El Centro Cultural Universitario .- Espacio y lenguaje en arquitectura
Las notas en recuadro son una colaboración de Leticia León, amiga y compañera de estudios de muchos años.
"La historia de cómo nace en un país joven el impulso por explorar lo desconocido; cómo al principio es solo una llama mortecina que puede apagarse en cualquier momento; y cómo requiere atención cuidadosa e inteligente hasta que por fin puede prenderse y promete iluminar todo el porvenir, es una historia fascinante."
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Primero fue el espacio.
Lo primero es el espacio; la generosa reserva de área natural que envuelve al Centro. Ni siquiera la Sala Netzahualcóyotl, primer elemento construido en el área del futuro conjunto e igualmente valiosa por su concepción y arquitectura, cuenta con un espacio exterior tan cuidadosamente diseñado. Allá está: aparte, aislada, reinando sobre su propio dominio de lava volcánica.
El agreste espacio natural demanda del equipo de trabajo - un equipo joven, universitario y casi anónimo en ese momento: Orso Núñez, Arcadio Artís y Arturo Treviño - una respuesta inspirada para continuarlo y expresarlo en la concepción arquitectónica. El programa de la nueva iniciativa, el grupo de edificios conocido ahora por todos como "Cultisur", no tiene peros; cualquier arquitecto joven o viejo soñaría con un programa así:
- Salas para teatro, para cine, para danza;
- Areas multiusos dentro de los mismos elementos de la arquitectura, que permiten el establecimiento de exposiciones temporales o la realización de eventos informales;
- Espacios comerciales para la cultura, librería, cafetería;
- Las oficinas propias de la entidad a cargo del conjunto.
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Y
¿La idea, la intención?
¿Cual idea más generosa, más auténticamente representativa de una Universidad que se abre al pueblo, que esta expresión material del extensionismo universitario? ¿Cual idea más democrática en la arquitectura de México de los últimos tiempos?
Se trata de un regalo para todos: Intelectuales y estudiantes que viven apretándose el cinturón; maestros e investigadores - no solamente universitarios -, dignos por su vocación y entrega; trabajadores de la Universidad y fuera de ella; también la "gente bonita" de las zonas ricas de la ciudad, los vecinos pobres y el "medio pelo"; los niños, los jóvenes, los ancianos y los padres, tíos, primos, hijos, nietos y entenados de todos ellos.
El sueño Vasconcelista.
La belleza del lema: "Por mi raza hablará el espíritu", revela la vocación humanística con la que fue concebida la Universidad Nacional.
El autor de ésta célebre frase fue José Vasconcelos que asumió la Rectoría de la Universidad en 1920 en una época en que las esperanzas de la Revolución Mexicana aún estaban vivas, había una gran fe en la patria y una convicción de que: "nuestra raza elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima", según explicó el "Maestro de América" al presentar la propuesta de autonomía: "Imaginé así el escudo universitario, con una leyenda pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión. Eramos, como el judío, un pueblo que de su dolor secular debía extraer fuerzas para sus creaciones poderosas".
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Y el mismo espacio era el reto.
La cualidad, la función humanística que debía satisfacer el conjunto, obligaba a hacer de su habitabilidad una condición insoslayable. La amplitud de miras de su horizonte espacial apuntaba hacia una integración cósmica del hombre y su habitar con el paisaje. Los "bienes de la inteligencia, la razón y la sensibilidad" que ofrecería el conjunto debían tener una permeabilidad aérea a pesar de la necesidad de su seclusión. El hombre y el paisaje debían compartir el espacio y la obra.
¿Como casar lo cerrado con lo permeable? ¿Cómo preservar la privacidad de un espectáculo, haciéndola compatible e invitadora con el espacio público? ¿Cómo hacer sentir que se está adentro cuando se está afuera y viceversa? ¿Cómo hacer hospitalaria una gran envolvente cerrada al exterior?
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El pensamiento del grupo llamado "Ateneo de la Juventud" marcó el carácter de la Universidad y le prestó fundamentos a su vocación nacional creando un movimiento intelectual, moral y estético.
