GABRIELA ORTIZ

 

(Ciudad de México, 20 de diciembre de 1964)

 

 -Perteneces a un grupo de mujeres que dieron casi los mismos pasos, el taller de composición con   Mario Lavista y Daniel Catán, por ejemplo...

 

 -Bueno, tuve dos maestros que fueron muy importantes: por supuesto, Mario Lavista y también Federico Ibarra. Hice la carrera en la Nacional (ENM); al Conservatorio solo asistía al taller de composición y a clases de análisis. Lavista e Ibarra son pilares fundamentales dentro de mi formación. Coincidió con que teníamos excelentes compañeros. Eso nos ha consolidado; era competencia, pero de la buena. Había un ambiente padre y promovíamos muchos eventos; organizamos conciertos y de inmediato empezamos a tener contacto con intérpretes de música contemporánea. Nunca se me va a olvidar que Luis Hurnberto Ramos estrenó una pieza mía cuando yo era alumna del Conservatorio, en el 86; siempre se lo voy a agradecer porque él ya era músico profesional. Asimismo, Horacio Franco o Alberto Cruzprieto fueron apoyos fundamentales, que cooperaron con los alumnos. Porque una manera de aprender es escuchando las obras con un buen intérprete: al principio uno está buscando lenguaje, personalidad, explorando cosas, y cuando no hay una buena lectura de la pieza, uno puede creer que es la obra y a veces no es cierto, es la mala ejecución.

 -¿Cómo llegas a la música?

 

 -Desde niña. Mis papás estuvieron en el grupo Los Folkloristas, fueron de los fundadores. Además, mi mamá estudió piano cerca de 15 años; no se dedicó profesionalmente pero sí tenía una formación sólida. Mi abuelo, el papá de mi papá, era gran melómano, Tenía discos de 78 revoluciones con obras muy de vanguardia para su época. Siendo médico, tuvo oportunidad de conocer a Mahler en Washington. Mi papá es arquitecto y también un melómano. A veces comenta conciertos para Radio Educación. Cuando quiso incursionar en la música clásica íbamos juntos a la clase de solfeo. Siempre tuve de ellos apoyo incondicional.

 

 -Desde chica definiste que querías ser músico?

 

 -No tan chica, empecé con los ritmos populares y toqué el charango y la guitarra, pero oía a los clásicos y estaba el piano ahí; mis papás me sugirieron estudiar música, e inmediatamente me di cuenta de que ese era mi campo. A los catorce años empecé a componer, hacía partituras para piano. Asistí a una primaria rnaravillosa en la que daba clases Mario Stern; en sexto año impartía un taller de composición, y me encantó inventar melodías. Eso me quedó muy marcado, al grado de que a los quince años ya sabía que no iba a ser pianista, sino compositora. Empecé a estudiar armonía en la academia Tlamatinime, con Maria Antonieta Lozano; eso fue fundamental porque tuve más herramientas. Cuando acabé la prepa me fui un año a Francia para darme un descanso, pues me entró la crisis respecto a la música, que qué tal si me equivocaba. A los dos meses de estar en París ya estaba de oyente y luego me inscribí en el conservatorio municipal y andaba buscando un piano. La música no la pude dejar ni un rato, pero fue muy bueno poner esa distancia. Ese viaje fue importante porque tuve cercanía con la música del siglo XX; fue todo muy empírico y salvaje, lo que aprendía era por iniciativa propia, porque no tenía guía ni estructura alguna, pues no me había ido con ese propósito. Para mí era importante alejarme y decidir estudiar música no por mi papá -que es un músico de corazón- sino por mí misma. A mi regreso a México, entré al CNM y al taller de composición con Mario Lavista, e hice toda la carrera académica. Luego continué mis estudios en la Escuela Nacional de Música y al terminar sentí que debía irme a extranjero, que necesitaba otra perspectiva. Me fui con una beca del Consejo Británico y luego con una de la UNAM y estuve cinco años en Inglaterra, donde realicé la maestría y el doctorado.

