MG A 1500 DE 1956
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Observando el MG A y recordando las formas de su inmediato antecesor, el TF de 1953, se entiende el esfuerzo del fabricante británico en destacar en su propaganda que era “el primero de una línea moderna”. Sus formas apenas tienen algo en común con las de los veteranos Midget, cuyo origen se remonta al tipo M de 1929. Pero en pro de ese eslogan existe un matiz aún más elocuente que enseguida salta a la vista. Syd Enerver, el padre de la criatura, al integrar las aletas y los faros al cuerpo de la carrocería consiguió crear una de las líneas más bajas y perfiladas que podían encontrarse en los vehículos de su misma categoría. El cuatro cilindros monoárbol cobra viveza a partir de 3.000 vueltas. Por debajo de este régimen, responde con menos brío, pero sin titubeos. A este ritmo, en directa, podemos mantener un crucero tranquilo de 80 km/h, aunque si se solicita un aumento de velocidad repentino, obedecerá, dado que cuenta con un factor determinante: un peso contenido de 890 kilos. Sin embargo, cuando la adrenalina nos sube el ánimo, por ejemplo ante un tramo de curvas pronunciadas seguidas de alguna recta, es necesario cambiar de actitud. Mantener el motor alegre, entre las 4.000 y las 5.000 vueltas, requiere pisar el pedal derecho con decisión y manejar con habilidad la palanca del cambio. En 2° y 3° suponer rodar entre 50 y 100 km/h, o sea, llegar a un viraje, frenar y a la salida dar gas para rápidamente subir una marcha. En una conducción sosegada, el MG A se muestra confortable y bien guiado. Pese a ir sentados en una posición tan rebajada y cercana al puente posterior, las irregularidades del terreno no se transmiten de forma seca al habitáculo. Al aumentar la velocidad, no denota vicios importantes: su bajo centro de gravedad ayuda a que vaya con aplomo. En cambio, las curvas lentas se le atragantan bastante, pues tomadas con entusiasmo traen consigo una inclinación excesiva de la carrocería, aunque las cuatro ruedas nunca perderán contacto con el pavimento. En esta circunstancia es donde se echa en falta una mayor sujeción de los asientos. Por lo demás, los frenos cumplen su misión con nota alta. Incluso en esta versión primitiva, con tambores en las cuatro ruedas, son suficientes para detenerlo en espacio y forma adecuados. Aunque el MG A está considerado un clásico deportivo, este último término no debe entenderse en su sentido más estricto.
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