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CINE

Un género duro de matar

Borbotones de adrenalina corren en esta cuarta parte de la saga que hizo de Bruce Willis una figura mundial. No habrá fans decepcionados. Estamos frente al mejor héroe de acción de los últimos lustros

Live Free or Die Hard
Bruce Willis, Justin Long, Timothy Oliphant

Dirigida por Lee Wiseman

20th Century Fox
/2007

JULIO, 2007. "Yo no soy un héroe, sólo cumplo con mi trabajo... lo único que me he ganado es un divorcio y una hija que me odia", dice John McLane (Willis) en uno de los pocos minutos de quietud de esta cinta. Así es: el policía neoyorquino del sitio equivocado en el momento equivocado está de regreso, casi 20 años después que salvó al edificio Nakatomi --aunque no al señor Nakatomi-- allá en Los Ángeles.

Esta vez McLane se encuentra en su jurisdicción, pero no es sólo un teniente; hoy es un detective que ya no es la vergüenza de la comandancia (en una escena, por cierto, el villano borra el historial del retiro de McLane, ¿indicio que nos espera otra película más?), es un "curtido", un veterano de tal resistencia que en caso de guerra nuclear o el tan de moda calentamiento global, aún seguiría en este planeta.

Live Free or Die Hard tiene una conexión directa con la primera cinta de la saga, como si la segunda y tercera partes no hubieran existido. Las referencias abundan, entre ellas otro agente del FBI apellidado Johnson, diálogos sarcásticos entre McLane y el villano, un familiar como rehén y la perenne incompetencia de los burócratas federales, tanto así que la relación entre ellos y el líder de los terroristas constituye una parte importante, y de contraste, de la trama.

Con su actitud de padre celoso y protector McLane se topa con la furia de su hija, una estudiante universitaria. En eso recibe una llamada de su jefe donde le pide pasar al departamento de Matt Farrell (Long), un hacker, dado que otros colegas suyos han desaparecido o fueron asesinados; "es una labor muy fácil", le advierte su superior.

Dado que sería muy difícil mantener a un personaje por casi dos horas únicamente con comentarios sarcásticos y explosiones, McLane siempre ha requerido de un respaldo. En la primera parte fue un policía con el que se comunicaba por radio y más adelante lo acompañó un negro del Bronx. Esta vez, el hacker cumple esa premisa, enfatizando la brecha generacional con McLane, como cuando ambos discuten si Creedence es "rock clásico" porque es viejo, o simplemente "por ser mala música, entonces como ahora".

Y es que Farrell es autor de un código de logaritmos que es usado por Thomas Gabriel, un tipo que ha contratado varios hackers encargados de enloquecer primero al sistema de semaforización, luego a Wall Street para después ingresar al sistema de seguridad (chéquense la amenaza mediante la voz de varios discursos presidenciales) así como el estallido del Congreso al mejor estilo de Independence Day, algo que aquí es sólo un falso aviso.

La cinta cumple sobradamente el objetivo de subirnos la adrenalina; balazos, persecuciones, caídas, autos a toda velocidad y hasta un helicóptero derribado por una patrulla. Es también una cinta que hace a un lado los convencionalismos PC. "Basta de kung fu y toda esa porquería", dice McLane antes de regresarle la tunda a la amante de Gabriel, una chica asiática. En otra escena Farrell habla de la época en que "Michael Jackson era negro". ¿O que tal la referencia a un "loco árabe que quiere eliminarnos"?

Pero con todo lo buena que es --es una cinta de acción, señores críticos, no aspira ni necesita de Cannes ni de óscares-- Live Free or Die Hard se medio cae al final. La elegancia de Hans Grüber (Alan Rickman) se mantiene como la mejor actuación de todos los malos que ha habido en la saga. Y es que aquí tenemos villanos muy condescendientes, sobre todo en los últimos minutos. Si Thomas es un ex empleado federal al que corrieron luego del 9-11, además de experto en sistemas, uno no entiende cómo es que no haya cambiado los códigos elementales de acceso una vez que falló el atentado para eliminar a Farell, que carezca de un "Plan B" o que sus compinches disparen a McLane y al hacker en vez de prevenirlos con un "no se muevan".

Pero bueno, son elementos del cine de acción. Si esta fue la última entrega de Die Hard estará por verse --Willis dijo que todo dependería de la taquilla, que hasta hoy sigue alta--, en especial porque el protagonista ya tiene 55 años. Pero que este actor es maestro del género, sin duda. Un género duro de matar, algo que Hollywood parece estar aceptando.

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[Abril, 2007]

© copyright, Derechos Reservados, 2007

 

1 comentario

jua-varela escribe 10.7.07

Buena película, magníficos efectos especiales pero algunas fallas de edición, pues en una escena McLane termina lleno de raspones y a la siguiente ya se le desaparecieron. Hay un "oso" donde al hacker se le ve con una profunda herida a la altura de la oreja derecha, cinco minutos después ya no se le ve la herida y la siguiente toma puede vérsele otra vez. Donde no nos queda duda es que se trata de la mejor película de acción de esta década. Van Diesel debería aprender de Bruce Willis.

 

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