Apoc.1:9-11 "Yo Juan, vuestro hermano, y participante en la tribulación y en el reino, y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla que es llamada Patmos, por la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo fuí en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, Que decía: Yo soy el Alpha y Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envía lo á las siete iglesias que están en Asia; á Efeso, y á Smirna, y á Pérgamo, y á Tiatira, y á Sardis, y á Filadelfia, y á Laodicea".
9.
Yo Juan,.. Copartícipe vuestro en la tribulación.
Sin duda Juan no era el único que sufría persecución en ese tiempo.
El reino.
Es decir, el reino de la gracia divina (Juan proclamó la inminencia del establecimiento del reino de los cielos (Mat. 3: 2). Jesús también declaró que el reino se había acercado (cap. 4: 17) e instruyó a sus discípulos, cuando los envió a predicar, que llevaran el mismo mensaje (cap. 10: 7).
El "reino de los cielos" se estableció en la primera venida de Cristo. Jesús mismo era el Rey, y los que creían en él eran sus súbditos. El territorio de ese reino era el corazón y la vida de los súbditos. Evidentemente el mensaje de Jesús se refería al reino de la gracia divina. Pero, como Jesús mismo lo indicó claramente, el reino de la gracia antecedía al reino de la gloria (ver DTG 201-202; CS 394-395). Con respecto a este último, los discípulos preguntaron en el día de la ascensión: "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" (Hech. 1: 6-7). El reino de la gracia se había acercado en los días de Cristo (Mat.3: 2; 4: 17; 10: 7), pero el reino de la gloria estaba en el futuro (cap. 24: 33). Sólo "cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos sus santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria" (cap. 25: 31).). "Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hech. 14: 22).
Paciencia.
La raíz del vocablo quiere decir "permanecer debajo". "Paciencia" indica aquí "aguante", "perseverancia", el ejercicio del dominio propio para poder soportar una situación difícil, cuando con sólo negar la fe se podría evitar la presión de la persecución. Los cristianos tienen en Cristo fuerza suficiente para "aguantar" "en Jesús". Ver com. Apoc. 14:12.
De Jesucristo.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) el texto "en Jesús" . La paciencia es una relación vital con él.
Estaba.
Mejor "vine a estar", lo que implica que Patmos no era el lugar de residencia permanente de Juan, sino que las circunstancias lo habían llevado hasta allí.
Patmos.
Islita del mar Egeo, a unos 80 km al suroeste de Efeso. Mide unos 15 km de norte a sur, y unos 10 km de este a oeste en su parte más ancha. Patmos es rocosa y árida; su costa, sumamente irregular, forma muchas ensenadas. Plinio escribió en el año 77 d. C., que la isla se usaba como una colonia penal (Historia natural iv. 12. 23). Esto explica la declaración de Juan de que era "copartícipe... en la tribulación". El apóstol estaba en Patmos como preso de los romanos .
Victorino de Petavio (m. c. 303 d. C.) declaró unos dos siglos más tarde acerca del Apocalipsis: "Cuando Juan dijo estas cosas estaba en la isla de Patmos, condenado a trabajar en las minas [en latín metallum] por el césar Domiciano" (Comentario sobre Apocalipsis, com. cap. 10: 11). La palabra latina metallum puede referirse tanto a una cantera como a una mina, pero como Patmos tiene canteras y no hay vestigios de que hubiera tenido minas, es probable que quiso decir lo primero. La declaración de Plinio de que Patmos era una colonia penal, es la de un contemporáneo de Juan bien informado, mientras que la de Victorino, aunque probable, debe clasificarse como una tradición.
Por causa de la palabra.
El texto griego no apoya la opinión de que esta frase significa que Juan estaba en Patmos con el fin de recibir y registrar las visiones que allí le serían dadas (ver com. vers. 2). Las frases "palabra de Dios" y "testimonio de [respecto a] Jesucristo" se refieren a su testimonio inspirado a favor del Evangelio durante más de medio siglo. Este había sido el único propósito que motivaba la vida de Juan. Durante los amargos días de persecución en tiempo de Domiciano, su intrépido testimonio fue la causa de que lo desterraran a Patmos .
10.
En el Espíritu.
Literalmente "en espíritu", que puede significar "en estado de éxtasis". Juan se abstrajo de las cosas terrenales; sólo estaba consciente de las impresiones que le llegaban del Espíritu Santo. La percepción natural de los sentidos fue sustituida completamente por una percepción espiritual.
