Cartas A Pegaso


4. Noche de Salsa

______________________________________________ Sarima


Hacía tanto tiempo que no salíamos de marcha 
que nos costó un buen rato 
encontrar el local adecuado...



Hacía tanto tiempo que no salíamos de marcha que nos costó un buen rato encontrar el local adecuado: o estaban repletos de jóvenes saltando a los sones de la música máquina o de mayores deslizándose al compás de la música de salón. Por fin, el lugar perfecto: un pequeño sótano con un grupo cubano tocando en directo.

En el último escalón de bajada al local, ya se me fueron los pies sólos en dirección a la pista de baile al ritmo de “Maní, si te quieres divertir, cómprate un cucurucho de maní...” sin oír a Alberto que me preguntaba qué deseaba beber. Me agarró por las caderas en movimiento y siguiendo mi balanceo me susurró al oído: “¿Vodka con naranja, como siempre?”, lo que me pellizcó el corazón... Es lo que yo siempre bebía cuando, en los primeros encuentros, aún me sacaba a bailar. Se dirigió a la barra para volver al rato con el delicioso brevaje que me desaltera a la hora que me coloca de “buen rollo”, como dicen mis hijos. Con los vasos en al mano, nos dejamos llevar todos por la música salsera.


Me agarró por las caderas 
en movimiento
y siguiendo mi balanceo 
me susurró al oído...


Alberto se situó frente a mí, intentando seguirme el compás, como en los viejos tiempos, cuando bailábamos Rumbas en las fiestas de barrio y él me pedía que le enseñara. Eso era excactamente lo que me pedía su cuerpo esta noche, que le guiara, que le transmitiera de nuevo mi locura por el baile como antaño y le hiciera mi pareja...

Lo miré directamente a los ojos para hacerle entender que no dejara de mirar los mios, le coloqué una mano en mi cintura y la otra, su derecha, la agarré con fuerza con mi izquierda. “Empieza avanzando tu pie derecho hacia mí, yo retrocedo con el izquierdo de un paso y déjate llevar. La presión de mi mano te indicará si avanzo o retrocedo. No es más complicado. Es como la Rumba; mueve las caderas siguiendo el movimiento del pie. Déjame a mí el resto”. Después de unos cuantos tropezones y pisotones, conseguimos sincronizarnos. No podía dejar de mirarme y empecé a entrever en esa mirada suya un destello especial, algo que había olvidado por completo que fuera capaz de manifestar: la alegría. Alberto estaba alegre, contento de estar allí, de bailar conmigo...


'¡Estás preciosa, María! 
¡Y cómo te mueves, por Dios! 
Me estás poniendo cachondo.'


“¡Estás preciosa, María! ¡Y cómo te mueves, por Dios! Me estás poniendo cachondo."

¡Lo qué faltaba! – pensé - Ya me parecía a mí demasiado bonito. Seguro que dentro de un rato se quiere marchar porque tiene ganas de hacer el amor...

¡Pero nada de eso! Le había cogido una especie de euforia locuaz y no cesaba de decirme cosas bonitas, que si era extraordinaria, que se sentía un imbécil por olvidarse de decírmelo, que teníamos que salir más a menudo, que aún éramos jóvenes y yo muy atractiva, que sólo de pensar que otro me pudiera cortejar le laceraba las entrañas... Toda esa avalancha de piropos, deseados ansiosamente de su boca muchos años, empezaron a tener un efecto positivo en mí. Más cosas me decía, más contorsionaba mi cuerpo, más imantaba mis caderas a las suyas, más mi pierna derecha se buscaba sitio entre su entrepierna, hasta que parecimos un único cuerpo, una bestia fantástica de dos lomos en movimiento. Nuestros amigos nos miraban atónitos y divertidos, saboreando sus bebidas desde el borde de la pista. Y llegó el beso, que selló nuestros labios para culminar el engendro de animal que representábamos...

Cuando le enseñaba a bailar Rumbas, en nuestra época de festejo, recuerdo cercano en mi memoria pero lejano en la cronología, se lo presentaba como un acto sexual.


Anoche, 
mi juego de caderas 
lo conquistó nuevamente 
y la sensualidad e
n el juego de las suyas, 
que creía muerta,  
me conquistó a mí...


“Bailar Rumba es como hacer el amor, Alberto. Yo te llamo con mis caderas, mis ojos y mis gestos y tú debes responder a mi llamada, lanzarme tus signos al tiempo que ajustas tu compás al mio. El lenguaje de tu cuerpo me ha de hacer entender si quieres que avance, que retroceda, que me escape con una media vuelta, que te ronde en círculo mientras giras lentamente para no perderme de vista la cara.” Pude comprobar con satisfacción que aún recordaba mis lecciones...

Mi forma sensual de bailar y mi pasión por la Rumba enamoraron entonces a Alberto, lo sé. Anoche, mi juego de caderas lo conquistó nuevamente y la sensualidad en el juego de las suyas, que creía muerta, me conquistó a mí.

Salimos de la discoteca cuando la cerraron, no antes, como mal pensé...

Salimos excitados a reventar, borrachos de música y de deseo, un deseo apremiente que no sentíamos desde que, enfrascados en la rutina cotidiana y las facturas de teléfono, nos hizo olvidar nuestra gracia y salero para el baile.

Hicimos el amor, respondiendo al instinto animal que había despertado el baile, soy consciente de ello, ¡pero qué más da! Rendidos, nos dormimos con las primeras luces del Alba...

Sarima


Hicimos el amor, 
respondiendo al instinto animal 
que había despertado el baile, 
soy consciente de ello, 
¡pero qué más da! 
Rendidos, nos dormimos con las 
primeras luces del Alba...



( Relato enviado por: Sarima )
http://www.angelfire.com/ak/sarima


( fotos: Aleksei Skirdov )
http://www.alexpro.ru/gallery.html


Separator Bar


Mándame un E-Mail Inicio Siguiente



Separator Bar