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Kim Deal, Dave Lovering, Frank Black, Joey Santiago


Los padres de la criatura


"En septiembre de 1987, la escena underground, que había lanzado luminarias tales como Hüsker Dü, The Replacements y R.E.M, aún no era tan importante para la economía del mainstream como para tener su propio género: Música Alternativa. Para la mayoría de las personas, ni siquiera existía. En septiembre de 1987, los Pixies llegaron para llevarse a los chicos. [...] Diez meses antes, los había visto aterrizar en The Rat, en Boston, y fue una experiencia de otro mundo. No tenían paralelo. No tenían pares. No tenían la menor idea de lo que estaban haciendo, ni de que podrían cambiarlo todo." Así es como describió Gary Smith, productor del primer disco de la banda, el 'fenómeno Pixies': uno de los accidentes más felices en la historia reciente del rock.

"Con Joey nos conocimos en la universidad. Se suponía que estudiábamos economía. Compartíamos la misma habitación, y así descubrimos nuestra mutua pasión por el rock. No teníamos una idea demasiado clara de lo que queríamos. Su colección de discos era completamente distinta de la mía. Nuestro único punto en común era que no estábamos pendientes de las novedades o de la moda. Escuchábamos cosas bastante viejas. Después de dos años de universidad, me fui a Puerto Rico en un intercambio cultural. Y no estudié nada, me pasé seis meses boludeando. Volví a Boston muy exaltado con la idea de formar un grupo. Le escribí a Joey diciéndole que debíamos intentarlo."
      Así describe Black Francis (o Frank Black), guitarrista, cantante y compositor de Pixies, el comienzo de la banda. Joey es, claro, Joey Santiago, el fantástico guitarrista del grupo.
      "No sabíamos cómo hacer las cosas, nos faltaba un manual de instrucciones", explica Black. "Ninguno de los dos había formado parte de un grupo... Así que tratábamos de aprender. Cronometrábamos cada concierto al que íbamos para saber cuánto tiempo tenía que durar... No teníamos ninguna idea, ningún concepto, nos inspirábamos en lo que veíamos. [...] Antes del verano del '86, sacamos un aviso que decía: Grupo busca bajista. Influencias: Hüsker Dü y Peter, Paul & Mary. Kim Deal fue la única que contestó. Y trajo a David Lovering, un ingeniero en electricidad al que había conocido en un casamiento. Su única experiencia musical era haber sido percusionista en la orquesta de su colegio - eso nos convenció".
      Corría julio del '86: había nacido Pixies.

"Eramos casi vírgenes en cuanto a experiencias, y el grupo sonaba como algo nuevo," asegura Frank Black. "Cuando llegábamos a los ensayos, no nos pasábamos horas charlando. Sacábamos enseguida los instrumentos, los enchufábamos y ¡vrrrummmmm! Siempre quisimos tocar canciones cortas. Estructuradas de manera bastante extraña, pero de todos modos cortas, simples. Apenas habíamos expresado una idea, apenas una canción funcionaba, pasábamos a la siguiente. No porque trabajáramos apurados: sencillamente no teníamos nada que conceptualizar. En general, trabajábamos muchísimo, mucho más que los demás grupos. Ensayábamos en un viejo edificio bastante siniestro. En el subsuelo había algunos locales que se alquilaban por mes... Estábamos ahí metidos buena parte del tiempo. Las otras piezas estaban casi siempre vacías. A la noche, los músicos de los otros grupos salían, iban a fiestas. Yo los encontraba poco serios."
      "Seguramente, si nos hubiéramos puesto a reflexionar demasiado, nuestra música no hubiera tenido el mismo aspecto ni el mismo impacto," agrega Joey Santiago. "Yo usaba un pequeño amplificador country-jazz bastante particular, que desesperaba a los sonidistas. Pero no me parecía un equipamiento particular, ni especialmente sofisticado. Sencillamente, no sabía que había otros... En mi caso había algo bastante... controlado. Quiero decir que quería tocar de la manera más sencilla posible. Nada de solos, ni demasiadas notas. Sabía lo que no quería."
      "Nunca planificamos nada," explica Black. "No nos sentíamos responsables de lo que hacíamos. Era como si no fuéramos conscientes. Lo importante era cantar, tocar, hacer algo con nuestra energía. A mucha gente le sorprendía nuestro modo de utilizar la electricidad, la violencia. Y sin embargo, no tenía nada de revolucionario. Grabamos nuestro primer álbum en el '87. Ese tipo de sonidos y de sentimientos ya habían aparecido en un montón de grupos como My Bloody Valentine, Hüsker DÜ, Iggy Pop, Captain Beefheart, Ramones, Talking Heads... [...] Si había algún tipo de rebelión en nuestra actividad, se expresaba solamente dentro del campo musical. Contra otros grupos, contra otras maneras de tocar. Nunca lo planteamos en un contexto más amplio -contra la sociedad, los padres, el gobierno, la religión, ese tipo de cosas. Pixies no era un grupo agresivo. En vivo siempre teníamos la misma actitud. Cantábamos para la gente, o para el cielo, o tal vez para nadie, quién sabe... Si alguien encontraba, detrás de la diversión, cosas más profundas, mejor. Pero eso no nos preocupaba demasiado, era nada más que un show. Lo compensábamos tratando de hacer un tipo de música distinto. No nos desesperábamos por estar a la moda, ser cool o comerciales. Desde que éramos chicos, nuestra única referencia eran los discos: unos objetos redondos y negros que contenían sonidos, unas maravillosas minas de oro. ¿Por qué preocuparse por la cara de los músicos que estaban detrás de todo eso?"

