II   INTERLUDIO POÉTICO
B   La prosa-poesía, la balada y el romance

AYER-MAÑANA (COMENTARIO)






La tierra, ciertamente, se comportaba como una galera de sorpresas. Los viajeros antiguos iban siempre hacia lo desconocido. Descubrían continentes de faunas y floras ignoradas, se aventuraban entre gente de lengua y cultura tan distintas, que la extrañeza y el mutuo temor dibujaban los encuentros alternos entre las guerras o el trueque.
      Y, antes de partir, las fantasías colmaban los relatos previos a los hallazgos en la linde: monstruos escondidos en los hospedajes, tesoros de valía incalculable, mujeres seductoras que bailaban al son de pífanos soplados por felinos, tormentos que únicamente los elegidos resistían, alimentos de eterna juventud ...
      Hasta quedar la tierra despojada de sus antiguas maravillas: recorrida, golpeada, expoliada, igualadas sus gentes por la tecnología, conocidas sus lenguas, intercomunicada, holladas sus fosas atlánticas, llagados sus bosques y lagunas, oprimida y vejada.
      Ahora la aventura aguarda en el Sistema Solar, en las estrellas, en un universo de infinitud proporcionalmente inversa a ésta de la agotada tierra. ¿Reencontraremos en las galaxias inconmensurables las hadas escabullidas del pequeño planeta de la vida?, ¿las fuentes con sus duendes?, ¿los ogros que habitaban castillos y hondonadas?
      Las sondas espaciales se adelantan y los engendros robóticos miden y fotografían los cuerpos estelares antes de que nuestro pie siquiera roce la superficie de un pequeño asteroide
      Arribamos al Universo ahora carentes de leyendas, casi diríamos con desencanto previo, aunque provistos por el agua de la tierra y su alimento.

      Y el cielo inmediato de púlsares y novas
      ¿deparará menos sorpresas tal vez,
      que alguna isla
      donde encontró el viajero su sombra
      en el ocaso?
 

Buenos Aires, 1996



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