Domingo 11 de Marzo del 2001
Cuando en un comienzo se anunció la visita de Biohazard por primera vez a Chile, muchos dudaron de su capacidad para atraer a mucha gente. Y claro, porque si pensamos que su más de diez años de carrera han estado marcados por los altos y bajos, y que su último álbum, "New World Disorder", apareció en 1999, las expectativas sobre la fidelidad del público no eran muy alentadoras. Por eso mismo, la productora DG Medios no dudó en contratar a los veteranos padres del hardcore melódico, Bad Religion, y sumando a sus símiles chilenos, Los Mox!, organizar lo que se conoció como el Santiago Hardcore Festival.
La cita fue el domingo 11 de marzo en el Estadio Chile de Santiago, lugar al que llegaron unas 3.000 personas sedientas de participar de los típicos mosh y de escuchar a dos bandas que, si bien son distintas en su forma de entregar la música, son muy parecidas en los sentimientos que producen en sus fans, sobre todo por eso que llaman lealtad, una lealtad que no tuvieron con la banda chilena, que tuvo que soportar la amplia gama de proyectiles que eran arrojados desde la cancha. Eso confabuló con un sonido deficiente para que el show de Los Mox! no encendiera los ánimos del irrespetuoso público, terminando entre tibios aplausos y con gran parte del cubre piso del estadio sobre el escenario.
Si bien en un comienzo, Bad Religion, no tenían nada que ver en este show, con el paso de los días se fueron transformando en el plato principal de la noche. Y no decepcionaron, porque la calidad musical que les dan sus 20 años de experiencia la derrocharon en esta presentación. Sin mucha parafernalia y con la sobriedad que los caracteriza, la banda de Greg Graffin confirmó porque tienen más que bien ganado el título de "padres del hardcore melódico".
Después de media hora que se demoró su staff en acondicionar el escenario luego de la presentación de Biohazard, y que el público agradeció para recuperar energías, la banda arrancó con 'Don't Sell Me Shore', uno de sus miles de clásicos. El sonido, deficiente en el comienzo, fue tomando el cuerpo que su música necesita para encantar a sus seguidores, un público que coreó y celebró cada una de las 26 canciones que la banda interpretó en tan sólo una hora y cuarto. La voz cuidada y característica de Graffin destacaba junto a la simpleza y sapiencia del baterista Bobby Schayer, y al juego de guitarras de Greg Hetson y el reemplazante de Bret Gurewitz, Brian Baker.
Clásicos como 'Recipe For Hate', 'New America', 'Them & Us', 'Change Of Ideas', 'No control' y muchas más fueron la medicina para un público fervoroso que se deleitó con el show musical de esta banda de California, que no necesita pirotecnia o demasiada palabras para convencer a sus seguidores. De hecho, Graffin trató de alabar al público chileno diciendo que eran sus favoritos, pero nadie supo ayudarlo cuando trató de decirlo en español.