Adoptaron el nombre porque les gustó la definición: "pequeño elfo malévolo". Pixies, la banda, combinaba rock, pop, latin metal, surf rock y post punk con letras sugerentes, bizarras y muchas veces absurdas. Si Frank Black, su autor, debe describir ahora esos encantadores laberintos de palabras y sonidos, dirá: "La escritura de los textos es tan espontánea como la música. Algunas canciones hablaban de cosas precisas, pero la gran mayoría sencillamente no tenía ningún sentido. Sólo es poesía. Nunca me gustó escribir sobre conceptos o personajes. Lo que me interesaba era el sonido de las palabras. Juntarlas, arreglarlas...".
      El primer disco de la banda, Come on pilgrim, de 1987, era en realidad un mini-LP con canciones extraídas de un demo grabado poco tiempo atrás. Pero ya mostraba la dinámica y la frescura de su música, la energía expansiva y el humor. Fue editado, como todos los discos del grupo, por el generoso sello inglés 4AD.
      Una descripción típica de la grandiosa aparición que significó esta breve perla diría algo como: "Cuando aparecieron por primera vez en la escena underground con este álbum debut, los Pixies eran como una bebida exótica que escondía su dulzura detrás de una mordida feroz. La producción del disco es como una cruda explosión: cada rasgueo y cada estallido llega con la sutileza de un martillo. Letras en inglés y español colisionan cuando Black Francis grita en un áspero monotono y la señora de John Murphy (luego conocida como Kim Deal) lo acompaña con lamentos sonoros. Aún así, de alguna forma el choque entre estos titanes que laceran logra crear temas que se imprimen de forma indeleble en tu consciencia -una vez que les permitís entrar."
      En otras palabras, un disco que es tanto brutal como inocente, magníficamente creativo pero punk en su inmediatez -un trabajo de una personalidad inusual pero contundente, en absoluto forzada; como escribió un periodista: "En Come On Pilgrim, los Pixies suenan como si supieran lo que estaban haciendo desde el principio". Un debut que conserva una envidiable vitalidad trece años después de su bendita edición.

