CAPÍTULO 3

EL PROCESO DE MORIR

 

Todos los humanos saben que van a morir, es lo único seguro que tienen. A pesar de esto nadie sabe cuando va a morir y lo más difícil es conocer el momento exacto de la muerte.

En un sentido estricto, la muerte no es completa hasta el momento que ha muerto la última célula del cuerpo humano. Con base en esto, se puede decir que el instante en que el cuerpo pierde la vida es sólo el inicio de la muerte (Reyes Zubiría, L. 1996).

Gracias a las religiones, a las grandes ideologías y a los grandes ideales que se han preocupado por dar un sentido a la muerte, podemos verla como un proceso real y no como un fin definitivo (Tapia, A. 1997).

Los avances del siglo XX en lo que concierne a la tecnología médica, han transformado el proceso de morir, resultando en un proceso más largo y en opinión de algunos, más estresante debido a una “pérdida de control”. Actualmente los pacientes en fase terminal son más viejos que en el pasado debido al notable aumento de la esperanza de vida. Las enfermedades crónicas con larga duración, se han convertido en la principal causa de muerte de dichos pacientes (De Vries, B. 1999).

Es importante señalar algunos aspectos que se relacionan con las vivencias del moribundo.

¿Cómo adquiere la persona la “conciencia de que se va a morir“?

Primero, la persona desconoce las señales de la muerte próxima, ya sea por ignorancia o por engaño. Después, empieza a sospechar su situación al ver las continuas visitas a los doctores, estudios, la actitud de las personas cercanas cambia, los síntomas del agravamiento de la enfermedad y la falta de respuesta a las interrogantes. Ante la sospecha decide fingir y se comporta como si no pasara nada, esto es por temor a enfrentar la realidad. Pero por ello la persona sufre más, hasta llega a la desesperación y es entonces que decide enfrentarse a su verdad, y es cuando va a sentirse libre y a empezar a tomar decisiones respecto a su situación

En la actualidad, los pacientes en fase terminal tienen más probabilidades de morir en una institución, como un hospital, que en sus propias casas. Estos pacientes pueden sentir la pérdida de control durante este proceso, por el ambiente que suele ser despersonalizado en un hospital, la presencia de doctores y la impotencia que sufren por ser incapaces de impedir su muerte. Esta pérdida de control puede aumentar exageradamente lo estresante que es el proceso de morir (De Vries, B. 1999).

El proceso de muerte puede ser un proceso lento en ciertas enfermedades, rápido e inesperado en otros casos. También se puede tener la certidumbre de muerte en tiempo conocido o desconocido, así como la incertidumbre. Y ya sea que suceda de una forma o de otra, va a impactar de distintas maneras la vivencia de quien lo sufre (Álvarez, T. 1999).

La vida podría verse como una jornada, estacionada hasta que el alma está lista para partir del cuerpo. El propio proceso agonizante se plantea en no menos de ocho fases en la tradición budista. El modelo es una versión muy semejante a la  ofrecida por Elizabeth Kübler Ross.

Estas fases se consideran como contestaciones normales. Las personas se mueven de una fase a la próxima, pero puede resbalarse un poco de un lado a otro por el camino. Kübler-Ross  maneja el siguiente modelo de las fases:

Lindemann (1944) leído de De Vries (1999), comentaba que liberarse de la unión con quien ha fallecido, reajustarse al ambiente en el que el fallecido ya no se encuentra y la formación de nuevos vínculos afectivos, son parte de los requisitos para quien se encuentra en duelo o en pena por la pérdida absoluta de un ser querido.

Según Lofland (1985) leído de De Vries (1999), las respuestas emocionales que la gente sufre y da a la muerte de otro, varían considerablemente en su forma, textura e incluso su prolongación. La fuerza de esa emoción es estimulada por el grado de importancia o significado que tiene para la persona quien murió o se encuentra en el proceso de morir.

Actualmente aún somos sorprendidos cuando los estudios continúan confirmando esa contestación médica a la persona agonizante; los modelos de vida dan a conocer la discriminación que se da a las personas que  van a morir.

La psicología de prejuicio y la influencia social se volvió el primer acercamiento inmediato a lo que afecta las interacciones durante el proceso agonizante.

Existen cuatro tipos de interacción entre la persona que va a morir y sus familiares o seres queridos que se encuentran alrededor de esa experiencia según Glaser y Strauss (1965) y son:

Algunos conceptos y afirmaciones de De Vries (1999), acerca de lo que es el duelo íntimamente relacionado con la familia son presentados a continuación.

La sintomatología del duelo o pena por la muerte de un ser querido es vista como la mezcla de dimensiones afectivas, cognitivas, conductuales, sociales y psicológicas; puede incluir una variedad de reacciones emocionales, incluyendo ira, aislamiento, pérdida de control, depresión, síntomas físicos relacionados con el estrés y la interrupción de la funcionalidad óptima diaria en sus roles personales, sociales y laborales.

El impacto del duelo en la familia puede ser tan complejo e importante como la reacción individual y puede afectar o mediar la habilidad de la persona por la que se sufre la pena, de completar el proceso de aceptación de su muerte. Por ejemplo, la muerte del miembro de una familia puede alterar a la familia como sistema social o interrumpir sus fuentes de capital y funcionamiento. La muerte de un padre o tutor puede disminuir la estabilidad e independencia de una familia.

Dada la complejidad de las relaciones individuales dentro de un sistema familiar, los miembros restantes pueden elegir sustitutos inadecuados del fallecido o pueden estar indispuestos o no preparados emocionalmente para proveer un elevado nivel de apoyo. El significado de muerte para los familiares que sobreviven el duelo por un ser querido, varían indudablemente. Las necesidades de la persona que se encuentra en duelo pueden ser pobremente entendidas por aquellos que pudieran ayudarla.

A este respecto, pero desde el punto de vista de Kastenbaum (2000),encontramos los siguientes puntos:

Una perspectiva psicológica, es que a menudo se puede observar a esos miembros de la familia o amigos, transmitir su propia ansiedad al paciente. Tal parece que las personas en fase terminal, se encuentran más preparadas para enfrentar los hechos que las personas que los rodean

El desequilibrio familiar que surge por la muerte de uno de sus miembros, requiere de ajustes en ella, como la reorganización de funciones y roles.

Es generalmente concluido que las familias caracterizadas por una comunicación, confianza y tolerancia con la expresión de emociones, tratan más efectivamente con la pérdida. Algunos factores sociales que influyen en la manera en que la familia maneja la pérdida, es la cantidad de apoyo externo disponible y utilizado y las normas religiosas y culturales acerca del duelo.

Si por apoyo psicológico se refiere a una comprensión empática, a una apreciación de las diferencias individuales, a un conocimiento y comprensión de los sentimientos del paciente, a concientizar a la familia del paciente, afecto y atención, entonces todos los involucrados con este proceso necesitan apoyo psicológico. Los pacientes, sus familias, y todo el equipo que esté involucrado en esto, necesita tener empatía, tolerancia, comunicación clara y apoyo social (Wass, H. y cols. 1995).

Desafortunadamente, las observaciones directas de los médicos y enfermeras de los pacientes terminales indican que el distanciamiento es muy frecuente por parte de los familiares (Wass, H. y cols. 1995).

Es importante mencionar que como pacientes, también se toman en cuenta aquellas personas que están por morir debido a su vejez, ya que comienzan a sufrir angustia y es considerado “paciente tanatológico”.

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