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La caída del Imperio Romano de Occidente, se debió principalmente a su decadencia económica y a las constantes invasiones de las numerosas tribus germánicas o "bárbaros". La sociedad feudal empezó a trazar los rasgos característicos de su organización en la época de los reinos romanogermánicos y del Imperio Carolingio, pero sería durante el transcurso del siglo IX cuando habría de adquirir su fisonomía precisa, la que perduraría hasta el siglo XIII. La sociedad feudal era una organización basada en la desigualdad, el predominio de la fuerza y la división de clases.
Durante la edad feudal, que data desde 476, casi toda la energía intelectual se dedicó a controversias religiosas, debidas a los conflictos entre el modo de pensar cristiano y la mentalidad pagana, así como a los graves enfrentamientos internos entre las diversas corrientes dogmáticas cristianas.
El eclipse de la ciencia fue tan pronunciado como el de la filosofía. El neoplatonismo fué desplazado por el cristianismo, gran movimiento religioso pero con un fuerte carácter dogmático. Si algo quedó de curiosidad por algunas de las grandes obras de los filósofos y hombres de ciencia grecorromanos, ésta se escondió en el fondo de los claustros de contados conventos. A excepción de algunos monjes que copiaban y estudiaban los viejos manuscritos de Aristóteles y Plinio, el clima cultural de la Edad Media, sobre todo desde el siglo V en los países dominados por los visigodos, francos, lombardos, sajones y ostrogodos - es decir, en todos los anteriores territorios del Imperio Romano de Occidente - quedó envuelto en un halo de misticismo y creencia en la prevalencia de lo mágico y sobrenatural que llevó a la beatería, el dogmatismo y la inercia mental de la Baja Edad Media.
En los momentos en que la antigua ciencia grecorromana decaía y se esterilizaba por inútiles discusiones bizantinas; en que la ignorancia y la superstición cubrían el occidente de Europa y el Imperio Bizantino; y cuando sólo en Persia se manifestaba un interesante florecimiento, otra singular revolución religiosa se extendió a un territorio más vasto que el del Imperio Romano en los momentos de su máximo apogeo, sacudiendo al mundo desde Gibraltar hasta las llanuras del Indo y desde las estepas del mar Caspio hasta el sur de Arabia. Esta revolución religiosa, aunada a una reestructuración política de las naciones, preparó el terreno para una nueva civilización la árabe - cuya importancia para el desarrollo del espíritu y conocimiento humano fue de tal magnitud que sin ella no podría comprenderse el posterior desarrollo de occidente.
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El Corán
"En nombre del Dios fuerte
y misericordioso." |
En el 622 Mahoma emigró de su ciudad natal, La Meca, a Yatrib o Medina iniciando una nueva época en la historia. A la muerte del profeta, gran parte de Arabia se convirtió al Islam, organizando un poderoso ejército poseído de un fanatismo religioso sin igual que pronto desbordó las fronteras de los países vecinos. Bajo sus primeros sucesores o Califas, Abu Beker, Omar, Utman y Alí, las conquistas se sucedieron de una manera sorprendente. A solamente 15 años de la muerte de Mahoma, los Califas dominaban ya Palestina, Siria, Irak, Irán y Egipto, países con una alta tradición cultural.
En 711, con la derrota del último rey visigodo, don Rodrigo, en la batalla de Guadalate, a manos de las tropas moras dirigidas por Tarik (de origen judío y lugarteniente del Gobernador del norte de Africa, Musa Ben Nusayr), casi toda la península Ibérica pasó a formar parte del mundo de la cultura árabe. Así, los musulmanes obtuvieron el control del mar Mediterráneo desde los territorios que poseían en el norte de Africa, España y Portugal.
Muerto Carlomagno en 814, el vasto imperio que había conquistado pasó a manos de su hijo Ludovico Pío el cual no pudo impedir las guerras intestinas; a la muerte de éste, la guerra entre sus hijos (Luis y Carlos) se encarnizó más, hasta encontrar una solución mediante el Tratado de Verdún, firmado en 843, por el cual se distribuían los territorios imperiales. A Luis le correspondía la región del Este del Rhin (Germania) y a Carlos la región del Oeste (Francia). En cada una de esas regiones empezaron a hacerse sentir cada vez más intensamente la fuerzas disgregatorias. Los reyes carolingios perdieron progresivamente su autoridad, debido en gran parte a su impotencia. Una de las razones más importantes fue el cerco, cada vez más estrecho de las fuerzas que ya asolaban la Europa occidental desde el siglo VIII. El mundo iba conociendo nuevos dueños: los musulmanes, los normandos, los eslavos y los mongoles.
Los normandos constituyeron estados vigorosos en la cuenca del Báltico y de ahí al sur. Los eslavos asolaron las zonas orientales de la Germania y finalmente los mongoles se instalaron en la actual Hungría. El saqueo y la depredación fueron precisamente los rasgos característicos de estas tres invasiones que la Europa occidental sufrió durante la Edad Media.
Defendidas las diversas comarcas por la nobleza guerrera local y la gleba bajo su mando, normandos, eslavos y mongoles no podían apoderarse de ellas con la misma facilidad con que en el siglo V lo hicieron los germanos con el Imperio Romano; pero la falta de organización por divisiones de intereses y lealtades, la continuamente cuestionada y desafiada autoridad de los reyes y gobernadores, y sobre todo las dificultades técnicas, especialmente en materia de comunicación, hicieron que esa defensa, aunque suficiente para impedir la conquista, fuera ineficaz para acabar de una vez con la amenaza de las incursiones de saqueo. En un ambiente de continua guerra o amenaza, el cambio de potestades no significó en estos territorios y en los conquistados más que el afianzamiento y fortalecimiento de la estructura feudal y sus patrones de pensamiento. El oscurantismo encontró en este proceso de sustitución de poderes una razón más para ahondar más la pérdida de las tradiciones culturales de occidente.
En una dinámica totalmente opuesta, el afianzamiento musulmán en la península ibérica significó una apertura a las corrientes del pensamiento tanto grecorromanas como del Africa y el cercano oriente. Independientemente de su religión y origen, el territorio de Al-Andalus se constituyó en sitio de asiento y concurrencia de los más brillantes representantes de todas las corrientes filosóficas y científicas de la época y su pasado clásico. Ante el oscurantismo general del mundo medieval cristiano y el confinamiento del pensamiento en unos cuantos conventos y abadías, la Andalucía brilló como el más importante foro multicultural que iluminó las ciencias y las artes durante casi ocho siglos.
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