Surfer Rosa, el segundo disco de Pixies, editado en 1988, continuaba y pulía los elementos que definían el debut. El disco fue producido por Steve Albini, y contiene clásicos como "Bone Machine" y "Gigantic".
      ¿Cómo sonaban estos aliens en los oídos año 1988? Un crítico de un suplemento inglés de la época nos da una pista: "Pixies cita a The Fall (un pedazo hecho trizas de "Stephen Song" en "I'm amazed"), de manera que nosotros también podemos: 'Pasan por mi casa a la noche/ oh, ellos no están bien/ tienen diez veces mi edad/ y un décimo de mi altura' ("City Hobgolins"). Los Pixies no son benignos. Ellos no están bien. No llevan un amigable 'The' (como Swans, o más pertinentemente, 'Elves', otra aterrorizante canción de Fall), y convierten el hecho de sonar como alguien más en un feo sueño que, llegada la mañana, no estás seguro de querer recordar.
      "¿Como quién suenan? "Gigantic" suena, para mí, como si Rickie Lee Jones estuviese de invitada en Pere Ubu. Se retuercen a través de The Band y Crazy Horse y (especialmente) The Fall, como si pudieran oír una especie de historia que los une a todos. Hacen algo más que sonar como gente que lo hizo antes que ellos -fuerzan al pasado para que suene como ellos. Surfer Rosa no tiene la invención del descarado metal latino de Come on Pilgrim -pero realmente no puedo recordar cuándo oí por última vez una música con este grado de perezosa maldad inyectada en ella. O una música que pareciera atrapar todas las cosas que nosotros no habríamos oído, rastrear ideas en el aire y darles una forma sólida. Con conversaciones de fondo en el estudio y fragmentos de canciones, construyen la misma clase de asalto semiconsciente, crítico y político, sobre sus alrededores, que bandas norteamericanas más abiertamente asquerosas como Pussy Galore y los Butthole Surfers.
      "De eso se trata el nuevo empuje latino, la nueva onda, como ha sido reinventada por los compositores de Pixies, Black Francis y la señora de John Murphy. El mundo maravilloso y atemorizante de Pixies termina forzando a los Anglos para que pongan su propia visión del mundo en una agonizante re-evaluación.
      "Pixies le ha puesto una curva viciosamente excéntrica pero muy sutil al rock que tocan y vuelven a tocar -si están seduciendo a unos pocos tipos con la promesa de una excitación rockera barata, de viejo estilo, es porque quieren trampearlos y humillarlos públicamente -golpearlos en la cara por su sumisión a esas baratijas.
      "El rock norteamericano se ha cansado del populismo, y como resultado de eso, algunos de nosotros estamos empezando a amarlo. Como ellos mismos dicen: Oh my golly! Oh my golly! Ros, oh oh ohh Rosa! Huh! Huh! Rosa, oh oh ohh Rosa!"

En 1989, Pixies editó Doolittle, su disco más popular y redondo, producido por el inglés Gil Norton, quien estaba acostumbrado a trabajar con grupos más prolijos y se interesaba más por el aspecto pop de Pixies que por su lado post-punk brutal. Doolittle contiene algunas de las mejores canciones de la historia de la banda, como "Debaser", la absolutamente irresistible "Here Comes Your Man" y "Wave of Mutilation". Esta última es un buen ejemplo del estilo poético de Black Francis: "Dejo de resistir, despidiéndome/ Conduzco mi auto dentro del océano/ Pensarás que estoy muerto, pero navego/ en una ola de mutilación/ una ola/ una ola// He besado sirenas, cabalgué El niño/ caminé por la arena con los crustáceos/ Pude hallar el camino a Mariana/ en una ola de mutilación/ en una ola de mutilación".
      A esta altura de 1989, todos seguían sin entender cómo podía existir un grupo como Pixies, pero estaban ya dispuestos a disfrutarlo sin reservas. Los comentarios afiebrados continuaban, como el de este norteamericano: "El hábilmente llamado Frank Black puede jactarse justificadamente de tener una de las psiquis más turbias que estén funcionando al margen del rock norteamericano. Como miembro fundamental de Pixies, su musa es la oscuridad misma: una bestia chirriante y furiosa con la clase de boca salvaje y espumante diseñada para asustar a morir a aquellos que tienen una disposición levemente nerviosa. Pero no importa cuán sucio sea el tono que toman sus fábulas de locura, mortalidad, asesinato o ansiedad carnal, a menudo hay una luz en los ojos que sugiere que hace falta algo más que una interpretación literal. ¿De qué otra forma se pueden explicar los pedidos de inmolación de 'Gouge Away', sin mencionar a 'Wave of Mutilation', o, la más explícita de todas, 'Dead'? Este es, claramente, el material que da vida al clásico asco obsesivo del terror adolescente, colocado en la banda de sonido de guitarras que aúllan en algún lugar entre los alaridos metálicos de Sonic Youth y el hardcore más desinhibido. No es bonito, pero su ruido cuidadosamente estructurado y su insistencia rítmica directa tienen mucho sentido: un sentimiento visceral que se ve doblado cuando está a escasa distancia de una melodía, como en "Monkey Gone to Heaven" o "Debaser". Si Come On Pilgrim y Surfer Rosa eran difíciles de seguir, entonces Doolittle es una afirmación masiva, en 15 temas, del poder creciente de los Pixies."
      En otras palabras: la cima creativa del grupo norteamericano más influyente de la década del '90.

