Entrevista a Lars von Trier

original publicado por Les Inrockuptibles, número 152, 20 de mayo de 1998

LvT: Me voy a poner mis gafas. Así tengo aire intelectual, como vos... Me encantan las gafas.

LI: De niño, de adolescente, ¿qué lugar ocupaba el cine en tu vida?

LvT: Quise convertirme en cineasta cerca de los 12 años. Mi tío hacía documentales, así que el cine estaba un poco en los genes familiares. Cuando era chico, filmaba pequeñas películas de 8 mm, era genial. Lo que me interesaba en el cine, era el aspecto técnico, nada más. Con una cámara, me podía divertir, tenía tantas posibilidades...

LI:¿Te interesaba el cine como espectador? ¿Tenías curiosidad por descubrir films, cineastas, géneros?

LvT: A esa edad, no. No era para nada un espectador informado o selectivo. Me acuerdo de un film que me marcó, Billy el mentiroso de Schlesinger, pero aparte de eso... No le prestaba atención a los nombres o a los títulos, pero sentía ciertas imágenes con mucha fuerza. Quería convertirme en cineasta porque tenía ganas, no lo analizaba demasiado. En esa época, actué en una serie danesa y durante tres meses hice de actor -era genial. Y más tarde trabajé como asistente en un estudio de cine: no era un trabajo pago, quise hacerlo para introducirme en el medio. Estaba fascinado, fascinado como puede sentirse un chico por el circo: pero esa fascinación se debía más al ambiente general, a la atmósfera que rodeaba el lugar, más que al elefante en particular.

LI: Uno de tus profesores de cine, Christian Braad Thomsen, contó que asistías a clase con auriculares en las orejas. ¿Para qué ir a clase si no vas a escuchar?

LvT: Ah, no me acuerdo muy bien de eso... No tenía ninguna intención provocadora. Simplemente, no me gustaban los profesores, nunca me han gustado. Me doy cuenta de que no sirven para nada: todo lo que te enseñan no te sirve prácticamente jamás en la vida. No creo en los profesores, en la enseñanza, en la pedagogía. Creo en los cuestionamientos, en la duda, en los interrogantes. El buen profesor, para mí, es el que hace preguntas, el que le dice a sus alumnos "¿No es interesante discutir este punto?". Después, los alumnos pueden regresar a sus casas y reflexionar ellos mismos sobre el asunto. Hacer films es irrisoriamente fácil, francamente no es más duro que vaciar el tacho de basura. Entonces, ¿para qué una escuela?

LI: Decís que hacer un film es fácil, pero hacer un film no alcanza para convertirse en un cineasta interesante?

LvT: Digo simplemente que la técnica del cine es muy fácil de aprender y de dominar. Dicho eso, debería haber muchos más cineastas interesantes. Pero ahí está la plaga de las escuelas de cine: el respeto. Si respetamos demasiado el cine y su pasado, el campo de posibilidades se vuelve demasiado estrecho y rehacemos sempiternamente el mismo film, con las mismas recetas. Por el contrario, hay que abrir nuevas posibilidades. Es mi gran problema con las escuelas: te enseñan a respetar esto, a respetar aquello... Experimento mucho amor por las películas, pero no las respeto.

LI: La escuela de cine, ¿era un pasaje obligado para pasar a integrar el medio profesional, una etapa que facilitaba las cosas?

LvT: Tener el diploma de esta escuela permitía integrarse mejor al medio cinematográfico, sobre todo en un país como Dinamarca, donde era casi imposible convertirse en cineasta sin haber pasado por la línea oficial. Desde ese punto de vista, la escuela fue positiva. Pero lo que importa es saber en qué dirección queremos ir. Yo no sabía exactamente qué películas iba a hacer, pero sabía perfectamente qué camino iba a tomar: eso nunca fue un problema.

LI: ¿Cuál era el camino?

Y bien, más o menos el que seguí con Element of crime y los films que le siguieron (risas)... Yo no sabía exactamente qué sería Element of crime antes de hacerla, pero sabía qué tipo de imágenes me excitaba, sabía qué era lo que me atraía en el cine, sabía en qué terreno invertir mi energía y mi curiosidad -todo eso estaba muy claro para mí.

LI: Durante ese primer período de tu filmografía, de Element of crime a Europa, ¿podemos decir que tu interés primordial estaba en las imágenes, en lo visual, más que en el contenido, en los temas, en la narración?

