GRACIELA AGUDELO
(Ciudad de México, 1945)
-¿Hay una influencia
familiar que te lleve a la música?
-Sí; nací en el seno
de una familia de artistas. Mi madre era pianista, pero en su generación las
aspiraciones artísticas de las mujeres eran opacadas por el matrimonio y los
hijos. Ella fue una buena pianista que se dedicó a cuidar a sus niños. Yo crecí
escuchándola, sentada debajo del piano. Mi padre era poeta, un hombre muy
sensible e imaginativo.
-¿A qué edad
definiste que querías dedicarte a la música?
-Siendo adolescente.
Al entrar a la preparatoria le dije a mi madre que iba a estudiar música.
Aunque ella me introdujo en esa disciplina, se llevó una sorpresa cuando le di
la noticia. Me propuso que hiciera leyes, periodismo, pero yo quería la música,
aunque también deseaba ser bailarina. A los 14 años entre a la Nacional (ENM).
Me casé y no concluí la carrera de pianista. Ya casada y con mis dos hijas
pequeñitas, ingresé al Taller de Composición de Carlos Chávez. En ese tiempo,
el maestro se había retirado; quedaron en su lugar Héctor Quintanar y Mario
Lavista. Estudié con ellos, fui de la última generación de ese Taller.
-Tu carrera se
orientó a los niños, como pedagoga...
-Sí, pasé veinte
años dando clases de iniciación musical a niños en edad preescolar. Llegué a
esta actividad de modo accidental. Empecé a trabajar con niños en, Yamaha, que
en esa época tenía un matiz distinto en relación con la enseñanza. Ahí me
inicié en la pedagogía y me gustó; luego llegaron más ofrecimientos para dar
clases a escolares. De ahí concebí mi método GAM que se está editando ahora, en
condición de la ENM y el CENIDIM.
-¿Falla un método
para motivar musicalmente a los niños? -Sí. Creo que hay chicos muy talentosos,
orientados a la música, con buen oído y gran sensibilidad, pero que, por la
influencia de la televisión y la radio, se desvían; toda su musicalidad se
pierde porque toman gusto por una especie de música que no lo es, que se
introduce a la fuerza a base de publicidad. También los maestros necesitan
apoyo; he conocido muchos de ellos que no saben qué método llevar. Existen
libros extranjeros de una factura excelente, pero no van de acuerdo con las
necesidades del niño mexicano y latinoamericano. Como maestra, yo misma viví
esas carencias y necesidades de los chicos. Por fortuna, me apoyaba en la
composición y hacía canciones que se aplicaran a mi requerimiento pedagógico.
-¿ Cuánto tiempo
dedicaste a escribir el libro?
-Los últimos años.
Allá por el 88 hice acopio y escribí canciones y metodología para la enseñanza,
con el fin de aplicarla yo misma. En aquel año estaba por retirarme de esto,
porque la composición me demandaba más tiempo y tenía una experiencia más
lograda en este campo; decidí que antes de voltear esa página de mi vida,
reuniría el material que utilicé durante esas décadas y lo depuré. Es un método
para los dos primeros años de iniciación musical.
-Todos estos años,
¿le quitaron tiempo a la compositora?
-No, para nada.
Siempre compuse, lo hice desde que estaba en el Taller y no lo dejé nunca.
Termino una pieza y empiezo otra. Para los niños escribía poco a poco una o dos
cancioncitas, que no quitan mucho tiempo. En cambio, a lo fuerte, mi
composición, logré dedicarle toda mi concentración.
-Tal vez hubieses
compuesto más...
-Quizás, pero siento
que se capitalizó. Lo que no compuse como música de concierto no fue tiempo
perdido; mi trabajo para los niños lo hice con mucho amor, porque ellos son un
material humano formidable. No lamento nada, fue parte de mi vida.
-Por años, sin
embargo, compusiste dos o tres obras...
-No me siento una
compositora muy fructífera, pero estoy satisfecha porque realizo muchas
actividades paralelas a la composición. Ahora mismo, por ejemplo, tengo el
cargo de la Secretaría de Difusión de la Escuela (ENM) y estoy encantada; a la
par, soy cofundadora del grupo Ónix, un nuevo ensamble de música contemporánea,
con los mejores instrumentistas del país. Ónix tocará obras de compositores
vivos y dará conciertos con un espíritu académico que pueda brindar apoyo a
aspirantes a compositores o instrumentistas. Esto sustrae una buena parte de mi
tiempo, pero siento un deber con la sociedad. Amo la música y quisiera dejar
una huella de mi labor en cada lugar.
