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CINE

Las SiCKongruencias de Moore

Si la medicina pública es una maravilla, como asegura Michael Moore en su nuevo documental,  ¿por qué no aludió a casos el mexicano? Es pregunta.

SiCKo
Dirigida por Michael Moore
2007

JULIO, 2007. Confieso que la primera parte de SiCKo me sedujo. El caos que representa el sistema de salud médico de Estados Unidos nos parece inimaginable para un país desarrollado. Se trata del país que más invierte en seguridad social con resultados superiores a lo deplorable. El cineasta logra transmitirnos el sentimiento de impotencia ante una burocracia, pólizas que no se aplican retroactivamente por los pretextos más inverosímiles. La medicina materializada, al servicio del lucro... este es el mensaje que nos da el primer cuarto de la cinta.

Esta vez no se trata de entrevistar a un magnate insensible, ni a realizar una capirotada de temas post 11 de septiembre ni de llamar a Irak una (¡vaya novedad!) guerra por el petróleo. Esta vez Moore aborda un tema más a la mano del el público norteamericano. Todas las familias han tenido han tenido que enfrentarse al monstruo de la asistencia médica alguna vez en sus vidas. Por ello la disección llega a indignarnos; por primera vez me veía coincidir con Moore pese a las críticas que había leído sobre el filme.

Y luego... bueno, luego salió a relucir el Michael Moore que todos conocemos. Y dado que en Europa lo adoran --SiCKo recibió 15 minutos de aplausos en el Cannes-- el ejemplo a seguir proviene de ese continente. ¿Por qué? Simple: Moore propone, como solución a la cataclísmico servicio médico norteamericano, instituir el servicio médico europeo, el canadiense y, si aún tenemos la paciencia necesaria, el cubano.

El cineasta viaja a ese continente y nos presume las bondades del seguro social francés, que no sólo es gratuito sino que cubre a todos los ciudadanos, a diferencia de Estados Unidos donde, dice Moore, hay 50 millones de personas que carecen de él, aunque se abstiene de presentar información que respalde ese dato. Más adelante se salta a Suecia, el paraíso del socialismo nórdico, y resalta la alta calidad que reciben los derechohabientes. Más adelante presume que en Canadá "no se ven las largas filas" de pacientes que se ven en Estados Unidos.

Enseguida viene un momento entre chusco y surrealista. El director lleva a Cuba a varios bomberos que estuvieron en la tragedia del World Trade Center y quienes no han recibido el servicio médico apropiado. Pero en Cubita la bella no sólo se les trata de lujo sino que al final, en una escena sin duda preparada, algunos cubanos aparecen, con lágrimas, agradeciendo las bondades de su servicio médico.

Como es lugar común en las películas de Moore, jamás vemos nada que rebata sus argumentos, nada que sirve de contrapeso, mucho menos una voz disidente, como si todo lo que nos presentara fuera la Verdad con mayúsculas. El asunto se torna irritante cuando vemos la manera tan absurda en que Moore trata de evadir la realidad. Abunda el incienso hacia la seguridad social pública --el mayor defecto que le encuentra a ésta en Estados Unidos es que es demasiado privada-- a la que varias veces añade el adjetivo de "gratuita". Falso: todos los contribuyentes pagamos por ella, la mayoría de las veces sin ver resultados tangibles o eficaces; cualquiera que haya estado en un hospital público latinoamericano encontrará ofensiva la panacea de Moore.

Otro aspecto "olvidado" por Moore es el lado negro de la medicina pública europea que arrastra un monstruoso déficit que amenaza con "tronarla" dentro de unos años. Y si es tan "eficiente", ¿cómo es que desde los tiempos de Tony Blair se ha insistido en una reforma al sistema de salud, repudiado por los mismos ingleses? Y de Suecia, "el modelo" ha transformado sus bondades en un regalo envenenado pues la carga fiscal donde unos pocos trabajan para mantener a unos muchos ha orillado al Estado a buscar una solución, muy lejana a las tonterías que Moore propone en SiCKo.

Otra omisión: si el servicio médico cubano es excelente, ¿cómo fue que Castro prefirió ser atendido por un especialista español? Y quizá una que resulta más imperdonable: el actual sistema caótico de seguridad social de Estados Unidos tuvo al senador Edward Kennedy entre sus principales impulsores, detalle que, naturalmente, nunca es mencionado aquí.

Como ya referimos, el diagnóstico de la cinta es bueno pero cuando menciona el remedio nos vamos de espaldas pues se trata de lo mismo que ha agravado la situación. Por tanto sería mejor dejar de llamar "documentales" a las películas de Michael Moore. Se trata, más bien, de obras destinadas a engrandecer al ego de alguien incapaz de ver la historia más allá de lo que le conviene.

© copyright, Derechos Reservados, 2007

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1 comentario

bratislava33_molinar escribe 22.07.07

Tuve oportunidad de ver esta película en Estados Unidos en un cine a medio llenar y con gente que empezó a irse antes que terminara. Coincido con este texto en que Michael Moore realiza un impactante repaso a lo mal que están los servicios médicos en este país donde ha vivido desde 1998 pero donde comete su máximo error es en proponer más servicio médico público como remedio. Cómo se ve que Moore nunca ha pisado un hospital del Seguro Social en México, tanto así que preferimos los servicios médicos gringos con todo y las fallas que puedan tener.

 

 

 

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