Pixies, como se ha dicho, contribuyó enormente a borrar la línea divisoria entre el underground y el mainstream. Fueron populares, pero más éxito tuvieron otros grupos que llegaron después y cuyo camino fue allanado por ellos, de la mano de un puñado de canciones perfectas: enérgicas, melódicas, dinámicas, extrañas.
      La banda influenció a una enorme cantidad de músicos. Entre ellos, uno de los más célebres fue Kurt Cobain, quien contaba unos pocos meses antes de morir: "Yo intentaba escribir la canción pop por excelencia. Más que nada, trataba de robar cosas de Pixies. Tengo que admitirlo. La primera vez que los escuché me sentí tan identificado que tendría que haber formado parte de ese grupo o, por lo menos, de una banda que hiciera covers de ellos. Tomamos su sentido de la dinámica: una parte suave y tranquila, y después otra fuerte y potente."
      Entre Doolittle y su sucesor, Kim Deal grabó el primer disco de su grupo paralelo The Breeders. "Kim tenía sus propias aspiraciones," recuerda Black, "me acuerdo de que en esa época nos había propuesto dos canciones. Las habíamos probado en los ensayos, pero no funcionaba. Le dijimos: "lo sentimos, pero no las vamos a tocar". [..] Desde el principio, habíamos tocado solamente mis canciones, con un par de excepciones. No podíamos tomar de pronto una decisión como: 'OK, ahora nueva songwriter, nueva cantante, nueva personalidad, nuevas sensaciones...'. No tenía sentido. Así fue que, mucho antes de que los Pixies se separaran, Kim trabajó con las Breeders. Pero no causó demasiado revuelo dentro del grupo, estábamos al tanto."
      En 1990, la banda editó Bossanova, su cuarto disco, una gran colección de canciones 100% Pixies. "Teníamos más canciones lentas, más arreglos cuidados," comenta Black, "era también el segundo disco con Gil Norton: sin duda, él prefería la parte pop de nuestra música y quería destacarla. Bossanova era realmente una gran máquina. Habíamos gastado 1.000 dólares en nuestro primer disco, 10.000 en el segundo, 60.000 en Doolittle. Y esta vez nos dieron más de 200.000. Es probable que gente exterior al grupo haya querido ejercer más presión. Eso sin duda tuvo influencia en las sesiones de grabación, pero no en el disco en sí mismo. Avanzábamos como siempre. Y teníamos mucha confianza en nosotros mismos."

Bossanova muestra a un grupo en excelente forma.
      El escritor Terry Staunton hizo una interesante descripción del disco poco tiempo después de que fuera editado: "El artístico libro con las letras que acompaña el nuevo disco de los Pixies contiene las palabras de una canción que no vas a encontrar en el disco.
      "'Make Believe', cantada por el baterista David Lovering, puede ser encontrada en el single de 'Velouria'. Es la declaración de admiración de Black Francis por la Doris Day de la generación MTV, Debbie Gibson. 'Yo no quiero que te cases conmigo/ Fantasía vos sos Debigee", canta Lovering, haciendo de eco a los sentimientos de los adolescentes de una nación. La señorita Gibson fue inmortalizada dos veces en una canción el año pasado (¿quién puede olvidar el alarde de Mogo Nixon 'Debbie Gibson is Pregnant With My Two-Headed Love Child'?), lo que no está mal para una chica de 19 años. Se ha convertido en una institución nacional sin haber alcanzado los 20 todavía, y por eso es el tema perfecto para las crónicas de las obsesiones norteamericanas que crean los Pixies.
      "Los íconos culturales son una cosa, sean leyendas de la vida real como Debigee o femmes fatales de ciencia ficción ficticias como Velouria, pero en Bossanova, Black Francis se concentra en otra obsesión mayor -freaks de otro planeta.
      "Entre estas 14 canciones vas a encontrar más referencias a viajes espaciales, aliens, platillos voladores y civilizaciones superiores en extrañas galaxias lejanas, que en el catálogo entero de Bowie en los '70. Nada tiene demasiado sentido, por supuesto, y aquellos entre ustedes que hayan leído la nota de tapa sobre los Pixies hace unas semanas en el NME serán conscientes de esto. La verdad del asunto es que Black Francis está totalmente chiflado.
      "Bossanova son los Pixies en the Twilight Zone, con Black Francis explorando lo oscuro y lo desconocido; Carl Sagan con una guitarra a todo volumen. 'The Happening' es el momento lynchiano del álbum, una fábula dictada por el fluir-de-la-consciencia, sobre una nave extraterrestre que aterriza en Las Vegas.
      "Black Francis está completamente loco, amigos, aunque parece que no ve nada malo en esta visión de la vida.
      "En "Allison" es claro que los Pixies han perdido por completo contacto con el control, naufragando en los límites de una imaginación fértil pero indisciplinada: 'And when the planet hit the sun/I saw the face of Allison.' Si hay una especie de tema en Bossanova, es lo más obtuso del mundo, un viaje a lo desconocido con un guía al que obviamente le faltan botones en el saco.
      "La producción de Gil Norton tiende al garage grunge de Surfer Rosa, aunque las canciones retienen las fuertes melodías de Doolittle. De muchas formas, Bossanova es un compuesto de los LPs de Pixies, los elementos más positivos de sus predecesores fundidos para crear uno de los discos más intrigantes y escuchables del año.
      "Dos instrumentales ponen en juego la bola. Un cover de "Cecilia Ann", de the Surftones, que suena como el tema de un spaghetti western post-apocalíptico, como si Sergio Leone estuviese filmando en Saturno. Le sigue un himno thrash de guitarras salvajes que contiene todo lo que es maravilloso en la música de rock. Black Francis llamó a esta canción "Rock Music".
      "Ya la mayoría de nosotros hemos oído "Velouria". No es tan inmediata como "Gigantic" o "Monkey Gone To Heaven" como single, pero es, de cualquier manera, una ventana deliciosamente retorcida al mundo de Black Francis, y la cosa más loca que se haya visto en Top Of the Pops desde los Wombles.
      ""Ana" y "All Over The World" no quedarían fuera de lugar en Aladdin Sane, con Black Francis despachándose con su mejor imitación de Bowie. "Ana" es una pieza breve y repetitiva, con una letra de seis líneas. El librito con las palabras nos muestra que la primera letra de cada línea escribe la palabra S-U-R-F-E-R, mientras que en "All Over The World" Black Francis declama 'Yo soy el desarreglo'. Y le creemos.
      ""Stormy weather" coquetea con el tipo de destino ominoso que solía crear tan bien The Jesus and Mary Chain, pimentado con la psicodelia de guitarras que ha empleado recientemente, y con buenos resultados, Lenny Kravitz. Si todo el asunto suena un poco derivativo, lo es, pero aún así Bossanova retiene la estampilla indeleble de los Pixies, una colección de postales de un planeta diferente."