LvT: Lo que es seguro, es que el contenido, el "mensaje", no me interesaba en absoluto. No tenía nada que decir. Mi cine provenía de un amor profundo por ciertas partes de films que había visto y que me habían marcado. Por ejemplo, mientras iba a la escuela, vi El espejo de Tarkovski: probablemente mi experiencia emocional más grande en el cine. Y sin embargo, la primera vez había visto solamente algunos minutos en la tele. Pero qué minutos! Guauuuuuuuu... Desde entonces, la vi unas veinte veces, a tal punto que ya no puedo volver a verla. En todo caso, el sentimiento emocional tan potente que sentí al ver esa película es comparable a una revelación, fue una experiencia casi religiosa. Me dije enseguida, "Para esto quiero usar mi vida. Quiero morir por este tipo de imagen, de experiencia!". Y no era todo el film, era una escena particular: el doctor discute con la mujer, está sentado sobre una valla, se rompe la cara, y dice algo así como "Es maravilloso caer cerca de una mujer como usted". Esta escena es fantástica. Aparte de eso, no sé cuál es el tema del film, ni siquiera estoy seguro de haberlo entendido del todo. Pero los pequeños momentos de revelación como ese, es formidable.

LI: ¿Te acordás de la premiere de Element of crime en Cannes en el '84?

LvT: Me acuerdo de este sonido regular durante toda la proyección: pum, pum, pupum, pum, pupum... El ruido de las butacas, de los espectadores que dejaban la sala uno detrás del otro (risas)... Al final, debíamos ser una treintena, como máximo. Pero yo no esperaba que todo el mundo se quedara hasta el final, así que no me sorprendió tanto -no estaba ni desilusionado, ni abatido. Desde mis primeros cortometrajes, supe que a ciertas personas les encantaban mis films, pero que la mayoría los detestaba. En Cannes, las proporciones eran casi las mismas. De todas formas, estoy muy seguro de lo que hago, así que cuando la gente se va de la sala, tengo tendencia a pensar que es su problema, no el mío (risas).

LI: En Cannes, también llamás la atención por tu apariencia: tu equipo y vos todos tienen la cabeza afeitada.

LvT: Exagero a veces en la provocación, porque no quiero gustarle a la gente por malas razones. Nunca deseé gustar porque soy amable y educado, por eso a veces he forzado el lado de chico malo. Tengo un carácter rebelde, pero siempre he sido muy humilde y simpático con los que no tienen poder. En cambio, cuanto más poder tiene la gente, más se acentúan mis tendencias rebeldes. Es, sin duda, un comportamiento muy infantil, muy pueril, pero soy así.

LI: Element of crime era una visión muy crepuscular de Europa.

LvT: Europa, no sé... Es cierto que eso ocurre en Europa, pero... Lo que es seguro, es que el film es una visión, eso sí. Una visión de qué, no lo sé, pero es una visión (risas). Es como la revelación de Juan en la Biblia: no es muy fácil decir de qué se trata exactamente, pero es un pasaje famoso de la Biblia.

LI: ¿Considerás también a tus dos films siguientes, Epidemic y Europa, esencialmente como visiones?

LvT: Sí, pero con grandes progresos en la narración. Dos films menos caóticos, más fáciles de seguir que Element of crime, como historias.

LI: Europa ocurre al final de la guerra, en el '45. ¿Qué es lo que te fascina de ese período? ¿El hecho de que representa el punto de origen de nuestro mundo contemporáneo?

LvT: Jamás pienso en esos términos. Lo que vos decís, es típicamente el razonamiento que tendría un profesor (risas)... Jamás abordo el arte de esa manera. Lo mismo me pasa con los films de Ken Loach, no los miro nunca diciéndome "Ah, está bien, nos muestra la condición obrera."

LI: Rechazás todo lo que pertenece al orden del discurso, del análisis.

LvT: Jamás busco lo que se dice con palabras. Si se puede enunciar con palabras, entonces, ¿para qué hacer un film? Lo que es bueno en las películas, es que siempre son más vastas que las palabras. Sé que los films usan las palabras, pero las superan ampliamente. Desde este punto de vista, es posible que me interesen todos los films, incluso los de discurso fascista. Si el film me conmueve y me fascina, me quedo clavado en lo que cuenta, no me intereso en el "mensaje". Busco algo distinto al discurso en el cine, busco una vida autónoma a la obra. Quiero aclarar también que no soy fan de los films fascistas, era solamente un ejemplo (risas)... Me fijo en lo que cuentan los films; lo que me motiva es que viven, que vibran. Es difícil de definir, pero es el corazón de lo que busco. Algo me conmueve en un film, y eso me abre a un universo que puedo investir. Es como andar por un camino, descubrir una puerta misteriosa, abrir la puerta y caer en un jardín magnífico, es ese tipo de sensación. Exactamente como Alicia en el país de las maravillas.