Día del Señor.
Gr. Kuriak' h'méra. Se han hecho varios intentos para explicar esta frase, que sólo aparece aquí en las Escrituras. Algunos intérpretes la hacen equivaler con "el día de Jehová", de los profetas del AT (Joel 2: 11, 31; Sof. 1: 14; Mal. 4: 5; cf. Hech. 2: 20). Puede concederse que estas palabras podrían tener tal interpretación si se toman aisladamente. Los que así las explican, destacan que el Apocalipsis centra la atención en el gran día final del Señor y en los acontecimientos que conducen a él (ver com. Apoc. 1: 1). Estar "en el Espíritu en el día del Señor" quizá pudiera entenderse como que significa ser arrebatado en visión a través del tiempo para presenciar acontecimientos relacionados con el día del Señor.
Sin embargo, hay razones para rechazar esta interpretación. En primer lugar, cuando la frase "día del Señor" claramente designa el gran día de Dios, el texto griego siempre dice h'méra tou kuríou o h'méra kúriou (1 Cor. 5: 5; 2 Cor. 1: 14; 1 Tes. 5: 2; 2 Ped. 3: 10). En segundo lugar, el contexto (Apoc. 1: 9-10) sugiere que el "día del Señor" se refiere al tiempo cuando Juan contempló la visión y no al tema de la visión. De modo que Juan da su ubicación: "la isla llamada Patmos" (vers. 9); la razón por la cual está allí: "por causa de las palabras de Dios" (vers. 9), y su estado durante la visión: "en el Espíritu". Todas estas frases tienen que ver con las circunstancias en las cuales le fue dada la visión, y es lógico concluir que la cuarta también coincide al dar el tiempo específico de la revelación. La mayoría de los expositores apoyan esta conclusión.
Aunque la expresión kuriak' heméra es única en la Escritura, tiene una larga historia en el griego postbíblico. Como forma abreviada, kuriak' es un término común en los escritos de los padres de la iglesia para designar al primer día de la semana, y en el griego moderno kuriaké es el nombre del domingo. Su equivalente latino dominica dies designa el mismo día, y ha pasado a varios idiomas modernos como domingo, y en francés como dimanche. Por eso muchos eruditos sostienen que kuriak' h'méra en este pasaje también se refiere al domingo, y que Juan no sólo recibió su visión en este día, sino que también lo reconoció como "el día del Señor" quizá porque en ese día Cristo resucitó de los muertos.
Hay razones negativas y positivas para rechazar esta interpretación. En primer lugar está el reconocido principio del método histórico; es decir, que una alusión debe ser interpretada solamente por medio de evidencias anteriores a ella o contemporáneas con ella, y no por datos históricos de un período posterior. Este principio tiene mucha importancia en el problema del significado de la expresión "día del Señor" tal como aparece en este pasaje. Aunque este término es frecuente en los padres de la iglesia para indicar el domingo, la primera evidencia decisiva de tal uso no aparece sino hasta fines del siglo II en el libro apócrifo Evangelio según Pedro (9, 12), donde el día de la resurrección de Cristo se denomina "día del Señor". Como este documento fue escrito por lo menos tres cuartos de siglo después de que Juan escribió el Apocalipsis, no puede presentarse como una prueba de que la frase "día del Señor" en el tiempo de Juan se refería al domingo. Podrían citarse numerosos ejemplos para mostrar la rapidez con que las palabras pueden cambiar de significado. Por lo tanto, el significado de "día del Señor" se determina mejor en este caso recurriendo a las Escrituras antes que a la literatura posterior.
En cuanto al aspecto positivo de esta cuestión, está el hecho de que aunque la Escritura en ninguna parte indica que el domingo tiene alguna relación religiosa con el Señor, repetidas veces reconoce que el séptimo día, el sábado, es el día especial del Señor. Se nos dice que Dios bendijo y santificó el séptimo día (Gén. 2: 3); lo constituyó como recordativo de su obra de creación (Exo. 20: 11); lo llamó específicamente "mi día santo" (Isa. 58: 13); y Jesús se proclamó como "Señor aún del día de reposo [sábado]" (Mar. 2: 28), en el sentido de que como Señor de los hombres era también Señor de lo que fue hecho para el hombre: el sábado. De manera que cuando se interpreta la frase "día del Señor" de acuerdo con pruebas anteriores y contemporáneas del tiempo de Juan, se concluye que hay sólo un día al cual puede referirse, y ése es el sábado, el séptimo día.
