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Una ejemplar carrera

José Antonio fue uno de esos mandos intermedios que un día creyeron en una empresa que prometía "auténticas oportunidades de futuro", esa fe le costó una prolongada depresión.
"Empecé como repartidor y al poco tiempo, cuando me llegó una oferta para trabajar en el aeropuerto, en TelePizza me propusieron un contrato flexible y me quedé". José Antonio era un chico emprendedor. "soy muy activo, así que estaba pendiente de lo que hacía el encargado, la pizzera...Poco a poco fui aprendiendo a manejar la tienda". La empresa, encantada. "Entre reparto y reparto aprendí a estirar la masa, a usar el horno; ayudaba al responsable de ventas, montaba el local, organizaba...". Se convirtió en un comodín. "Tenía total disponibilidad hacia la empresa; me llamaban a cualquier hora y yo iba, claro". Un hombre orquesta. "Yo mismo entraba en la cámara, sacaba la masa, la estiraba, le ponía los ingredientes, la metía en el horno, la sacaba, la empaquetaba, la metía en la moto y se la llevaba al cliente".
Hizo las pruebas pertinentes, pero no promocionó. "Hubo un cambio de jefe y estuve un tiempo estancado". Incluso herido.  "Hubo un atraco en la tienda y recibí un navajazo en una pierna; estuve un montón de tiempo de baja, y aún así ni promoción ni nada". A cambio unas pesetas.
"Me dieron 40.000, aproximadamente, o 45, creo". Eso si, el sueldo no se movía. "No recuerdo exactamente, pero tal vez fuesen 30.000 pts.". Aún así, era el repartidor más rápido de la barriada madrileña de Canilejas. "Treinta y cinco pedidos en cuatro horas; siempre iba al máximo". En una de esas, estuvo a punto de convertirse en el mártir de Telepizza. "Haciendo un reparto me atracaron dentro de un ascensor, yo me resistí y me clavaron una jeringuilla; tuve suerte, no estaba infectada". Nueva ingratitud.  "Hice la denuncia, pero la empresa no puso ni siquiera un abogado". Al fin llegó su oportunidad. "Me cambiaron a una tienda que acababa de abrir y me nombraron encargado". Se ganó la confianza del jefe. "Por mi trabajo y por superarme fui pasando por encima de la otra gente, y cuando mi jefe se fue de vacaciones, yo hice la suplencia". Fue duro. "Hablaba con los repartidores y les pedía que se quedaran aunque hubieran acabado su horario;   sabes que no les vas a pagar las horas, pero que se queden, que ya les compensarás de alguna manera". La presión venía de arriba. "Me decían: el que no vale, no vale". Tuvo su... ¿recompensa?
"Un día me preguntaron que si estaba dispuesto a trabajar en otro país, y yo les respondí que sí, que inmediatamente". Y llegó a Chile, con la promesa de permanecer un año, y un contrato indefinido de jefe al regreso. "Fui de encargado, abrí la tienda, preparaba todo, contrataba a la gente..." Tenía visado de turista, pero contrataba personal. "Era ilegal, ya lo sé, pero esas condiciones la imponía Telepizza, y yo que iba a decir". Primero en Santiago de Chile, después en Rancagua, que estaba a punto de cerrar, siempre con la mínima inversión".
Tuvo problemas con los trabajadores chilenos. "Siempre, es que siempre había conflictos, falta de entendimiento, otra forma de trabajar; lo que pasa es que allí tienen un convenio y las horas que trabajaban había que pagarlas". Quemado, y después del plazo convenido, solicita volver a España. "Me endeudé, pagué con mi visa cosas de la empresa por valor de 200.000 pts.; no aguantaba más". No tuvo premio. "Cuando volví a Madrid fui a la central de Telepizza y pedí lo que me habían prometido, me dijeron que nanai, que siguiera haciendo méritos en Barcelona o Levante". Se negó, por supuesto. "Entonces me mandaron como suplente a una tienda de Vallecas". No congenió con el jefe. "No me dejaba hacer nada, me marginaba, hasta que una noche me dijo: Oye José Antonio, a partir de hoy no trabajas más para nosotros".
Reclamó en las oficinas centrales de la empresa. "No hubo nada que hacer; me dieron 900.000 pts. de indemnización, pero lo que más me dolió fue que no me trataran como   una persona, porque yo me sacrifiqué, a mi me gustaba, le dediqué mucho tiempo, mucho esfuerzo...".
Entonces llegó la depresión. En todo ese tiempo su sueldo nunca varió: 119.000 pts. a cambio de una ilusión.
©Manuel Sanabria
ARTÍCULO 20
Número 49 de 25 de octubre 1999.