La avidez cultural era también avidez de reforma nacional. El programa del Ateneo fue llevado después a un verdadero movimiento por Vasconcelos; quien basó su plan de redención nacional en la educación. En esa cruzada la Universidad jugaría un papel fundamental en la impartición de educación para el pueblo. Es esta función de llevar los bienes de la inteligencia, de la razón y de la sensibilidad al pueblo, lo que forma el corazón mismo de la Universidad; desde entonces hasta hoy, la Universidad es educadora y su misión es humanística.
Las humanidades son el sostén de la Universidad, su aliento, y el impulso de su quehacer.
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Por otra parte, el espacio no era, no es, un espacio cualquiera. Se trata, junto con el del ya desaparecido (o casi) sistema lagunar, de un paisaje típico de nuestra volcánica meseta. De un espacio intocado por las explotaciones de piedra de la antigua hacienda de Cuicuilco; de un paisaje con vegetación y características propias. Se trata de un paisaje con los mismos derechos del hombre para disfrutar de la cultura universitaria, y para continuar permeándola con su presencia.
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Antes que el Centro Cultural Universitario, la primera experiencia es la Sala de Conciertos Netzahualcóyotl. Debido a su original concepción aislada, a su soledad primigenia, al yermo silvestre que acogió su construcción, la edificación no logra integrar su vida interior con su presencia exterior; sin embargo, de esta falta de asidero humano surge la imperiosa necesidad de coherencia con el paisaje. ¿El resultado?: Una vigorosa concepción tectónica, morfológica, topológica del edificio.
Ahí está; como una gran nave extraña y, al mismo tiempo, tan propia de su entorno, que no podría haber sido concebida para otro sitio. Ya el lenguaje arquitectónico de la Sala propone buena parte del alfabeto que posteriormente se convertirá en idioma en el resto del Centro Cultural.
La idea misma de una ciudad universitaria, de una universidad que se concibe como ciudad, es algo muy importante y muy bello. Partió de la noción de que la Universidad podía constituirse como Polis, como comunidad, y tener su propio territorio; y, en él, su habitar unificado y también propio.
El sitio elegido para la construcción de la Ciudad Universitaria fue el conjunto de lava petrificada del Xitle llamado "Pedregal de San Angel". Al aliento templado del clima, en el polvo fértil acumulado y bajo consistentes lluvias, se formaron pequeños valles, crestas y cañadas de roca, y las minúsculas cascadas y corrientes donde han visto la luz una fauna y una flora ricas, diversas, únicas. Esta es la herencia ambiental de la Ciudad Universitaria.
La magia del sitio radica en el encuentro con la belleza natural de un lugar que se expresa en el paisaje: el "lugar" en el que el hombre puede imaginar y crear el recinto de su cuerpo y de su espíritu. La identidad entre el emplazamiento urbanístico, la obra arquitectónica y el paisaje.
El emplazamiento, la estructura, la forma y la armonía con la que se expresan los elementos y los atributos naturales: la tierra, el agua, la piedra, la vegetación, la fauna, son que inspiran a los creadores de la Ciudad Universitaria en la comunión entre la obra de la naturaleza y la obra del hombre.
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Indudablemente también, la diversidad de funciones que ofrece el "Cultisur", se traduce en una ventaja programática y vivencial de gran atractivo para los usuarios del centro; esto se traduce en una actividad permanente y casi continua que se extiende inclusive durante los fines de semana, independientemente de la función institucional - o al lado de ella - constituyendo el área del Centro un espacio idóneo para el paseo familiar.
Esta misma ventaja hace que la concepción y uso del conglomerado del "Cultisur" permita a sus diseñadores - y exija de ellos - una rica visión integradora del conjunto y de éste con su entorno. De ahí se retornará posteriomente - con mayor o menor fortuna - a la concepción de obra aislada o independiente al diseñarse y construirse en el área el Centro Universitario de Teatro, el Espacio Escultórico y finalmente el conjunto que alberga a la Biblioteca y Hemeroteca Nacionales.
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