A veces pareciera que la mujer no sabe que ella es el motor que mueve al hombre. El hombre se sentirá fracasado o "realizado", es decir, con o sin ganas de luchar, en la medida que tenga el aliciente de la mujer que lo empuje a conseguir con su esfuerzo la meta que se proponga.
El hombre tiene que ser muy fuerte de voluntad para no sucumbir a los efectos demoledores que produce una demostración de indiferencia, de ambigüedad por parte de la mujer.
Por el contrario una situación de interés, o por lo menos de comprensión, por parte de ella, producen en el hombre un estado de ánimo que lo lleva a ser creativo, generador de acción, de producción. La mujer pasa a ser una motivación que no tiene nada que ver con el estímulo sexual, sino que es eminentemente espiritual convirtiendo al hombre en un ser provechoso para la sociedad, quien se siente impulsado a la actividad que despliega con una capacidad y eficacia sorprendentes. A su vez y por otra parte si el hombre se deja vencer por un contratiempo de la naturaleza que comentamos, cae en un pozo de desesperación y angustia que lo lleva sin remedio a una situación anímica despreciable. Por eso está el refrán que dice que detrás de cada gran hombre siempre hubo una mujer...