BALADA
EL MUNDO DE RENÉE
Sin duda a la del ángel
mi inocencia
resulte comparable,
y este oficio de observar
con asombro
el movimiento menudo
de las cosas,
al que originara ciencias
y filosofías.
Y tan inaccesible,
aunque me entregue
a tus manos,
salvaje y dulcemente
como esa pieza musical
que por detrás del
tiempo
midiendo sus ecos
a escondidas
llega vos
No nos preguntemos
por qué fui yo y
no otra
la mutua cercanía
que nos apareciera
esa mañana de abril
en la explanada
donde la sal y el viento
torcieran el azar
a nuestro lado
Nacimos juntos
para sostenernos
frente a las angustias
que nos debilitan:
la perentoriedad de un mundo
que niego
en las ensoñaciones
y un mutuo silencio
de orfandades
Nacimos juntos,
aunque con ímpetus
dispares,
porque la lluvia
ya se deslizaba ante vos
mientras mi nada.
Y nos columpia ahora
el mismo vacío fulgurante
que nos repele y llama.
Una y otra vez,
dueña del espacio
que subyugo desde mi vigilancia,
la bóveda de cielos
inmediatos
sin mitos o leyendas
observo desprovista
de ansias o ilusiones:
el desatino de un pensamiento
basado en lo imposible
jamás me sojuzgó.
Quiero una nuez
o aquel trozo de tela
que anudaras,
una cajita de latón
ruidosa
que reemplazo después
por este ovillo de lana,
si me aburro.
Todo lo curioseo
y abandono el objeto apetecido
cuando la indiferencia
me conduce a suplirlo
por algo semejante.
Juego sin expectativas,
no anhelo imposibilidades
ni otro ser
distinto a lo que soy
me tienta.
Temo, no obstante,
a un enemigo
que apenas imagino:
el mundo exterior.
Aunque de noche mío
y comprensible,
me afecta su infinita concatenación
de ambigüedades,
su múltiple feracidad
que nos ignora.
No idealizo las cosas,
me limito a convivir con
ellas.
Por eso la crueldad
y los actos opuestos
que, ingenuamente, llamarías
buenos,
no angostan mi horizonte,
ni guerras o utopías
interfieren el sol
donde retozo.
Perduro en mí
y sin desfallecer
por trascendencia alguna,
aunque,
ni aún con esta confesión,
el ámbito de cuanto
soy
acoto.
Un fondo resta aún
de mutuo desconocimiento
y presuposiciones:
no me defraudes
y pretendas de mí
algo distinto
de esta riqueza y escuetez
que soy.
Solo la distancia
promulga cercanías.
Buenos Aires, julio/agosto, 1996