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Nº 121 / Viernes 10 septiembre 1999
   

 

 

 
 

Aunque suene tópico, Enrique Bunbury dice que con su último disco, Pequeño, se ha reconciliado con el mundo de la música. Y lo cierto es que pasa de todo. Ha decidido que rompe con el rock, que va a juntar todas sus influencias, desde las españolas a las mediterráneas, y hacer los discos que le dé la gana, independientemente de que vendan o no. Otro tópico: con su último trabajo deja atrás una crisis personal muy fuerte en la que se planteó dejarlo todo, y en la que descubrió la copla o incluso fantaseó con ser como Jesulín y dar conciertos sólo para mujeres. Para él, Pequeño es un disco para madres y para secretarias, un trabajo sencillo y desnudo, sin simbolismos ni metáforas.

Total, que Bunbury no quiere ser más un héroe del silencio ni un tecno boy, quiere que la gente comprenda Pequeño, que exprima sus matices de ranchera y tango, sus efluvios flamencos, sus ramalazos de bulería y su compleja orquestación. Y si no es así, tampoco le preocupa. Ha hecho lo que quería hacer.

LA COPLA DE BUNBURY

 
 

 

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