
Julio Cortázar habla de
Historias
de cronopios y de famas
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OP:Historias de cronopios y de famas es un libro que desconcertó a mucha
gente. Vos empezás diciendo que "los cronopios son unos objetos verdes y húmedos,
son unos seres desordenados y tímidos". Después decís que "las esperanzas son
sedentarias" y en otro lado descritas como "esos microbios relucientes". Los famas,
en cambio, son mostrados a través de sus acciones. Lo que me gustaría saber es
cómo se te ocurrió la idea de esos seres, que luego se transformarán, sobre todo
los cronopios. ¿Cómo surge la idea de los cronopios, los famas y las esperanzas?
JC: Yo ya lo he contado en algún lado, pero de una manera un
poco sucinta. La guiñada al lector está dada por el hecho de que el libro comienza
hablando de "fase mitológica".
OP: Eso es: "Primera y aún incierta aparición de los cronopios, famas y esperanzas.
Fase mitológica".
JC: Exactamente. Hay una primera presentación de los cronopios, los famas y las esperanzas, que está
lejos de ser la que va a tener más adelante. Y esa fase mitológica responde
exactamente a las condiciones en que se produjo la irrupción de estos personajes
en lo que yo llamaría mi conciencia. Ahora, de dónde venían no lo sabré nunca.
Las circunstancias son las que ya he contado alguna vez, pero creo que es bueno
repetirlas. Esto pasó poco tiempo después de mi llegada a Francia. Yo estaba
una noche en el teatro des Champs Elysées, había un concierto que me interesaba
mucho, yo estaba solo, en lo más alto del teatro porque era lo más barato. Hubo
un entreacto y toda la gente salió, a fumar y demás. Yo no tuve ganas de salir
y me quedé sentado en mi butaca, y de golpe me encontré con el teatro vacío,
había quedado muy poca gente, todos estaban afuera. Yo estaba sentado y de golpe
vi (aunque esto de ver no sé si hay que tomarlo en un sentido directamente
sensorial o fue una visión de otro tipo, la visión que podés tener cuando cerrás
los ojos o cuando evocás alguna cosa y la ves con la memoria) en el aire de
la sala del teatro, vi flotar unos objetos cuyo color era verde, como si fueran
globitos, globos verdes que se desplazaban en torno mío. Pero, insisto, eso
no era una cosa tangible, no era que yo los estuviera "viendo" tal cual. Aunque
de alguna manera sí los estaba viendo. Y junto con la aparición de esos objetos
verdes, que parecían inflados como globitos o como sapos o algo así, vino la
noción de que esos eran los cronopios. La palabra vino simultáneamente con la
visión. Sobre esa palabra muchos críticos se han partido las meninges porque
han buscado por el lado del tiempo, de Cronos, para ver si había una pista metafísica.
No, en absoluto; es una palabra que vino por pura invención, conjuntamente con
las imágenes. Bueno, después empezó a entrar la gente, siguió el concierto y
yo escuché la música y me fui. Pero esa pequeña visión que yo había tenido y
además el nombre de cronopios -que me gustó mucho- siguió obsesionándome. Y
entonces empecé a escribir las primeras historias. Y de la misma manera aparecieron
las imágenes -pero no tan definidas como las de los cronopios- de los famas
y de las esperanzas. Esas imágenes, ya, fueron sacadas, fueron inventadas como
contraposición de los cronopios, y las esperanzas juegan un papel intermedio.
Pero yo no tenía una idea de quiénes eran y cómo eran. Y por eso es que se los
distingue de una manera muy distinta al comienzo del libro.
OP: Pero de entrada se habla "del corazón bondadoso del cronopio". El cronopio
es un ser básicamente bueno y algo ingenuo.
JC: Sí; ahora bien, llegó un día, cuando terminé de escribir
esa fase mitológica, en que yo ya los veía con suficiente claridad como para
empezar a escribir historias más definidas. Creo que a partir de entonces hay
una coherencia. Porque al principio hay cosas muy contradictorias en relación
con su conducta. Pero a mí me pareció bien darle el conjunto del trabajo al
lector, para que él hiciera un poco el mismo camino.
OP: En algunas circunstancias los cronopios pueden llegar a ser crueles.
