Poquita
fe
ENFOQUE
– El mayor peligro de las comunidades no es perder lo material,
pues hasta los pueblos más devastado salieron de sus crisis uniéndose,
concentrando esfuerzos y trabajando por reales objetivos
comunitarios. A Huancabamba le falta eso y más: motivación.
por Nelson Peñaherrera Castillo nelsonpenaherrera@journalist.com
ACTUALIZADA
La
Catedral de Huancabamba. En sus paredes los habitantes de la
ciudad rumian un sueño: salir de allí antes que quedarse a
apostar por el desarrollo local, en todo sentido. |
La primera vez en toda mi vida que toqué la ciudad de
Huancabamba, fue el 4 de noviembre de 1995. Seis años después
comprobé que las cosas seguían igual.
De hecho, la ciudad, amén del terminal terrestre, algunas
refacciones y obras y el nuevo puente sobre el río Huancabamba,
sigue siendo la misma desesperanzada.
“Esta ciudad es sólo de paso. Creces y estudias acá
para luego irte de aquí”, dice un muchacho que vive allá. Su
percepción no es lejana, pues la presencia de profesionales y
mandos medios de otros lugares de Piura o Perú es evidente.
¿Dónde están los profesionales de Huancabamba? Buena
parte de ellos trabaja en la capital departamental, y hasta tiene
posiciones importantes en organismos gubernamentales ligados al
desarrollo regional.
Han salido tan pequeños que ahora la ciudad que los vio
nacer representa un mundo aparte. Son extraños en su propia casa.
La razón por la que existe esta deshuancabambinización
se debe en buena medida a la tara histórica de hacer que la sierra
dependa de la costa, eterna decisora, y no proveer herramientas a
nivel de Estado y logística para tender a un desarrollo local.
Geopolíticamente hablando, el valle de Huancabamba tiene
una dinámica que lo hace distinto de Piura. Tanto así que hubo
momentos en que esta provincia llegó a depender de Chiclayo, la
capital de Lambayeque, departamento sureño, a donde la cantidad de
horas de viaje es casi igual que su cabeza real.
Esto representa un peligro para las aspiraciones de los
piuranos que desean trasvasar las aguas del río Huancabamba al
Piura, también ambicionadas por Lambayeque para irrigar la llanura
seca de Olmos, al sur del desierto de Sechura, que ha comenzado a
reforestarse a punta de lluvias de El Niño.
La época en que Huancabamba tenía su propio movimiento
económico quedó atrás. Como recuerdos algunas casas y obras de
concreto que superan urbanísticamente a Ayabaca, la otra capital en
los Andes de Piura, pero que también han provocado que sea una
ciudad que esté creciendo hacia los cerros sin un plan efectivo de
orden.
Los cinturones de pobreza (o pobreza agudizada) son más
visibles en esta ciudad. En promedio, un huancabambino vive con unos
120 dólares americanos mensuales, que no permite tener más que la
misma canasta familiar.
La típica solidaridad andina aún mantiene en pie a una
comunidad que no identifica talentos y que no desea desarrollar más
proyectos porque se vienen abajo, o porque el engorro
que representa la distante Piura (Ayabaca está más cerca por tres
horas) ahoga las iniciativas a la primera curva del cerro.
Un
amanecer en la "ciudad que camina". Muchos de sus
habitantes son presas de la desmotivación, algo que atentará
indefectiblemente contra cualquier proceso de desarrollo. |
La desmotivación es evidente en los adultos, lo que a la
larga va a provocar que surja la falta de identidad, y con ella, la
sesión del suelo. Llegará el día en que Huancabamaba deje de
pertenecer a sus propios habitantes, en muchos casos, por mejor
vida, traducida en mejor trabajo, mejor sueldo: vivir en la costa.
Ni los chamanes han podido unir sus fuerzas contra este
sino. Debe ser porque, como dicen los entendidos, apenas tres o
cuatro son “verídicos”.
La gente que llega a Huancabamba buscando remedio a sus
males –curaciones mágicas—no es muy exigente. Les interesa
curarse o convencerse que regresa curada a casa, pero más nada. A
veces llegan a las cuatro de la mañana desde Piura, se van a las
lagunas y están de vuelta al día siguiente para tomar el carro de
la tarde, que los regrese a la costa.
Pocos llegan a conocer, disfrutar, turistear. La encargada
del ayuntamiento local para estos menesteres en el Terminal
Terrestre de la ciudad (que dicho sea de paso, sirve de pista de
baile algunos fines de semana) sostiene que el turismo no es la
fuerza que sostiene a Huancabamba.
Sin embargo, ella está allí con su amabilidad, porque si
algo no pierde el huancabambino neto (y uno que otro híbrido) es la
apertura del corazón. Siempre hay un espacio, una taza de café más,
una ‘torta’ más... la solidaridad, que podría ser el puntal de
una ofensiva de devolver el orgullo al huancabambino que se siente
atornillado a su ciudad.
Hay que convencerse de que tal “atornillamiento” es
inexistente. De hecho, la riqueza está desparramada alrededor de la
ciudad potenciando la agricultura y ganadería, ahora de subsistencia, en
verdaderos proyectos agroindustriales.
Extraoficialmente podemos asegurar que hay grupos en Piura
dispuestos a facilitar el intercambio y desarrollo de experiencias.
El resto depende de que la comunidad huancabambina no pierda la fe.
Hay una falla que cruza la ciudad cerca del centro mismo, y
que cada año, hace que una parte se desgaje hacia el río –por
eso le dicen “la ciudad que camina”—frente a la que los
desanimados huancabambinos no podrán hacer nada, incluso pudiéndolo.
¿Alguien tiene una propuesta de donde empezar?
Carlos
Toledo, de NPC Lima, constribuyó con esta reedición. ©2001
NPC
EN
ESTA COBERTURA
Tocto
al Frente: “Hacer algo
por el pueblo”
La
caja de Pandora está abierta de par en par
Me
informo, luego actúo |