Abrió
los ojos y sintió una sensación de vacío en el estómago. Mañana
gris, triste y húmeda. Un día más, parecido a los anteriores.
Chava hubiera preferido quedarse en el camastro, hecho de hojas de
cartón, para mantenerse un poco calientito con los periódicos
apilados encima de él. Pero no, su estómago vacío poco a poco se
fue transformando en una bola de fuego que le mordía las entrañas.
Felizmente
la lluvia había respetado la intimidad de su casucha construida
hace una semana, a un lado del basural de Ixtapalapa, con dos
calaminas oxidadas y un muro de piedras en forma semicircular que él
mismo levantó.
Chava
respiró hondo y sintió en su nariz el tufo asqueroso de la basura
mojada. Pero no se inmutó: estaba acostumbrado a olerla desde niño,
cuando ayudaba a sus padres a recuperar de las montañas de
desperdicios algunos objetos que pudieran tener cierto valor para
venderlos. Volvió a sentir la bola de fuego, pero esta vez acompañada
de un intenso retortijón que hizo que se ovillara como una
serpiente. Tenía que salir a buscar algo de comer, algo que calmara
por un momento el monstruo hambriento en que se había convertido su
estómago desde hacía una semana.
Brrr,
carajo, qué frío que hace. Dicen que es la cola de un huracán lo
que causa este mal tiempo. Y pensar que tan sólo colgajos
deshilachados de ropa cubren tu cuerpo de las dentelladas del frío.
Hambre y frío: las dos caras de una misma moneda que se llama
pobreza. ¿Te duele esta vida que tú no pediste? ¿Todavía crees
que la Virgen de Guadalupe ayuda a los pobres y jode a los ricos? ¿Sí?
No te queda otra. La vida parece menos miserable si se tiene la
esperanza de un futuro un poco diferente a las realidades del
presente.
Chava,
desde hace una semana no has probado bocado. Tienes hambre, mucha
hambre. Y tienes que salir a buscar un trabajito que te dé para
comer. Pero estás muy débil y tus piernas apenas te sostienen. No
importa, es necesario conseguir algo de dinero aunque sea para un
taquito. Necesitas comer, debes comer. Estás asustado, Chava. Crees
que te vas a morir. Sí, señor, estoy asustado por lo que me sucedió
anoche. Los retortijones que sentía en la panza eran tan fuertes
que ya casi no pude dormir. Entonces te levantaste y fuiste hacia el
basural para hacer del cuerpo. ¿Verdad? Y por más que pujaste nada
salió, nada. Pero el dolor era cada vez más intenso y no cesaba.
¿Verdad? Luego te agarraste de unos matorrales y pujaste con toda
tu alma hasta que unas lágrimas saltaron de tus ojos. Entonces sí.
Algo en la tierra fangosa. Rash. Los fósforos están un poco
mojados. Rash. La temblorosa luz del cerillo muestra tu cara
sorprendida y temerosa por lo que acabas de ver. Rash. Quieres verlo
otra vez. Tus ojos no mienten. Has depositado en el suelo un mojón
sanguinolento. Con el cerillo aún encendido, piensas en lo que le
pasó a tu compadre Chema: sí, pues, se volvió un teporocho alcohólico
cuando su mujer lo abandonó para irse con un judicial del Estado de
México; pedía limosna por las cantinas para poder seguir bebiendo
y se pasaba varios días sin comer pero no sin beber, y enflaqueció
de tal manera que un día cagó sangre y al otro se murió. Pero eso
jamás me pasará a mí porque no soy un pendejo. Mañana voy a ir a
trabajar como cargador de fruta en el mercado de La Merced. Y con
esa idea dando vueltas en tu mente, caminaste de regreso a tu
casucha de calaminas y piedras. Al poco rato, el sueño te venció.
Entonces soñaste que una alondra sedienta secaba los mares con su
lengua de fuego.
Pero
hoy es ese mañana que anoche vislumbraste. Y es necesario que te
levantes ya, pues si llegas tarde al mercado otros podrían ganarte
el trabajo. Haces a un lado la montaña de periódicos que te cubre
y al salir de tu covacha sabes perfectamente que el frío de afuera
corresponde a las cinco de la mañana. Plash,
plash, plash. Tus
viejos zapatones, hundiéndose en los sucios charcos en los que la
lluvia de anoche ha quedado prisionera, te anuncian la proximidad
del mercado de La Merced. Ojalá que haya harta carga y me
contraten. Un individuo está hablando con un grupo de personas que
parecen cargadores. Son cargadores, no hay duda. Y él debe ser el
encargado de contratarlos. Te acercas, unas pocas palabras con él y
ya estás trabajando. Un peso por cada caja de manzanas que
descargues del camión. Algo es algo. Ojalá no te desmayes, pues
necesitas el trabajo aunque te sientas débil.