Pero poco a poco van adquiriendo una característica muy definida. Y sobre todo
en una relación dialéctica con los famas y las esperanzas.
JC: Absolutamente.
OP: Hay un texto muy sugestivo en ese sentido, que es "El almuerzo". En él se
dice que un cronopio "llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro
y topómetro, entre fichero y curriculum vitae". Según ese criterio, el fama
es un infra-vida, la esperanza para-vida y el profesor de lenguas (el anfitrión)
un inter-vida. "En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente súper-vida,
pero más por poesía que por verdad." Ahora bien, la palabra cronopio, que empieza
por ser un sustantivo, termina convirtiéndose en un adjetivo, ¿no? Por ejemplo,
cuando decís que Louis Armstrong es un cronopio.
JC: No, no, ahí los estoy definiendo sustantivamente. Para mí sigue siendo un sustantivo. El adjetivo sería enormísimo. Cronopio es un sustantivo.
OP: O sea que transformás a Louis Armstrong en un cronopio. Y en otro texto,
"Viaje a un país de cronopios", definís a Cuba como un país habitado por cronopios.
JC: Claro. Pero en el caso de Louis Armstrong,
yo lo veo como un cronopio y es curioso porque los cronopios nacieron en el
teatro des Champs Elysées y en ese mismo teatro, un tiempo despues, escuché
un concierto de Louis Armstrong y no es demasiado gratuito, entonces, que al
salir de ahí y escribir esas páginas, yo lo sintiera como un cronopio. Además,
toda su conducta en escena, lo que yo conocía de él, su manera de ser e incluso
su físico, eran para mí características de cronopio.
OP: Hay quienes han asimilado (categorizado) a los cronopios, famas y esperanzas.
Es así que el cronopio es la equivalencia del artista, los famas son los burgueses,
los funcionarios, y las esperanzas son un poco seres intermedios, como dijiste,
asimilables en su conducta a los esnobs: no saben bien dónde situarse, pero
les gusta estar del lado de lo prestigioso.
JC: Sí, son los blandos. Pero en todo eso hay una
ironía amable, no hay ninguna alegoría. Sí, hay críticos que han querido ver
en los famas la denuncia de la burguesía frente a la libertad y la poesía. Y, en términos generales es así, pero no es deliberado, no hay ninguna intención
didáctica ni moralizante en los cronopios. Al contrario, yo trataba de escribir
relatos sumamente libres. Lo que pasa es que estos bichos tienen sus características
y no las pueden disimular.
OP: Incluso se ha dicho que estas historias de cronopios
y de famas son una especie de fábulas sin moraleja, porque de todas
ellas, o de muchas de ellas, se puede extraer una serie de conclusiones
sociológicas y políticas.
JC: Sí, se puede, desde luego. Cuando el cronopio se está cepillando
los dientes y deja caer la pasta en la calle y estropea los sombreros de los
famas, los famas suben a protestar por sus sombreros. Pero además le dicen que
no debe derrochar la pasta dentífrica.
OP: Y en esa historia donde los cronopios disparan "sobre la muchedumbre
congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales
de marina y a un farmacéutico" alguien creyó ver una lucha por la reconquista
de un autentico lenguaje, una resistencia a la imposición del lenguaje oficial,
almidonado.
JC: No hubo ninguna intención de mi parte.
De "Rayuela: la invención desaforada", charla con Omar Prego Gadea del libro La fascinación
de las palabras, Bs. As., Alfaguara, 1997 |
En cuanto a Michaux, claro, leí Plume; fue el primer libro suyo
que leí en la edición de Gallimard en francés, y esos pequeños cuentecitos
tienen que haber ejercido una influencia en mis cronopios que iban a
nacer muchos años después. Son esas cosas de las que uno se da cuenta
más tarde; no sé si algún crítico lo ha visto, pero yo creo que, sin
esos textos de Michaux, a mí tal vez no se me hubiera ocurrido escribir
a los "cronopios".
De la entrevista "Julio
Cortázar, lector", por Sara Castro-Klaren, Publicada en Cuadernos
Hispanoamericanos, ns. 364-366, octubre-diciembre, 1980, Madrid
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