Convocatoria de Fidel Castro a militantes e intelectuales

«Defender principios; crear conciencia»

 

Por Norberto Bacher

 

El Vaticano, la Revolución cubana y la crisis mundial

Por Luis Bilbao

Invitación a un debate teórico-político insoslayable

40 años de revolución en Cuba

[Texto publicado en la edición Nº 19 de la revista Crítica de Nuestro Tiempo]

Destinar una cantidad desproporcionada de páginas de Crítica a algunos de los últimos discursos de Fidel Castro puede parecer incongruente.

Sería un error suponer que esta decisión está movida por un hecho que asombró al mundo a comienzos de año: el viaje del Papa a Cuba. Este fue, sin duda, sobresaliente. Pero sobresale ante todo porque plasma los drásticos cambios en el escenario político internacional y prueba que en ese escenario -y sobre todo en su proyección futura- Cuba tiene un peso desproporcionado en relación con su minúsculo porte geográfico en el mapamundi.

No hay por tanto asimetría en el sumario de Crítica, sino en la realidad política mundial. Y por ello importa sobremanera saber cómo interpreta la dirección de ese país el cuadro de situación internacional, cómo se posiciona ante él, tanto desde su política interna como en su proyección exterior.

Nada mejor para ello que reproducir algunos de los últimos discursos de Fidel Castro: dos intervenciones en las que se dirige a los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular poco antes de las elecciones que la renovaría, la bienvenida al Papa y diálogos directos con el pueblo a través de la televisión, en los que explica primero el significado para Cuba del viaje del Papa y hace luego un balance tras la partida de Juan Pablo II.

No es hábito de Crítica centrar su tarea en la cobertura de efemérides. Todo lo contrario. Pero el próximo 1º de enero, la Revolución Cubana cumplirá 40 años y esta fecha no es un mero acontecimiento histórico. Es una clave de nuestra lucha de hoy: la recomposición del pensamiento y el accionar revolucionario marxistas luego de la larga noche stalinista que culminó como fenómeno hegemónico sobre el movimiento obrero mundial con el derrumbe de la Unión Soviética, tiene como eje ineludible -como criterio de verdad, podría decirse- el desarrollo de esta revolución durante la segunda mitad del siglo y el posicionamiento frente a ella de todas las expresiones del pensamiento y el accionar revolucionario.

Esa es la segunda razón -o primera, si se quiere por orden de importancia- para otorgar amplio espacio a la palabra de Fidel: estos discursos (continuidad de tantos otros en la historia de la Revolución Cubana) constituyen un material de estudio insoslayable para las nuevas generaciones y un punto de apoyo para el debate que proponemos a propósito del 40º aniversario de la Revolución.

Sin otra limitación que los fundamentos de la razón, izquierda, centro y derecha, intelectuales y obreros, deben mirar de frente este hecho histórico sin parangón. Crítica urge a un debate sin concesiones que interprete y busque el saldo de cuatro décadas de accionar de la dirección encabezada por Fidel Castro. Pero no sólo como hecho cubano, sino como espejo de los errores -en no pocos casos verdaderas aberraciones- e injusticias cometidos por las diferentes organizaciones y corrientes que se consideran marxistas. Esas posturas son hoy desconocidas por los jóvenes revolucionarios.

La formación de los cuadros y vanguardias que tendrán en sus manos la responsabilidad de llevar a la victoria el socialismo en todo el mundo durante el próximo siglo tiene su piedra angular en el estudio, la asimilación y emulación del ejemplo cubano, lo cual resulta imposible sin la contraparte de la conducta del resto de la izquierda frente a él, en el momento de los hechos.

No se trata de calcar modelos. Mucho menos, de hacer reverencia alguna a personas o instituciones. La noción de que durante estos 40 años la Revolución Cubana y sus máximos dirigentes hicieron todo a la perfección tendría la misma base psicológica y el mismo significado filosófico y político que la certeza en la inmaculada concepción de María.

Los revolucionarios estudiamos para transformar la realidad y debatimos para cumplir esa tarea con mayor eficacia; para separar del trigo la cizaña y para quitar máscaras a quienes actúan disfrazados.

A quienes no se definen como revolucionarios, les instamos igualmente a tomar cuenta de este cuadragésimo aniversario y entrar en el debate: Wojtyla lo hizo y nadie que se precie política o intelectualmente puede ser menos.

Este debate urge sobre todo porque innumerables indicios anuncian que la política internacional ha dejado atrás el período signado por la caída de la Unión Soviética y sus múltiples efectos en todos los planos. Además, desde Kosovo a París, desde Bangkok a Italia o Bolivia, se observan movimientos juveniles que preanuncian un despertar largamente demorado de la rebeldía en esa capa decisiva de la sociedad. A escala mundial, se plantea por tanto un desafío histórico para todos aquellos hombres y mujeres comprometidos en la lucha por la emancipación de los trabajadores y la abolición del capitalismo. Pero también para todos los demócratas sinceros y para todas las personas imbuidas de sentimientos humanistas.

La lectura de estos últimos discursos de Fidel Castro constituye, insistimos, una pieza clave para interpretar la actualidad mundial. Y la educación de las futuras generaciones de revolucionarios marxistas no puede eludir un análisis exhaustivo -exhaustivamente crítico, desde luego- de las posiciones de la Revolución Cubana en las últimas cuatro décadas, plasmadas en los hechos expuestos en estos discursos, así como no puede eludir el debate sobre las posiciones adoptadas a lo largo de este período histórico frente a la Revolución su dirección, sus aciertos y sus errores, por todas y cada una de las fuerzas políticas que se reclaman marxistas.

Si lo que asombró al mundo fue el hecho y los resultados de la presencia del Papa en Cuba, lo cierto es que resulta imposible comprender las causas y el significado de la presencia de Karol Wojtyla en la isla sin partir de los profundos cambios producidos en el escenario internacional en la última década.

Crítica inició sus actividades públicas en 1998 con un esfuerzo por descubrir, interpretar y exponer ese nuevo cuadro. El 5 de marzo, en una sala céntrica de la capital argentina el grupo de apoyo a la revista en Buenos Aires organizó una conferencia-debate cuyo título fue El Vaticano, la Revolución Cubana y la crisis mundial (ver texto completo a partir de la página 145). La publicación de estos discursos es otro paso en el mismo sentido.

 

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