¡Hágase
a un lado, señora! ¿No ve que estorba? Viene, viene, viene... ¡Apúrense,
cabrones, que no les pago por hora sino por caja! El bodeguero,
desde la parte superior del camión, dirige las maniobras de
descarga con las manos en la cintura y con la actitud despectiva de
los que acostumbran mandar.
Los
cargadores, sudorosos y apresurados, van descargando una tras otra
las cajas de manzanas, compitiendo entre sí por ver quién descarga
más cajas. Parecen hormigas enloquecidas descargando los alimentos
que el campo envía a la ciudad. De otros camiones, otros cargadores
descargan plátanos, papas, jitomates, carne, uvas, aguacates...
Todo lo necesario para una ciudad con más de dieciséis millones de
estómagos.
Puf,
puf, puf. Ya
sólo me faltan diez cajas para terminar. Duelen las piernas, la
cintura, los brazos, los hombros y la espalda. Puta madre, qué
pesadas que están las cajas. Casi ya no siento la espalda. Menos
mal que ya faltan cinco cajas para acabar. Recuerdas que no has
comido desde hace una semana. Y ese dolor en el estómago que te
sigue jodiendo y atenazando las tripas. Empiezas a ver lucecitas
multicolores. Las fuerzas te abandonan y se te nubla la visión. Dos
cajas más y termino. ¡Apúrense, hijos de la chingada, que los
camioneros tienen que irse!
Ayyyy,
Aaaay, gritan unas mujeres. Una rata, gorda como un obispo, sale
disparada del interior de una bodega. Sorpresa general, palabrotas.
Se detiene la descarga de los camiones. Varios hombres persiguen a
la rata, armados de largos palos y de escobas. Pinche rata, ella si
que la pasa bien. No tiene que romperse el lomo para tragar. Su vida
es comer y luego escapar. Los hombres regresan acezantes y
malhumorados. No lograron matar a la rata. ¡Dejen de andar haciéndose
los pendejos persiguiendo ratas y terminen de una buena vez, carajo!
Parece que el patrón está molesto. Menos mal que ya sólo me falta
esta caja y termino.
Plamm.
Crash. ¡Pero quién fue el pendejo que dejó caer esa caja! Todos
los demás cargadores te rodean y te miran con compasión. Era la última
caja. La última. Te fallaron las fuerzas y caíste pesadamente con
todo y carga. La caja se rompió y las manzanas están apachurradas.
Qué mala onda. Era la última caja. Alzas los ojos y escuchas como
en sueños que el bodeguero dice que te hizo un favor al
contratarte, que nunca más dará empleo a muertos de hambre como tú,
que todos son unos inútiles y no saben trabajar, que te olvides de
tu paga, pues echaste a perder las manzanas, que por el contrario tú
sales debiéndole y que mejor te largues de una vez por todas. Una
rabia sorda recorre todo tu cuerpo. No es justo, Dios mío. Era la
última caja.
Chava
se puso a recordar cómo murió su compadre Chema por dársela de
fakir. Luego pensó en la rata. Comer y escapar. Sí, eso es. Comer
y escapar, como hacen las ratas. Sólo que al revés: escapar llevándose
algo de comer. Y sin pensarlo dos veces, con la determinación que
da el hambre, se puso al hombro una caja de manzanas y, con una
energía desconocida para él, se lanzó a la carrera por el mismo
camino que había seguido la rata momentos antes. No se detuvo,
siguió corriendo hasta que ya no escuchó los gritos del bodeguero.
Llegó jadeante a su casucha y se desplomó pesadamente en el
interior de ella. Cuando recobró el aliento, se puso a devorar las
manzanas con el deleite de un gourmet. Finalmente, cerró los ojos y
sintió una tibia sensación de hartazgo en el estómago. Y la mañana
dejó de ser triste, gris y húmeda.
Jorge
Pereyra, 1997
jpereyra45@email.msn.com
Jorge
Pereyra nació en Cajamarca en abril de 1952, periodista, escritor y
productor de televisión. Ha vivido en varios países de América
Latina , En 1977 gano el Premio Nacional de Periodismo, convocado
por la Fuerza Aérea Peruana. Tiene varios cuentos y poemas
publicados en México , hace 15 años que reside en Estados Unidos
donde trabaja para la cadena de televisión UNIVISION.
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