Jaime Sabines nació
en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25 de marzo de 1926. Es hijo del mayor
Julio Sabines, de origen libanés, y de doña Luz Gutiérrez, nacida en
Chiapas.
Julio Sabines, nació
en un pueblo cerca de Líbano, siendo un niño junto con sus padres y sus
dos hermanos emigró a América. La familia se asentó en Cuba, pero pocos
años después Julio se marchó a México. Participó en la Revolución y, al
llegar a Chiapas, había alcanzado ya el grado de capitán de las fuerzas
carrancistas. Por su parte, Doña Luz pertenecía a la alta sociedad
chiapaneca de su tiempo. Fue hija de Joaquín Miguel Gutiérrez, jurista y
dirigente liberal que fue gobernador del estado en cuyo honor la
capital, Tuxtla, lleva su apellido. Julio y Luz tuvieron tres hijos:
Juan, Jorge y Jaime, nuestro poeta
Fue durante la preparatoria cuando Jaime publicó sus primeros poemas en
el periódico de la escuela llamado El Estudiante; Algunos de
ellos están en su primer libro, Horal. No obstante, reconoce que
la mayoría de lo escrito en esa época eran versos de principiantes, como
lo dejan ver —dice— los mismos títulos: "A la bandera", "A mi madre",
"Primaveral", "Introspección", y poemas a las novias. Sabines llegó a
ser director de ese periódico, que alguna vez lo consideró un futuro
valor de las letras chiapanecas
En 1945 viajó a
la ciudad de México para estudiar medicina, carrera que abandonó a los
tres años porque su concepto romántico de la medicina —quería inventar
medicamentos— desapareció en los primeros meses en que estuvo en el
antiguo edificio de la Inquisición, en la Plaza de Santo Domingo en el
Centro Histórico, edificio sede de la Escuela de Medicina. De pronto se
encontró solo, en una ciudad indiferente, y se puso a leer con fruición
y desvarío. Nació la necesidad de escribir sus angustias. No quería ser
médico. El poeta se hizo en ese tiempo en que estuvo en contacto con el
dolor humano.
Fue en este mismo
año cuando publicó el primer poema que consideró bueno, "Introducción a
la muerte", en la revista América, que dirigían Efrén Hernández y
Marco Antonio Millán.
Después, Jaime
regresó a Chiapas, donde permaneció un año. Trabajó como vendedor en la
mueblería Sabines, propiedad de su hermano Juan. En 1949 regresó a la
ciudad de México e ingresó a la Escuela de Filosofía y Letras
En su nueva
facultad encontró su verdadera vocación, aprendió a ver la poesía no
sólo como un don sino como un oficio. Entre sus maestros figuraban Julio
Torri, Amando Bolaños e Isla, Julio Jiménez Rueda, Enrique González
Martínez, José Gaos, Eduardo Nicol. Entre sus compañeros y amigos han
destacado Sergio Magaña, Sergio Galindo —su gran amigo—, Emilio
Carballido, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Luis Josefina
Hernández. Algunos solían reunirse a discutir y comentar sus textos en
la casa de Efrén Hernández, lugar al que asistían poetas, novelistas y
dramaturgos. Ahí conoció Sabines a Juan Rulfo, a Pita Amor, a
Guadalupe Dueñas y a Juan José Arreola.
Aunque Jaime
Sabines comenzó a escribir a los dieciséis años, lo que rescató fue
aquello que empezó a hacer a partir de los veintitrés, cuando notó que
tenía una voz propia y decidió publicar Horal.
Al aparecer esta
obra, Carlos Pellicer se ofreció a hacerle un prólogo, pero Sabines
rechazó la oferta porque no deseaba empezar a andar con muletas,
apoyándose en la celebridad de otro.