-En tu catálogo
tienes más de 40 obras, quizás más que otras compositoras mexicanos sólo dedicadas a crear..
-He oído a algún
colega que compone once piezas al año, casi una por mes; yo sería incapaz, pues
mi manera de componer es revisar y revisar y volverme a cuestionar. No compongo
en un estado de conciencia de sólo escribir, sino que medito, maduro, borro y
cambio. Dejo en paz la obra hasta que se publica.
-¿Antes de empezar a
componer, ¿de qué te alimentas?
-No sé si por
pertenecer al signo Sagitario o provenir de padres artistas soy una persona
solitaria, cosa que me hace extrovertir mi fantasía. Tengo un yo niño muy
grande, mi mente anda dando vueltas en mil cosas. Me gusta la naturaleza, soy
una persona espiritual y mi mundo interno es muy rico. Muchas cosas me
conmueven, me causan una emoción que necesito transmitir y lo hago a través de
la música. Soy fantasiosa en la vida de vigilia, como en la de los sueños. Hay
algo curioso: cuando tengo el tiempo suficiente para escribir, la cabeza la
ocupo en mil cosas. Y cuando estoy con más prisa, que tengo cinco cosas que
hacer, me siento a componer y, como olla de presión, cocino mis obras. Eso no
descarta los momentos de tranquilidad que uso para la labor más reflexiva y
estructural de mi obra. No poseo una constancia, pero sí una disciplina; aunque
caótica, es la mía.
-De tu catálogo,
¿con cuáles obras te identificas y por qué?
-Con las más
recientes, en el sentido de que involucran cierta madurez, reflexión y traen
una experiencia vital. Por ejemplo, me identifico con Cantos desde el confín,
un quinteto para mezzosoprano, cello, piano, percusiones y flauta; la siento
muy femenina, aunque el sexo de la creación sé que es rebatible, pero por la
inspiración que tiene, el tratamiento mismo y los textos, que son míos, me
parece que tiene ese cariz. Está basada en las canciones de las hilanderas,
esas mujeres que en Las Cruzadas se quedaban solas, esperando al amado que se
había ido a la guerra; tiene ese espíritu de espera, La obra Parajes de la
memoria para orquesta está basada en las andanzas de mi padre por la selva; él
fue oriundo de la Colombia amazónica, y cuando yo era niña él me contaba sus
viajes, la exuberancia de la selva, el color de los animales. Eso quedó en mi
mente, y escribí una pieza de algo que no conocí, pero que fue una especie de
memoria compartida. También me gusta Meditaciones sobre Abya-Yala, basada en el
nombre de América, el que le dieron los indios de Panamá.
-En el 84 escribiste
una obra a petición de Alicia Urreta, y se la dedicaste.
-Sí, fue dos años
antes de que muriera. Ella iba a hacer una serie de programas de música
mexicana para piano y me llamó, Licha me dijo: "Te he buscado, por todas
partes; hace 15 años que te perdí la pista". Me pidió una obra para ese
cielo; puedo decir que ella, que tenía un corazón inmenso, generoso, me
reintegró al medio. Mi obra y las de otras mujeres se tocaron por primera vez
en el Foro de Música Nueva; Manuel Enríquez accedió a presentar un programa de
puras compositoras gracias a la insistencia de Alicia. Creo que no la hemos
defraudado.
-Has impartido
clases, has compuesto, eres funcionaria, ¿qué te quedaría por hacer?
-En mi país la música clásica y contemporánea de cámara no tiene todavía el lugar que merece. Ahora, con la creación de Ónix, mi reto va por la música de cámara, por darle un lugar y por acercarla a la juventud. Creo que hay mucho por hacer en México; yo no soy nadie para pretender realizarlo todo, pero las metas que la vida me pone a mi alcance procuro asumirlas. Por otro lado, no soy de quienes creen que el curriculum se hace a partir de haber estudiado con fulano o mengano y en todas partes del mundo. La trayectoria se hace con acciones, nada más.
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