Los descubrimientos arqueológicos han proyectado más luz sobre la expresión kuriak' h'méra. Papiros e inscripciones del período imperial de la historia romana, hallados en Egipto y Asia Menor, emplean la palabra kuriakós (el masculino de kuriak') para referirse a la tesorería y el servicio imperial. Esto es comprensible, pues el emperador romano a menudo era llamado en griego el kúrios, "señor", y por consiguiente su tesorería y servicio eran la "tesorería del señor" y "el servicio del señor". Por lo tanto kuriakós era una palabra familiar en el idioma oficial romano para las cosas relacionadas con el emperador. Una de esas inscripciones procede de una época tan antigua como lo es el año 68 d. C. De manera que es claro que este uso de kuriakós era corriente en el tiempo de Juan (ver Adolf Deissmann, Light From the Ancient East, pp. 357-361).
En esta misma inscripción aparece una referencia a un día al que se le dio el nombre de la emperatriz Julia, o Livia como es mejor conocida.
En otras inscripciones de Egipto y de Asia Menor aparece con frecuencia el término sebast', el equivalente griego de Augustus, como nombre de un día. Sin duda éstas son referencias a días especiales en honor del emperador (ver Deissmann, loc. cit.). Algunos han sugerido que la expresión kuriak' h'méra, como la usa Juan, también se refiere a un día imperial; pero esto parece dudoso por dos razones. Primero: aunque había días imperiales y el término kuriakós se usaba para otras cosas relativas al emperador, aún no se ha encontrado ningún caso en que kuriak' se hubiera aplicado a un día imperial. Esto, por supuesto, no es una prueba final, porque es un argumento basado en el silencio. Pero el segundo argumento que puede esgrimirse contra la identificación de kuriak' h'méra de Juan con un día imperial, parece ser concluyente: se sabe que tanto los judíos del siglo I (ver Josefo, Guerra vii. 101), como los cristianos, por lo menos en el siglo II (ver Martirio de Policarpo 8), se negaron a llamar al César kúrios, "señor". Por lo tanto, llega a ser extremadamente difícil pensar que Juan se hubiera referido a un día imperial como el "día del Señor", especialmente en sin tiempo cuando él y sus hermanos cristianos eran terriblemente perseguidos por negarse a adorar al emperador . Es más probable que Juan escogiera la expresión kuriak' h'méra para referirse al sábado, como un medio sutil de proclamar el hecho de que así como el emperador tenía días especiales dedicados en su honor, así también el Señor de Juan, por amor de quien ahora sufría, también tenía su día especial. Para un estudio del origen de la observancia del día domingo y de la designación del domingo como "día del Señor",
Algunos estudiosos han sugerido que kuriak' h'méra debe entenderse como "domingo de pascua". Esta frase se usó posteriormente para designar a la fiesta anual que recordaba la resurrección de Jesús. Sin embargo, esta explicación no necesariamente se aplica al siglo I. Por lo tanto, no sirve para aclarar este pasaje.
Como de trompeta.
La comparación con una trompeta indica la intensidad de la voz.
11.
Yo soy el Alfa.
Ver com. vers. 8. De acuerdo a los vers. 17 y 18 es claro que estos títulos se aplican en este caso específicamente a Cristo; sin embargo, la evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de las palabras "Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último". Están omitidas en la BJ, BA, BC y NC.
En los vers. 4-10 Juan dirige a las siete iglesias su propia declaración introductoria de las circunstancias en las cuales le fue dado el Apocalipsis. Comenzando con el vers. 11 presenta la autorización que recibió directamente de Cristo para escribir el Apocalipsis. Es apropiado que así lo hiciera, porque ésta es "la revelación de Jesucristo" (vers. 1). La revelación empieza con el vers. 11.
Un libro.
Gr. biblíon, "libro", generalmente e hojas de papiro, el tipo de libro más común en los días de Juan.
Lo que ves.
La comunicación visual y la percepción predominan en el Apocalipsis (ver com. vers. 2). Juan vio visiones, escenas panorámicas simbólicas, las que describe tan plena y exactamente como es posible hacerlo dentro de los límites que impone el lenguaje humano. Muchos de esos símbolos superan a las palabras y las experiencias humanas. Al apóstol a veces le faltan palabras para describir apropiadamente lo que ve, como por ejemplo cuando contempla el trono de Dios (cap. 4: 3, 6). Sin embargo, a través del Apocalipsis la grandeza de la forma en que Dios dirige el universo, la intensidad del gran conflicto entre Cristo y Satanás y la gloria del triunfo final, se describen más vívida y magníficamente que en otras partes de las Escrituras.