En 1952, cuando
había cursado tres años en Filosofía y Letras, se vio obligado a
regresar a Tuxtla ya que su padre habla sufrido un accidente y se
encontraba grave. Durante los años universitarios, además de Horal,
había escrito La señal y Adán y Eva
En mayo de 1953
su hermano Juan, al ser elegido diputado, viajó a la ciudad de México,
motivo por el cual le dejó su tienda de ropa a su hermano Jaime, el cual
contrajo matrimonio ese mismo año con Josefa Rodríguez Zebadúa, a quien
conocía desde niño.
De regreso en
Tuxtla, después de su matrimonio en México e instalado en la tienda de
telas El Modelo, Sabines se propuso como ejercicio de sombra —como hacen
los boxeadores— hacer un soneto diario a lo largo de un mes, con la
única finalidad de que la mano no se olvidara de escribir y no para
buscar alguna disciplina, de la que, en el caso de la poesía, nunca ha
sido creyente.
Durante siete
larguísimos años, de 1953 a 1959, el poeta, a pesar de haber publicado
tres libros, vivió imprecando contra su suerte por tener que hacer algo
tan indigno como barrer la calle, levantar las cortinas y mercar telas.
"Entonces fue un gran aprendizaje de humildad —dice—, allí se me fue
toda la vanidad, esa que tienen los jóvenes. Yo me sentía humillado y
ofendido por la vida. ¿Cómo era posible que estuviese en aquella
actividad, la más antipoética del mundo, la del comerciante?" Al cabo de
dos o tres años la actividad fue ejerciendo sus influjos. La hostilidad
de la provincia, para un poeta que había probado la hostilidad de la
gran urbe, se nota en su libro Tarumba, nacido tras el mostrador
de telas en 1945, cuando iba a nacer su hijo Julio
Al publicar
Tarumba, Sabines tenía treinta años, cuatro libros, estaba casado, y
tenía un hijo, vendía telas en su tienda, a donde llegaban a pedirle
consejo y a beber con él otros poetas más jóvenes: Eraclio Zepeda, Juan
Bañuelos, Óscar Oliva, quienes más tarde formarían parte del grupo La
Espiga Amotinada.
Sabines regresó a
México en 1959, cuando su hermano Juan instaló una fábrica de alimentos
para animales, a la que llegó a trabajar. Ese mismo año, en el mes de
abril, el Ateneo de Ciencias y Artes le otorgó el Premio Chiapas.
De regreso en la
ciudad de México, escribió Diario Semanario, un poema de amor a
la enorme ciudad, la reconciliación con la gran urbe, como ha dicho el
propio Sabines
raíz de la
enfermedad y muerte de su padre, Sabines escribió en distintas épocas
cada una de las dos partes de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines.
"Todo el poema —rememora el poeta— se hizo con llanto, con sangre.
Es un poema del que no me gusta hablar porque es puro dolor,
desgarramiento , impotencia ante la muerte..."
En 1962, la UNAM
publicó el primer Recuento de poemas de Jaime Sabines, donde se
recopiló casi todo lo que había escrito hasta entonces
Dos años después
fue becario del Centro Mexicano de Escritores, donde estaban Juan Rulfo,
Francisco Monterde y Salvador Elizondo. Fue precisamente durante esa
beca que el poeta escribió la segunda parte de Algo sobre la muerte
del Mayor Sabines.
En 1965
visitó Cuba como jurado del Premio Casa de las Américas. Quedó
impresionado por las carencias y mucho trabajo con que vivía la gente
allá. Esto le produjo un desencanto con la izquierda. A raíz de esto
escribió poemas de carácter político que incluiría en Yuria,
publicado en 1967. Yuria no significa nada en especial, explica
el poeta: "es el amor, es el viento, la noche, el amanecer, incluso un
país o bien una enfermedad".
En 1966 murió su
madre, Doña Luz. Al cabo de unos meses le escribió. Buscó hacer un canto
tierno, librarse de tantas muertes. Sin embargo, al final descubrió que
"ante la muerte lo único que se tiene es la cabeza rota, las manos
vacías, ante la muerte el poema no existe". "Doña Luz", que forma parte
del libro Maltiempo (1972), no deja de ser una reflexión
filosófica ante la vida. Además, el libro habla de la cotidianidad, del
cadáver de su gato, del viaje a la luna, del '68. No se trata de poesía
de intensidad sino de ideas, de trucos, de inteligencia y malicia
poética, explica el autor. Dos años más tarde de esta publicación, en
1974, recibió el Premio Xavier Villaurrutia.