 

 -¿Qué revisión harías de esos cinco años?

 

 -Hubo dos cosas fundamentales; una, cortar el cordón umbilical con Mario. porque tenía con una relación muy estrecha, apenas llevaba tres compases y ya quería que los viera. En Londres, en Guildhall School of Music, me encontré con maestros cuya presencia no era tan fuerte y eso me hizo madurar. Ya en el doctorado, en la City University de Londres, estaba yo sola, haciendo investigación.

 

 -¿Qué profesores y compositores fueron importantes allá?

 

 -Robert Saxton fue útil en mi transición para dejar de ser alurnna, Cuando llegué al doctorado ya sabía qué quería componer, iba muy armada. Otra de las razones para estar en Inglaterra fue el contacto con la música electroacústica; creo que soy de las pocas compositoras mexicanos que trabaja la electroacústica.

 

 -¿Por qué te interesó la música electroacústica?

 

 -Me importa la música electroacústica como la electrónica, no estoy casada ni con la una ni con la otra. Son medios interesantes, con recursos que amplían mi gama creativa. La electroacústica me permite escuchar de manera distinta, jugar con paránietros diferentes, tener más conciencia del sonido. Al hacer música electroacústica invento mis propios sonidos, creo mi propia orquesta. Agudizar el oído de esa manera ha influido mucho en mi música acústica y creo que ambas se han enriquecido. No me arrepiento de nada, como tampoco de tener una base musical sólida, porque lo que se ha dado mucho en estas nuevas tecnologías es que hay gente que entra directo a la tecnología, y entonces hay ingenieros tratando de componer. Aunque hago música electroacústica, trabajo con los mismos parámetros de la acústica, timbre, ritmo, melodía o texturas.

 

 -¿Cuántas de tus obras son electroacústicas?

 

 -Bueno, he escrito mucho para instrumentos solistas y cinta, casi todo lo hice en la universidad en Londres, porque ahí tenía acceso a un estudio muy bueno.

 

 -Y en México, ¿qué equipo tienes?

 

 -Tengo un equipo no completo, porque es muy caro. Uno se va adaptando a lo que hay. La UNAM tiene algo de equipo, pero no me he acercado al Centro Nacional de las Artes para ver qué tiene. La tecnología es cara y eso nos limita. Claro, yo podría estar buscando residencias en otros países, el problema es que también ha coincidido con el hecho de que tengo encargos acústicos para orquesta, desde que regresé al país, hace un año y medio. Ahora estoy preparando una obra para el Cuarteto Kronos. Va a ser una pieza que involucro elementos escénicos, es acerca del Día de Muertos; probablemente en ella sí haga una parte en cinta, quiero grabar los rezos chamulas, la voz de mi madre, que ya murió, la de Víctor Jara, todo procesado. Se estrenará en Abril de 1997, en San Francisco.

 

 -De tus obras, ¿cuáles elegirías comofundamentales?

 

 -Mi carrera es aún muy corta. Profesionalmente ernpecé a componer en el 86, a los 18 años de edad. Esa primera etapa es la de estudiante, muchas influencias que se plasman en mis obras. Luego vendría mi etapa de transición, en Inglaterra, en una búsqueda personal más profunda y un cambio de estética. Allá me doy cuenta de lo que tengo qué ofrecer como latinoamericana, con lo que crecí y me rodea; no se trata de ponenne el sombrero de charro, pero sí de tener conciencia de mi idiosincracia, que no es la misma de un europeo, porque México es un país donde el surrealismo lo vivimos todos los días y enfrentarnos la muerte cotidianarnente. La pregunta es cómo plasmar eso que percibo y encontrarme a mí misma, asumirme con mi cultura. No tengo miedo de mostrarme como soy. No se trata de rechazar el pasado, sino de asumirlo y dejarlo fluir.

 

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