|
El hombre
contemporáneo vive marcado por la velocidad con que
suceden los cambios y transformaciones en todos los
campos de la vida social. El fenómeno es especialmente
sorprendente en el ámbito del desarrollo científico y
tecnológico, donde la velocidad con que suceden la
generación y aplicación de nuevos conocimientos supera
no sólo nuestra capacidad de comprensión, sino incluso
nuestra capacidad de asombro. Los descubrimientos y
desarrollos que realiza el hombre tienen en principio la
finalidad de hacer la vida mejor y más fácil a los
seres humanos, de proporcionarles más y mejores bienes
en todos los aspectos; sin embargo, muchos son los
ejemplos donde el desarrollo científico se ha revertido
en perjuicio de la humanidad. En este vertiginoso e impactante desarrollo científico se destaca la genética, que ha dado frutos positivos a la humanidad, pero que también fue utilizada en contra del Ser Humano, desconociendo todo principio ético. La posibilidad de utilizar el conocimiento para bien o para mal, nos pone frente a frente con nuestra identidad biológica, con lo que somos biológicamente y sus causas. Es fácil pensar en monstruos creados en laboratorio, en ejércitos de hombres superdotados para determinada actividad producidos por clonación y muchas otras. El debate de la clonación (junto con otros avances derivados de la biotecnología) va a ser un buen campo para poner a prueba la capacidad de nuestras sociedades para discutir racional y democráticamente sobre la posibilidad de encauzar la tecnología. ¿Tendremos en nuestras manos la oportunidad de ponerla al servicio de las profundas necesidades de la humanidad, o seguiremos deslizándonos por la pendiente del sonambulismo tecnológico? |