Las siete iglesias.
El orden en que se enumeran las iglesias aquí y en los cap. 2 y 3, representa el orden geográfico en que viajaba un mensajero que llevaba una carta desde Patmos a esas siete ciudades de la provincia de Asia. Se puede saber más acerca de cada una de estas iglesias en los mensajes particulares dirigidos a ellas en los cap. 2 y 3.
Las siete iglesias son la primera de una serie de "sietes" que se hallan en el Apocalipsis: siete espíritus (vers. 4), siete candeleros (vers. 12), siete estrellas (vers. 16), siete lámparas de fuego (cap. 4: 5), un libro con siete sellos (cap. 5: 1), los siete cuernos y siete ojos del Cordero (cap. 5: 6), siete ángeles con siete trompetas (cap. 8: 2), siete truenos (cap. 10: 4), un dragón con siete cabezas y siete coronas (cap. 12: 3), una bestia con siete cabezas (cap. 13: l), siete ángeles que tienen las siete copas que contienen las siete últimas plagas (cap. 15: 1, 7) y la bestia con siete cabezas, que se dice que también son siete montes y siete reyes (cap. 17: 3, 9-10). Este uso repetido del número siete con tantos símbolos diferentes, significa que esa cifra también debe entenderse en sentido simbólico. A través de toda la Escritura el número siete, cuando se usa simbólicamente, por lo general representa plenitud, perfección.
Por lo tanto, cuando se aplica a las siete iglesias es de esperarse que tenga un propósito definido. Había más de siete iglesias en la provincia de Asia, pues dos iglesias de esa región -la de Colosas y la de Hierápolis- también se mencionan en el NT (Col. 1: 2; 4: 13). Por consiguiente, es razonable deducir que el Señor escogió a las siete iglesias que aquí se nombran porque eran y serían típicas de la condición de toda la iglesia en los tiempos apostólicos y también a través de toda la era cristiana .
Los mensajes a las siete iglesias eran aplicables a condiciones específicas de la iglesia en los días de Juan. Si no hubiese sido así, estos mensajes hubieran desconcertado y desanimado a los cristianos de las iglesias de Asia cuando los leyeran (ver com. Apoc. 1: 3). Juan hubiera resultado ser entonces un falso profeta si los mensajes que dirigía a sus iglesias no hubiesen revelado la verdadera condición de esas congregaciones y no hubieran sido adecuados para sus necesidades espirituales. Estos mensajes fueron enviados en una época en que los cristianos de Asia estaban sufriendo una gran tribulación , y su firme reproche, alentador consuelo y gloriosas promesas, deben haber tenido el propósito de responder a esas necesidades . Si las iglesias cristianas de Asia aceptaban y prestaban atención a estos mensajes, estarían preparadas espiritualmente para comprender el drama del gran conflicto descrito en el resto del Apocalipsis, y para mantener una esperanza firme en el triunfo final de Cristo y de su iglesia.
Aunque los diversos mensajes a las siete iglesias tuvieron que haberse aplicado en primer lugar a las iglesias de Asia de los días de Juan, también se aplicarían a la historia futura de la iglesia . Un estudio de la historia revela que estos mensajes ciertamente son aplicables de una manera especial a siete períodos o épocas que abarcan la historia de la iglesia hasta el fin del tiempo.
Como ya lo hicimos notar, el número siete implica plenitud, y por esa razón también parece razonable entender que estos mensajes en cierta medida describen a toda la iglesia en cualquier momento de su historia, pues sin duda cada congregación a través de la historia cristiana podría hallar que se describían sus características y necesidades en uno o más de estos mensajes. Por lo tanto, puede decirse que tienen triple aplicación: universal, local (en los días de Juan) e histórica (o en períodos sucesivos). Un escritor cristiano de alrededor del año 200 d. C. afirmó: "Juan escribe a las siete iglesias, y sin embargo, habla a todas" (Texto latino en S. P. Tregelles, ed., Canon Muriatorianus, p. 19). Por ejemplo, el mensaje a la iglesia de Laodicea es particularmente apropiado para la iglesia de hoy, sin embargo, los mensajes a las otras iglesias también contienen palabras de admonición con las cuales ella puede beneficiarse .