Carne joven de cañón

Le dije: "Mire jefe, abandono, adiós, agur, a más ver, dejo el trabajo; no quiero seguir jugándome la vida por tan poco beneficio". El que habla es Francisco P. R. de 21 años y que durante 18 meses trabajó para Telepizza en Galicia, siempre con contratos basura de 40 o 50 horas por mes. Tomó la decisión de renunciar después que lo asaltaran dos veces en pleno centro para robarle lo recaudado y de sufrir rasguños y magullones en varios accidentes de tráfico.
"Tenemos que movernos a toda pastilla sobre un pavimento casi siempre mojado, algo que en Galicia es habitual. En esas condiciones llegué a repartir hasta 24 pedidos en un par de horas. El año pasado, en el mes de diciembre, me di tres hostias. Sólo en La Coruña, en junio, julio y agosto pasados, sesenta motoristas sufrieron heridas en casi 150 accidentes de tráfico, según la Policía Local, que atribuye la principal causa de estos siniestros de ciclomotores a la forma, casi suicida, en que son conducidos. "A cambio de tantos riesgos nos dan un plus de peligrosidad de unas 500 pelas por cada nómina. Una mierda".
Uno de esos repartidores, de 20 años, explica que "algunos días en los que no había trabajo nos hacían esperar media hora antes de cambiarnos, ¿sabe?, para no pagárnosla. Nos quejamos y dejaron de hacerlo". Dice que, "muchas veces trabajo gratis, pues mi horario es de nueve y media a doce y media de la noche, y me he tenido que quedar hasta las dos de la madrugada para limpiar y cerrar el local, y esa diferencia no me la pagan. Si no te gusta, te tienes que ir".
Dice que ganan "unas 400 pts. por hora, por eso, lo mejor son las propinas, con las que hacemos un sobresueldo".
©Mónica Sabatiello (Galicia)
ARTÍCULO 20
Número 49 de 25 de octubre 1999.


Buena presencia, mal sueldo

Los 1.300 trabajadores de Telepizza en Barcelona y su provincia sufren las condiciones laborales más duras y los sueldos más bajos del sector, según han manifestado a ARTÍCULO 20 fuentes de CC.OO. con implantación en el sector de los repartidores de comida rápida.
José Luís C., un joven de 22 años que lleva trabajando en una tienda de Telepizza desde 1977, explica que la política de la empresa se basa en "la explotación, la discriminación y las presiones de todo tipo". En el terreno salarial, por ejemplo, los repartidores suelen cobrar una media de 25.000 pts. por unas 47 horas de trabajo al mes. Los contratos que se hacen suelen ser por horas y, según apunta José Luís C., "no suelen superar las 47 horas mensuales, y así la empresa paga sueldos de miseria". Hay incluso trabajadores fijos en las tiendas de reparto que, al hacer menos horas, solo llegan a cobrar 10 o 15.000 pts. mensuales. loa incentivos que cobran los repartidores son de unas 130 pts. por reparto, pero "se pueden perder por cualquier motivo; por ejemplo, si un día un repartidor no va bien afeitado, se ha dejado el gorro de la empresa en casa o no lleva la chapa que le identifica como empleado de Telepizza", asegura Juan Carlos C. Los pluses por antigüedad y peligrosidad que viene reflejados en la nómina de cada mes no suelen superar en muchos casos las 700 pts. y las 1.200 pts. respectivamente. Juan Carlos C. considera que los bajos salarios obligan a muchos repartidores a "no respetar las normas básicas de Seguridad Vial y a trabajar en condiciones infernales, porque es la única manera de ganar un poco más, aunque esto repercute en la propia seguridad del trabajador".
©Paco Soto (Cataluña)
ARTÍCULO 20
Número 49 de 25 de octubre 1999.

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