El
jardin de la reina
Esto
es una parte de aquel jardín preciosísimo del que te hablé.
Alicia por fin había conseguido volverse muy pequeña, y pudo
atravesar la puertecita. Yo supongo que estaría más o menos tan
alta como un ratón puesto en dos patas: así que ya comprendes que
ese rosal es muy pequeño, y esos jardineros también.
¡Qué
hombrecitos tan curiosos! Pero ¿tú sabes que son hombres? Yo creo
que deben ser naipes vivientes, que tienen cabeza y brazos y piernas
para parecer hombrecitos. ¿Y qué estarán haciendo con esa pintura
roja? Pues verás, esto es lo que ellos contaron a Alicia: la Reina
de Corazones quería tener un rosal de rosas rojas precisamente en
ese rincón: y esos pobrecitos jardineros habían cometido un gran
error, y habían plantado un rosal de rosas blancas: y estaban
asustadísimos, porque con toda seguridad la Reina se iba a enfadar
mucho y entonces ordenaría que les cortaran la cabeza a todos.
Era
una Reina terriblemente feroz, y siempre decía lo mismo cuando se
enfadaba con alguien.
«¡Que
les corten la cabeza!» Bueno, no se la cortaban de verdad, sabes:
porque nadie obedecía a la Reina: pero eso es lo que ella decía
siempre.
Ahora,
¿puedes adivinar lo que pretenden hacer los hombrecitos jardineros?
Están intentando pintar las rosas de color rojo, y tienen muchísima
prisa por dejarlas terminadas antes de que llegue la Reina. De esa
manera tal vez la Reina no se dé cuenta de que en un principio el
rosal era blanco: y entonces tal vez no les cortarían la cabeza a
los hombrecitos.
Como
ves había cinco grandes rosas blancas en el rosal --¡menudo
trabajo pintarlas todas de rojo!--. Pero ya tienen terminadas tres y
media, y si no perdieran el tiempo hablando --¡trabajad,
hombrecitos, poneos a trabajar! ¡Que si no va a llegar la Reina
antes de que terminéis!-- Y si encuentra una sola rosa blanca en
ese rosal ¿sabéis lo que va a pasar? Sucederá que dirá: «¡Que
les corten la cabeza!» ¡Ay, hombrecitos, trabajad! ¡Deprisa,
deprisa!
¡Ha
llegado la Reina! ¿Y está enfadadísima? ¡Ay mi pobrecita Alicia!
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