LI: ¿Es coincidencia que los títulos de tus tres primeros films empiecen con la letra E?

Fue voluntario. Mis films están agrupados en trilogía. Los tres primeros forman la trilogía de Europa y empezaron por eso con la letra E. Ahora estoy en la trilogía Golden heart: Breaking the waves fue la primera, Los Idiotas la segunda. El título de la trilogía se basa en un personaje de un libro para niños, una nena que tenía un corazón de oro, una generosidad sin mella. Como Bess en Breaking the waves, como el personaje central en Los Idiotas.

LI: En el '95, con otros cineastas daneses creaste el Dogma 95, una suerte de acta que parece una radicalización exagerada de los principios del neorrealismo o de la Nouvelle Vague y que precisa los diez mandamientos del cineasta: "El rodaje debe tener lugar en exteriores; el sonido no debe ser producido de forma separada de las imágenes o vice versa; los trucajes y los filtros están prohibidos, etc." ¿Hay que tomárselo en serio o como una broma?

LvT: No es en absoluto una broma! Es muy serio. Es cierto que trabajo mucho con el humor. El humor está inscrito en mi naturaleza y todo lo que hago lo hago más o menos bajo el sello del humor. Desde ese punto de vista, se puede ver un elemento humorístico en el Dogma 95, pero no impide que haya sido hecho con seriedad. En un sentido, se puede decir que el Dogma es gracioso porque se toma muy en serio. Pero ¿por qué no tomarse un poco en serio? Los films también son algo que se toma muy en serio. ¿Y por qué no hacer films según un conjunto de reglas muy precisas? Quizás, en efecto, no sea una buena idea pero es una idea interesante. Podemos experimentar con estas ideas, ver qué nos aportan y, más tarde, tal vez, tirarlas a la basura. Evidentemente, el Dogma también es un homenaje y una remake de las nuevas olas, la francesa en particular. Hoy en día, todo es aburrido hasta tal punto ­en todo caso, en el cine de gran consumo. Con el Dogma, esperamos volver a traer un poco de vida y de agitación al cine.

LI: Los cineastas de las nuevas olas utilizaban por cierto sistemas o principios de puesta en escena, pero sin necesidad de codificarlos por escrito, sin dogmatismo. ¿Por qué imponerse un código escrito?

LvT: Se pueden hacer films sin un código escrito, por supuesto... Como puede haber religiones sin Biblia. (reflexiona largamente) Hoy en día todo es tan fácil, especialmente en el cine. Con las reglas del Dogma, es más difícil hacer un film. Sobre todo, es más difícil hacer trampa -y ese es el espíritu del Dogma. El cine contemporáneo se ha vuelto demasiado superficial, y su defecto más grande es que hace demasiadas trampas: es tan fácil crear una imagen bella, acompañarla de una música bella, etc.. Con todos esos subterfugios técnicos, no podemos ver nada, salvo los subterfugios! Si seguimos las reglas del Dogma, es imposible recurrir a todos los subterfugios habituales del engaño cinematográfico. Podría decirse que es una suerte de purificación. Además, "dogma" es un término religioso. También es una provocación, una forma de hablar de cine y de religión en el mismo flujo. Pero creo que es una provocación buena, porque el cine es una religión -o podría serlo. En todo caso, para Carl Dreyer no había diferencia.

LI: Dogma 95 y tu conversión al catolicismo son cambios muy fuertes, que podrían parecer ligados.

LvT: La conversión al catolicismo no representó un cambio tan grande en mi vida. No soy un beato, un loco de la religión... Entiendo que visto del exterior se pueda ver una relación entre la muerte de mi madre, mi conversión, etc.. Yo no analizo esos lazos, no paso el tiempo analizando todas mis decisiones, no sé por qué hago las cosas... Las hago, vivo mi vida, eso es todo.

LI: Pero sabés por qué te convertiste al catolicismo.

LvT: En esa época, estaba casado con una católica y esa religión me atraía. Hoy, tengo cuatro hijos, es muy católico, ¿no? (risas) Pero los tuve con dos mujeres diferentes, y eso no lo es tanto (risas).

LI: ¿Por qué el catolicismo y no el protestantismo, el judaísmo, el budismo u otra cosa?

