Una comunidad
hecha refugio
Rafael Moya quiso formar un grupo de música
metálica, pero terminó creando espacios para que la juventud se
exprese contra el sistema. Ahora, quiere congregarlos en un
concierto donde se dirá a la gente que ser uno mismo es el paso
previo para contribuir al bien común.
por Nelson Peñaherrera
Castillo nelsonpenaherrera@journalist.com

Rafael
Moya quiso dedicarse a hacer algo de música; terminó
generando círculos para dialogar y expresarse tal como uno
es. |
Ellos buscan
“un antónimo de lo que normalmente la generación actual”, un
camino de años, que comenzó por el intento infructuoso de formar
una banda de rock metálico, aquel sonido donde el concepto de
sonido rompe acordes, transformándose en lo que la acústica llama
ruido.
Para ellos, sin
embargo, es música, pero aquella que nace desde el alma que básicamente
dejar aflorar su subsconsciente, lejos de una ideología en
particular. Ese es el rollo de Rafael Moya Morocho, quien pensó
congregar a la gente en torno a la música.
Bueno, tampoco le
fue mal, porque si bien no cumplió su sueño de ser músico, terminó
congregando a la gente, pero en torno a un buen tema de conversación
donde la condición es ser lo que uno realmente es, “un personaje
en el que puedas respirar”.
La historia de
Rafael es de las tres personas que en 1999, iniciaron un proyecto
musical y terminaron juntos en lo que él llama una “hermandad”,
a la que llamaron Refugio, como se iba llamar el proyecto de
corte anarquista, pero que terminó siendo un lugar común, un punto
de encuentro, un puesto de protección.
“Es un sitio
personal, dentro de ti, con proyección hacia fuera”, explica,
“era lo que guardaba cada uno, y lo compartía, sintiéndose
seguro de eso”. Es la forma de hacer comunidad.
Y es esa
comunidad comenzó a fortalecerse desde inicios de este año, cuando
más gente se fue integrando sin perder de vista a los tres
integrantes originales, que se han reunido en los suburbios de Piura
y Castilla, y que de cuando en vez organizaban las tokadas,
suerte de ferias contraculturales. Nada de lo que conoce está aquí,
porque es el alma que se materializa en todo lo que llamamos arte,
pero un arte nuevo, desde otro punto de vista.
Contra el establishment
Los movimientos
contraculturales han cobrado cierta importancia en las ciudades de
América Latina como respuesta a las dictaduras y las imposiciones
de las autoridades, y de todo lo que ello represente.
A pesar de que
cierta prensa, y esas mismas autoridades han querido satanizar
–color negro, metales, peinados ‘estrambóticos’... en fin,
cosas que no hace la gente ‘normal’—ligándola con el consumo
de drogas, o en el peor de los casos, con la contaminación sonora,
la movida contracultural ha reunido a más jóvenes dispuestos a
operar cambios positivos en nuestra sociedad.
El problema es
que chocan contra el establishment. Se toca carne. Hay
escozor porque esta crítica no usa eufemismos.
¿Quién podría contener la avalancha posterior?
Sin embargo,
algunos grupos han logrado introducirse en colectivos más amplios,
muchas veces promovidos por asociaciones civiles; de otro modo, cómo
se explica que la Coordinadora Independiente, un colectivo
contracultural, integrara una marcha que el 28 de noviembre paró el
tráfico durante más de un kilómetro para pedir que se parara las
intenciones de minería en el valle de San Lorenzo, Piura.
Pero ese no es el
tema de este reportaje (aunque Rafael piensa que lo del medio
ambiente si es un rollo serio). ¿O será la nostalgia del fin de
siglo que, pasada la medianoche, escucho en el MP3 de mi
computadora? Alex Lora está diciendo que “todos quieren ser
rebeldes, contestatarios, anarquistas y revolucionarios”.
Probablemente
pasa que la música que busca decir palabras antes que acordes –música
alternativa, le llaman—en el fondo expresa el sentimiento de la
gente que sigue viviendo contracorriente y que busca una válvula de
escape a través de ese arte, o la poesía, o la pintura (“Deberías
ver las pinturas que hacen”, dice Rafael).
“Todos queremos
vivir más”, sigue cantando Lora en el MP3, y esperamos estar
vivos hasta el 21, porque esto se trata de música. Pero me
desconcierta ver que Rafael lo ha tomado en tono casi estoico, no se
nota preocupación en su cara, sino una sonrisa y una mirada
brillante cada vez que anota un logro más. Nunca le pregunté por
qué.

Rafael
firma un contrato de auspicio con NPC para producirla
cobertura informativa de Rockas Esquizoides. Es el
segundo que celebra nuestra productora. |
Y es que el
muchacho está organizando junto a otros cuatro amigos y otro grupo,
Comun J.A.K.K. un concierto que el viernes antes de Navidad
debe reunir a una oncena de grupos de Piura, Lambayeque, Cajamarca y
Ecuador, en lo que Refugio ha llamado “Rockas
Esquizoides”.
Talentos,
el más reciente miembro de la familia NPC, está también ayudando
a empujar el carro, y está metido auspiciando los afiches de
promoción, además de una impecable (no porque la hayamos producido
nosotros) website en Internet. Como que Rafael nos transmite ese
entusiasmo.
Cuidado. Hombre
trabajando
De pronto, Alex
Lora debe tener razón: todos queremos ser reaccionarios, irnos
contra un sistema que no escucha, y buscamos el arte –siempre la
humanidad lo hizo—para buscar justicia.
No se me quita la
imagen serena de Rafael, despreocupándose de detalles urgentes,
como ciertas autorizaciones municipales, o el tema de algunos
proveedores. Si hasta ha dejado de producir su programa de radio,
que salía los domingos por la noche, para concentrarse en el 21.
Si sale bien, será
una celebración. Pero presumo que si es lo opuesto, Rafael se
guardará la molestia y seguirá con esa actitud tranquila. O quién
sabe, emprenderá una nueva aventura, de pronto, producir un corto,
estudiar cine, buscar una nueva forma de expresión. Esa cabeza está
creando, lo puedo jurar. Prohibido prohibir.
©2001
NPC
Lea
además
(Re)tokando
la realidad
Visite
el sitio promocional de Rockas Esquizoides.
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