Hacía ya varios días que no lo veía, tal vez más..., él llegó apurado como siempre, inventando un rato libre para verme antes de mi regreso. Preguntó mil cosas en un segundo, sólo contesté algunas porque yo también quería preguntar. Hasta que surgió la pregunta inevitable:

- Vendiste la casa?

-Si.- respondí.

Un instante en silencio y cambiamos de tema. Rato después...

-Caro, te acordás? ... cuántas cosas que pasamos acá!!

Alguien dijo las dos y media, él se incorporó apurado - Es tarde, me voy.- Me dio un beso para despedirse y al llegar a la puerta se detuvo... - Espera - dijo - quiero verla por última vez.

Llegamos al lavadero y miramos tras los cristales el patio vacío. En otros tiempos todos estabamos ahí, unos peleaban, otros reían, otros ni sé que hacían. Nos miramos sin decir nada pero nos brillaban los ojos y en el brillo se leían las palabras:

- Te acordás las mañanas de invierno ocultos tras los vidrios empañados de esta cocina, todos venían a hacer deberes y los sillones del living se llenaban de libros y mochilas olvidados. En la mesa, cigarrillos y ceniceros colmados, historias cotidianas y los días que pasaban al igual que las cintas de mil cassettes en aquel viejo grabador o en otro no tan viejo, donde peleaban Mateos con Ceratti, Mónica Posse con Sui Géneris, The Cure Phil Collins y tantos otros.

En el vacío del lugar una mesada se hace cómplice de nuestra nostalgia y recuerda risas, secretos, sueños, planes, éxitos y fracasos de ese grupo de amigos que ya no está. Las lágrimas de sus tropiezos y desengaños también quedan acá.

Los fines de semana en el living mirando videos o inventando algún peligroso juego de palabras para pelearnos todos, de aburridos nomás y reconciliarnos por la noche en el boliche.

En el fondo de la casa, el fogón, donde sólo él y yo supimos ir a hablar mientras tomábamos un café, los leños ardiendo en el hogar como únicos testigos de nuestras confesiones, se apagan hoy.

Mi amigo atravesó la puerta de calle por última vez, al igual que lo hicieran antes esos otros amigos, que hoy están lejos de esta ciudad.

Horas después esa puerta se cerraba a mis espaldas y yo supe que tampoco volvería a cruzarla, me iba o otro lugar dónde también yo he vuelto a empezar sabiendo que el tiempo no se puede volver atrás.