En Dinamarca, es una religión muy exótica y es el vehículo de un montón de cosas que asociamos a los países del Sur. Por ejemplo, ustedes tienen todos estos santos -y eso para mí está lleno de vida y de invención, comparado con el protestantismo. Tienen la confesión, que para mí es un sistema muy práctico, sensato; es como el psicoanálisis: vas, contás tus problemas y te vas sintiéndote un poco mejor. Visto desde el protestantismo, el catolicismo es una religión mucho más atrayente y lógica, mucho más cercana a la gente. Te permite sentirte feliz, vivir mucho mejor que el protestantismo. Sé que, como todas las religiones, el catolicismo puede también promover la culpa; pero como no nací católico y no fui educado como tal, el catolicismo no genera en mí la culpa y no me traba. Lo vivo muy bien. Hablo con un sacerdote de vez en cuando, pero no voy a misa, no pongo casi un pie en la iglesia -en pocas palabras, no vivo para nada como un buen católico practicante. Pero estoy bautizado y mis dos gemelos serán bautizados pronto.

LI: Si se piensa que el Dogma 95 podría ser una broma, es también porque las reglas que decreta parecen estar en total contradicción con tus films, al menos de Element of crime a Europa.

LvT: Es cierto. Desde ese punto de vista, las reglas están hechas para mí. Porque con Los Idiotas, por primera vez pude rodar un film en colores naturales sin sentirme culpable. Antes, los films en color me parecían insípidos, era necesario que yo traficara los colores para que no se pareciera al Kodak standard. Quería controlarlo todo. Fue así cómo empecé mi carrera como cineasta: controlando todo. Y gracias a las reglas del Dogma, para mí ahora se trata de controlar lo menos posible. Ahí me dirijo. Es por eso que las reglas fueron hechas para mí. Es como si me dijera, "Bueno, ¿querés controlar los colores? Ahí tenés una regla que prohibe controlar los colores. ¿Querés controlar el sonido? Ahí tenés una regla que prohibe controlar el sonido, etc.". Estas reglas están hechas para contrabalancear mis instintos naturales. Ahora, se puede trazar un paralelo con la vida: me encantaría tener ese tipo de acta como persona, porque experimento una angustia terrible en situaciones que no controlo. Me encantaría que fuese posible aplicarle un dogma a mi vida, me encantaría que una regla me dijera "¿Sentís miedo de esto o aquello? No hay que tener miedo, hay que hacerlo!" Por ejemplo, tengo miedo de no controlar mi cuerpo cuando me enfermo. Me haría falta una regla que me dijera "No intentes jamás controlar tu cuerpo; en lo sucesivo, la responsabilidad del control de tu cuerpo no te pertenece más." Qué liberación, qué existencia agradable si ya no tuviéramos que sufrir la responsabilidad de nuestro cuerpo y de nuestra vida! Sería maravilloso. Esa es mi ambición en la vida: desembarazarme tanto como me sea posible del control y de la responsabilidad. Si lo lograra, dejaría de hacer cine: me contentaría con ser feliz, con vivir mi dicha.

LI: ¿Es fácil acatar todas las reglas del Dogma?

LvT: Es imposible! En este sentido, el Dogma es comparable a la Biblia o a los diez mandamientos: es imposible respetarlo. (risas) Es como todas las palabras que terminan en "ismo": más vale abandonarlo en seguida. (risas) Pero esa imposibilidad no significa que no debemos tener reglas. Las reglas proveen una estructura, incluso si no las seguimos. Los judíos no tienen derecho a usar electricidad el sábado pero flexibilizan la regla para poder mirar tele. Eso vuelve inventivas a las personas. El Dogma obliga a reflexionar, a pensar cada detalle, y eso causa alegría, incluso para los pequeños aspectos del rodaje: hace falta resolver un montón de pequeños problemas. Eso nos trae la poesía original del cine, la pura sensación de expresar las cosas con medios modestos.

LI: Los Idiotas es muy diferente a tus films precedentes: está más orientado hacia la historia, el discurso y los personajes, que hacia las imágenes y lo visual.

LvT: No hay imágenes en este film, al menos no en el sentido de imágenes muy trabajadas. El 90% de las imágenes fueron filmadas por mí mismo con una pequeña cámara de video. Es genial como herramienta. Tuvimos que filmar ciento treinta horas de imágenes para este film que, evidentemente, no serán utilizadas. Los Idiotas es sin duda también mi film más político. Tiene una dimensión política, una dimensión social... Espero que sea gracioso también, y sé que a veces es desconcertante.

