[m a l a c a n d r a]

El enigma Solaris

Carles Bellver Torlà <CBT@iName.com>

La novela

Solaris (1961) es uno de los títulos míticos de la ciencia ficción. No es exactamente una obra única entre las de su autor, el polaco Stanislaw Lem (Lvov 1921), pero sí resulta bastante rara en un contexto más amplio. En el género desde luego abundan la terminología científica y las aplicaciones tecnológicas más especulativas. En Solaris, sin embargo, la tecnología va poco más allá de los cohetes espaciales, los helicópteros y los microscopios, pero a cambio hay ciencia real a raudales: experimentos, recogida de datos, hipótesis alternativas expuestas en publicaciones científicas, polémicas estériles entre escuelas rivales, etc. Lem maneja estos ingredientes con un profundo conocimiento de causa (es doctor en medicina y experto matemático) y a la vez con la ironía distante y escéptica característica de toda su producción.

La novela arranca con la llegada del cosmonauta Kris Kelvin a una estación orbital sobre Solaris, planeta situado a miles de años luz de la Tierra que trae de cabeza a nuestros científicos desde que fue descubierto. El océano que lo cubre por entero ha resultado ser un organismo viviente capaz de cierto tipo de actividad psíquica. Las alucinantes transformaciones en la superficie del planeta parecen obedecer a un plan que nadie ha conseguido aún descifrar, a pesar de las minuciosas observaciones y estudios.

Pero eso no es todo. Nada más llegar Kelvin es testigo de extrañas apariciones que afectan a todo el personal de la estación. Pronto aprenderá dolorosamente que son materializaciones de los recuerdos y deseos más íntimos de cada uno de ellos: después de la primera noche se ve obligado a aceptar la compañía de una copia muy real, de carne y huesos, de su mujer, Harey, tal como era cuando se suicidó diez años atrás.

Unos análisis de laboratorio revelan que estos "visitantes" sólo aparentemente son como nosotros: por dentro están hechos de neutrinos. Han sido generados de algún modo por el océano psíquico, pero, ¿por qué?, ¿con qué finalidad ha buceado en las mentes de los humanos y ha sacado de lo más hondo a sus fantasmas? ¿Está intentando comunicarse con ellos? ¿Ha emprendido quizá un experimento, o trata de hacerles daño? En parte, ése es el tema de Solaris, un tema clásico de la ciencia ficción: el contacto con un ser de otros mundo. Y Lem lo aborda advirtiéndonos que puede que ahí afuera haya cosas tan distintas de nosotros que nuestras pobres metáforas ni siquiera lleguen a tocarlas y no podamos entenderlas nunca. Todos los esfuerzos de la llamada solarística puede que sean en vano.

Pero Solaris no es sólo crítica epistemológica, es también una tragedia existencial, la de sus protagonistas. La copia de Harey no es ella misma, pero ha sido modelada a su imagen y semejanza, incluso posee parte de sus recuerdos. La difícil relación de Kelvin con la nueva Harey, y la toma de conciencia de su condición por parte de ésta, llenan de intensidad emocional los últimos capítulos de la novela, hasta su conclusión o falta de conclusión, y la convierten en una historia inolvidable.

Las ediciones

Ediciones Minotauro ha sustituido este mismo año su traducción de la versión inglesa por una nueva traducción al castellano del texto original polaco firmada por Matilde Horne y Francisco Abelenda (ISBN 84-450-7217-X).

En catalán contamos desde 1988 con un traducción del polaco obra de Agata Siewierska (Edicions Pleniluni, ISBN 84-85752-44-9). Desgraciadamente se hizo una tirada muy corta de 2200 ejemplares que lleva tiempo agotada.

La película

El director ruso Andrei Tarkovsky adaptó Solaris al cine en 1972. La película dura tres horas y requiere algo de paciencia por su ritmo lento, pero merece la pena aguantar. El guión de Tarkovsky sigue con fidelidad la narración de Lem y le añade una inteligente y personal reconstrucción de los hechos inmediatamente anteriores y posteriores. En su momento esta película fue presentada como la respuesta soviética a 2001.

¿Comentarios?

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15/10/1998
http://www.oocities.org/SoHo/Cafe/1131/05solaes.html
Copyright 1998 malacandra, los autores

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