En 1976 y 1979
fue diputado federal por Chiapas. En 1982, año en que hizo erupción el
Chichonal, le fue otorgado el Premio Elías Sourasky. Sabines se
encontraba en Pichucalco cuando se enteró de la noticia, pero le pareció
fútil que mientras él era distinguido así, la naturaleza se encargaba de
decirle lo poco importante que son estas vanaglorias y la pequeñez
humana y el desamparo ante lo verdaderamente ingente.
En 1985, compró
un rancho cerca de los lagos de Montebello al que bautizó con el nombre
de Yuria. Fue una época en la que cultivó la tierra, y en la que
estuvo en contacto profundo con la naturaleza. En 1988 fue elegido
diputado por el Distrito Federal, motivo por el cual dejó su rancho.
También en 1985,
recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 1986, con motivo de
sus sesenta años, fue homenajeado por la UNAM y el INBA. Ese mismo año
el Gobierno del Estado de Tabasco le entregó el Premio Juchimán de
Plata. En 1991 , el Consejo Consultivo le otorgó la Presea Ciudad de
México y en 1994 el Senado de la República lo condecoró con la
medalla Belisario Domínguez. Por su libro Pieces of Shadow
(Fragmentos de sombra), antología de su poesía traducida al inglés y
editada en edición bilingüe, Jaime Sabines ganó el Premio Mazatlán de
Literatura 1996.
En la última
década la enfermedad golpeó el cuerpo del poeta. Una fractura en la
pierna izquierda, la complicación de varios males a los que sumaron más
de 35 operaciones, hicieron que Sabines permaneciera gran parte de esos
años en casa. Tiempo en que el poeta pudo reflexionar más acerca de la
condición humana, y en el que lorgó concluir apenas un poema "Me encanta
Dios", un canto que marca su "reconciliación con Dios". Tiempo también
en el que revisó sus libretas donde fue escribiendo cada uno de sus
poemas, de ahí Sabines rescató algunos que se convertiran en breve en
sus Poemas rescatados. En ese tiempo, el poeta también pudo
viajar, cuando la enfermedad no arreciaba tanto, las ciudades de
Tamaulipas, Monterrey, Guadalajara, Tijuana y Tuxtla Gutiérrez,
recibieron a Sabines para escucharlo decir sus poemas. En 1995 estuvo en
Nueva York para presentar su libro Pieces of Shadow; junto a su
traductor W.S. Merwin. Sabines leyó algunos versos en el atrio de la
catedral de San Juan "El Divino". En el verano de 1997 participó en un
encuentro de poesía en la capital holandesa. En octubre de ese mismo año
viajó a Quebec, Cánada, para estar en un encuentro de poesía y en la
publicación de su antología bilíngüe (francés-español) Les poemes du
piéton. Dos meses más tarde se encontraba en la capital francesa
para presentar una nueva edición de Tarumba, traducido por Jean-Clarence
Lambert; en ese mismo viaje a Europa, Sabines fue homenajeado en Madrid
por la Asociación de Artistas y Escritores de España. Muchos encuentros
más esperaban al poeta. Pero el dolor se impuso ante su cuerpo.
El 19 de marzo, a
seis días de cumplir 73 años, Jaime Sabines decidió no luchar más contra
la enfermedad. El poeta murió en su casa, acompañado de su esposa
Chepita y sus cuatro hijos. Entonces ante el dolor de sus lectores, sus
hijos recordaron en los diarios lo que Jaime Sabines siempre les dijo:
"No hay que llorar la muerte, es mejor celebrar la vida". Sabines
siempre supo, que habría de amanecer.