres, y como me sentía excitada por el deseo pues no había saciado el deseo de hembra metí cautelosamente la mano en su . . . y lo tenté . . . es decir, mi propiedad exclusiva, si vieras que membrana tan fina y suave cubre su estremidad! lo cual hace que no nos moleste al introducirnosla.

No supe a qué hora me quedé dormida; al día siguiente desperté pálida y ojerosa, pero me sentía la mujer más feliz del mundo. Cuando desperté y abrrí los ojos, ya entraba mucha luz por la ventana que se babía quedado abierta. Roberto estaba tal vez contemplando mi sueño, probablemente no quería hacer ruido para no despertarme; al verme despierta me tomó una de las manos que estaban sobre las almohadas, diciéndome que si no me sentía desvelada, a lo que repuse que estaba perfectamente bien, y sonriendo se acostó otra vez, ya que aún no me vestía y . . . ay!, otra vez. más placer! . . .

Nos levantamos e hicimos un bulto con la ropa que nos quedó sucia y metiéndola en el fondo del veliz, le habló Roberto a un mozo para que la llevara al Hotel Corona; liquidamos la cuenta, salimos más que de prisa del cuartillo de los encantos, en donde había saboreado por primera vez las delicias del lecho conyugal.

En el Hotel Corona hemos ocupado una piecesita muy coqueta en la cual hemos pasado estos días y pronto saldremos de aquí Te escribiré

Creo que he sido muy extensa en relatarte punto por punto todas la escenas de la primera noche de bodas, pero quise cumplir con mi ofecimiento y también quiero que al llegar esta carta, hagas, aunque sola, lo que hacíamos en el internado para calmar nuestros naturales apetitos de juventud, desenado que al enlazarte con tu Juanito, seas tan feliz como tu amiga que ya sabes lo mucho que te quiere

X.Y.Z.


Esta página es cortesía de solicita tu !Página GRATIS!