D. Abilio Folgar hace constar que muchos vecinos de las aldeas cercanas, algunos de los cuales aún vivían cuando este escritor lo registró (1975), habían presenciado apariciones en la capilla. El principal testimonio se debe a un paisano que usualmente llevaba el ganado al monte a pacer a un lugar llamado As Tomadas da Rega, muy cercano a la capilla. Los animales eran conducidos a esas parcelas por la mañana, y se iban a buscar al anochecer. Pero un día se olvidó de ir a recogerlos, y cuando los dueños se percataron de su descuido pasaba ya de la media noche, por lo que se vieron obligados a dirigirse al lugar a estas altas horas. Cuando hubieron llegado a las proximidades de la capilla apreciaron que en su interior había gente, pues se escuchaban plegarias. La capilla estaba atestada de gente, e iluminada con muchas velas. Al comprobar tan extraña situación, las mujeres tomaron mucho miedo y huyeron despavoridas dejando por el camino zuecos, pañuelos de la cabeza, delantales, etc., dejando a fin de cuentas el ganado en el monte. Cuando por la mañana fueron a buscarlo, encontraron la capilla cerrada y sin testimonio de que en su interior se celebrase ningún acto religioso.
A la vista de este relato, podría pensarse que el temor de las mujeres era infundado al no haber comprobado la identidad de aquella gente. Tal vez consideraron sin reflexionar que difícilmente se podría celebrar un acto religioso nocturno por parte de un colectivo determinado, de un modo secreto, sin conocimiento de los vecinos más cercanos, sobre todo si pensamos que Mos, la aldea inmediata, es un reducido grupo de casas. Además se debe tener presente el contexto cultural en el que se produce la visión. Efectivamente, aún se conocían otros muchos relatos, de jóvenes que volvían de las fiestas de parroquias vecinas a altas horas de la madrugada, los cuales en diversas ocasiones vieron la capilla muy iluminada y abarrotada de gente. Los paisanos creían que se trataba de una misa de ánimas, que volvían a este mundo a tratar de redimir penas pendientes. Ya volveremos sobre este tema buscando una explicación más racional.
En realidad, el tema de las misas de ánimas ha sido poco tratado bibliográficamente. Otro caso, éste más explícito, lo comenta Andrés Suárez en su libro sobre Luaña, parroquia próxima a Santiago de Compostela. Esta vez se trata de una mujer de 35 años, labradora, la caul debiendo realizar un encargo en una población lejana toma el camino a las cuatro de la madrugada. Siendo ya las seis, pero aún de noche, se encontró en el camino con una ermita en un lugar boscoso, y al llegar a su altura, observó como en su interior se estaba celebrando una misa, por lo cual la buena mujer, no sospechando nada raro, entró para asistir al oficio. Pero cuando el sacerdote se volvió para dar la bendición, comprobó que se trataba de un difunto, y asimismo se percató de que las demás personas eran también cadáveres. Como consecuencia, presa de temor, huyó a toda prisa del lugar. Se dijo que se trataba del Santo Acompañamento celebrando la misa de los muertos. Debemos añadir que este relato es el único caso conocido de identificación de una misa de ánimas con el Acompañamento, el cual como indicamos en la introducción, más bien alude a una procesión fúnebre.
(Dibujo de Andrés Suárez)
