Carta al Director del Mercurio

El Mercurio Electrónico

Santiago de Chile, Viernes 11 de Febrero de 2000

Papá por Siempre

Señor Director:

Un mes ha transcurrido desde que un joven papá, Víctor Núñez Centeno, estudiante de cuarto año de arquitectura, recuperó a su hija, de tan sólo seis meses de edad, a quien su madre pretendía dar en adopción, tras un largo y engorroso proceso judicial, que involucró al 1º y 2º Juzgados de Menores de Viña del Mar, a la Corte de Apelaciones y a la Corte Suprema.

¿Por qué un hombre debe luchar de este modo para lograr que le sean reconocidos sus inalienables derechos de progenitor y de padre? Recíprocamente: ¿acaso una menor no tiene derecho a tener un papá? Destacable resulta que Víctor Núñez tuviera que "secuestrar" a su propia hija para estar con ella, lo que le costó la prisión, junto a sus dos padres, abuelos de la menor.

Este es un caso emblemático, que no hace sino desnudar, una vez más, la atroz injusticia y obsolescencia que rodea al oscuro submundo de la justicia de menores en nuestro país, en donde los principios que inspiraron nuestro actual Código Civil, vigente desde 1857, que asignaban al hombre el papel exclusivo de proveedor económico y a la mujer el patrimonio sobre el amor filial, no resisten hoy el más mínimo análisis, contrastando con la realidad de la inmensa mayoría de los matrimonios jóvenes de nuestros tiempos, quienes deben compartir los deberes de una familia, tanto en lo económico como en la formación de los hijos y en las labores domésticas. ¿Quién puede hoy día sorprenderse al ver a un papá mudando a sus hijos?, ¿o a una mamá ingeniera en transacciones bursátiles?

Es indudable que el conjunto de cambios políticos y sociales que ha experimentado nuestra sociedad, en las últimas tres o cuatro décadas, ha afectado a la vida familiar (y por lo tanto al papel de padre y madre al interior de ésta), conduciéndola a una transformación que no tiene precedentes. Desgraciadamente, nuestras instituciones jurisdiccionales no han acompañado este proceso de modernización, ni en lo estructural (cuantitativo), ni en lo procedimental (cualitativo), conduciéndolas a concluir en errores tan lamentables como el que comento.

Ya en el año 2000, y enfrentados al debate parlamentario de proyectos de leyes tan transcendentales para nuestra sociedad, como la creación de los Tribunales de Familia y el de Divorcio, sólo queda esperar que nuestros legisladores realicen, por fin, las modernizaciones indispensables a nuestro Código Civil, tal como la introducción del Proyecto de Ley de Tuición Compartida de los Hijos, para que nuestro sistema de administración de justicia emita decisiones justas, confiables y humanas.

Julio Hernández Puebla
Corporación de Padres por la Igualdad
de Derechos Frente a los Hijos





Noticias
Atrás