Forzando la voluntad
paterna, Isaac superó las pruebas de acceso e ingresó en el Colegio Naval
Militar de San Fernando el 8 de diciembre de 1866, siendo nombrado guardiamarina
de segunda clase e iniciando su carrera naval, que le llevó de buque en buque y
a través del Mediterráneo y del Atlántico. En 1867, con sólo dieciséis años, se
embarcó en la urca Santa María
con destino a Manila, doblando el cabo de Buena
Esperanza. Peral regresó a España a los dos años para, en la
fragata Victoria
conducir desde Italia al nuevo rey de España, Amadeo de Saboya, por lo que
recibió su primera condecoración: caballero de la Orden de la Corona de Italia.
El 21 de enero de 1870 y tras un duro examen, es ascendido a guardiamarina de
primera y, a la vez que navegaba por los puertos del Mediterráneo, preparaba su
examen para alférez de navío, obteniéndolo el 31 de enero de 1872 y siendo
destinado a la goleta Sirena y, más tarde, al
vapor Vulcano.
La guerra de Ultramar continuaba en el Atlántico; el gran imperio español
se derrumbaba y sólo Cuba y Puerto Rico eran los exponentes de un esplendoroso
pasado. En Cuba, donde en 1868 estalló el movimiento independentista de Yara, la
doctrina norteamericana Monroe hacía inviable una solución favorable para
España, por lo que USA se convertía en enemigo potencial de España, en unos
momentos en los que en la península se dilucidaba la guerra Carlista y era
inminente el conflicto cantonal. Era muy difícil, por tanto, destinar hombres,
recursos y barcos al conflicto antillano, aunque estuviese en juego nuestro
prestigio como potencia colonial. El gobierno español sólo podía aspirar a
cortar las líneas de aprovisionamiento de los rebeldes cubanos, mediante la
vigilancia de las difíciles costas caribeñas, para lo que se destinó una
flotilla de buques de pequeña envergadura y construidos en USA.
Al cañonero Dardo
fue destinado Isaac Peral como segundo comandante el 23 de
noviembre de 1872, destacando en varias acciones de guerra en la zona de
Nuevitas, lo que le valió la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo. El
18 de diciembre de 1874, Peral llegó de nuevo a Cádiz, después de haber asistido
como testigo al affaire Virginius; y es destinado a la guerra del Norte en la
goleta Sirena, participando en el bloqueo y
bombardeo de Elanchove y Bermeo.
Terminada la guerra, fue destinado como instructor de guardiamarinas a la
fragata Blanca y después a
la Numancia. Su contacto con la enseñanza naval será
decisivo.
En julio de 1876,
Peral entra como profesor en la Academia de Ampliación
de Estudios de la Armada y al año siguiente contraerá matrimonio con la gaditana
Carmen Cencio y Rodríguez. Su estancia en la institución científica y su
contacto con otros profesores preocupados por la ciencia y la técnica naval,
como José Luis Díaz y Joaquín Ariza, serán decisivos para el futuro de Peral y
de su invento. Ya en el campo de la investigación dio muestras de sus
conocimientos elaborando una «Teoría de los huracanes», que le valió la Cruz de
Primera Clase del Mérito Naval con distintivo blanco.
El 21 de julio de 1880 fue
ascendido a teniente de navío, siendo destinado a Cartagena, a la Escuadra de
Instrucción, y al año siguiente, a petición propia, es destinado a Filipinas,
con el fin de conseguir mejores haberes. La estancia de Peral en el Pacífico
transcurre por varios destinos de la Marina, con los mismos objetivos que en
Cuba, pero en un territorio desconocido y hostil, que era preciso, además,
cartografiarlo. Peral ocupó un cargo burocrático en el destartalado Arsenal de
Cavite. Más tarde formó parte de la Comisión Hidrográfica y el 15 de noviembre
de 1881 consiguió el mando del cañonero Caviteño, realizando misiones de control,
vigilancia y transporte en los mares del sur, hasta que en 1882 regresa de nuevo
a España y es destinado a la Academia de Ampliación de la Armada en San
Fernando, donde impartirá las asignaturas de Física, Química y Alemán y, tras la
reunificación de las Academias de la Armada, Peral se ocupará de la cátedra de
Física, gestando aquí su proyecto de buque submarino.