LI: Los Idiotas también es muy cruel a veces.

LvT: El aspecto más cruel del film, es que después de haberlo visto no sabemos bien qué pensar de él. Pero me gusta ese tipo de ambigüedad: pienso que para un film, es una cualidad. Con mis mejores films siempre se tienen dudas con respecto a lo que se ha visto.

LI: Vos mismo, ¿te encontrás a menudo en esa posición de duda sobre lo que filmás, o siempre controlás tu trabajo?

LvT: Es difícil no retener el control de lo que hacemos. Pero en esta película, intenté desembarazarme del control tanto como pudiera. Trabajé mucho con los actores, hicimos cosas extrañas. A veces, discutíamos sobre psicología toda la noche, llorábamos... Hay montones de pequeños psicodramas como ese en un rodaje, fue maravilloso. Me decía que Cassavetes trabajaba sin duda de esa manera.

LI: ¿El cine como terapia familiar?

LvT: Sí, podría decirse. A menudo, estabamos desnudos. Filmaba en cuero, era formidable, como volver a los '70, un regreso a los valores de mi primera juventud (risas)...

LI: Aparte de Ken Loach, ¿seguís lo que sucede en el cine contemporáneo?

LvT: No, no, en absoluto. (risas) Mi gran problema es que me angustia demasiado la idea de pisar una sala cinematográfica. Soy claustrofóbico. Siempre lo he sido, pero estos últimos años se ha agravado. Entonces sólo veo películas en video o en la televisión. Tal vez el cine contemporáneo no me interesa. Hay muchos compositores que nunca escuchan la música de otros. No creo ser egocéntrico: observo el mundo, y hago películas.

LI: ¿Intentás curarte de tus fobias o aceptás vivir con ellas?

Oh, intento curarme, tengo todo un conjunto de tratamientos pero, hasta el presente, sin muchos resultados. Puedo vivir sin tomar un avión, pero no estoy muy contento de vivir con todas estas fobias. Me asaltan angustias de todo tipo. Especialmente, no puedo deshacerme del sentimiento de que la vida es una broma vasta y sombría. ¿Por qué vivir si de cualquier forma debemos morir? En la calle, miro a la gente mientras me digo, "Qué pena, aquel va a morir en dos meses, y aquel en dos años, y aquel en diez años, y mis hijos también morirán..." Es un sentimiento muy deprimente... Para mí, es más bizarro pensar en todo eso, tengo dos hijos adorables, dos gemelos de seis meses, una mujer joven y encantadora, etc. Tal vez se deba a mi edad: tengo 41 años y me siento muy viejo.

LI: ¿Hacer películas no te ayuda a combatir tu angustia?

LvT: Sí, pero de manera negativa. Cuando trabajo, logro olvidar estos pensamientos sombríos. Entonces para olvidar, debo trabajar, trabajar, trabajar... Eso es lo que hago. Es una situación horrible. Y cuando no trabajo me deprimo, tengo miedo... El trabajo no me cura. Es como el opio, me lleva a otra parte por un momento, y cuando el trabajo está hecho, cuando vuelvo a la tierra, estoy peor que antes.

LI: The Kingdom tuvo mucho éxito en Dinamarca. Después, con Breaking the waves, obtuviste el reconocimiento internacional. Pero decís que para vos el éxito es algo difícil de administrar.

LvT: (risas) Sí. Es necesario que ahora haga films muy malos. Tal vez Los Idiotas lance esta nueva fase. Es cierto que prefiero la posición de outsider a la de campeón. Pero el éxito internacional, y especialmente Cannes, han sido importantes para mí. En Dinamarca, todo el mundo detestó Element of crime; si no hubiese sido seleccionada en Cannes, tal vez nunca más hubiese hecho una película. La imagen de Cannes me ayudó a encontrar financiamiento para mis siguientes films.

LI: ¿Siempre estás trabajando sobre el proyecto Dimension, el film que debería estar terminado para el 2024?

Trabajo siempre en eso, pero es extremadamente difícil. Es difícil escribir un pedazo de guión todos los años. Y lo único de lo que que estoy seguro es de que será un film muy extraño. Está previsto que se termine en el 2024. Pero hoy en día, no puedo garantizar que estaré vivo ese año.


Entrevista realizada por Serge Kaganski; traducida sin permiso para uso personal.

Traducción de MJV

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Últimas modificaciones -> 7 de septiembre de 1999

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