El 8 de octubre de 1991, los Pixies editaron Trompe le monde, un disco irregular, en el que quedaba claro que estos músicos ya no lograban ponerse de acuerdo. Sin embargo, esto no significa que sea inescuchable: ningún disco de Pixies lo es; este, tan sólo, no alcanza las cimas de sus álbumes previos.
      Frank Black no lo ve como el disco que anunciaba el fin del grupo. "Personalmente, como compositor, seguía siempre concentrado en nuestro trabajo," asegura. "Suelo pensar que canciones como "Planet of Sound" o "Letter to Memphis" están entre las mejores que escribí. No sé cómo reaccionaron los otros. Todavía había un cierto fulgor en ese disco -un fulgor que, por el contrario, estaba ausente en nuestros últimos recitales. Trompe le monde es un disco pleno, enloquecido. Tal vez tocábamos así de fuerte para no pensar que el grupo se estaba acabando..."

"No me acuerdo cuándo fue la primera vez que pensé en el final de la banda," comenta Black, "probablemente mucho antes de que sucediera. Y después vino ese concierto en Vancouver, en el '92. Todos sabíamos que era el último. Tal vez yo lo supiera un poco más que los demás. Me dije que era bueno terminar así, tranquilamente. Una muerte apacible. Le mandé una carta a mi manager y anuncié la separación durante una entrevista en una radio. Estoy seguro de que los otros miembros del grupo hubieran preferido que les avisara un poco antes. Pero no había nada que decir. [...] Me sentía cansado, aburrido de no ser feliz. Para mí, la separación fue un gran alivio."
      "Muchas veces pensé en el final de los Pixies", cuenta Joey Santiago, "como era el miembro del grupo más cercano a Frank, tal vez estaba más preparado. Si él no era feliz, no había nada que agregar. ¿Qué podíamos hacer? ¿Obligarlo a ser feliz? El me llamó un día para decirme que se había terminado. En ese momento no reaccioné. Salí al jardín y seguí jugando al béisbol con mi sobrino. Caí un poco después. Fue muy angustiante. Debí afrontar el futuro con una rapidez inesperada. Pero el alivio estuvo a la altura del tremendo dolor que sentí. El ambiente ya no era bueno, ni sereno. Teníamos que dar vuelta la página."
      Y eso hicieron. Una muestra de respeto hacia una música que había nacido de la alegría y la dinámica grupal: dos elementos que hacia 1992 los miembros de Pixies sentían haber perdido.

Death To The Pixies, de 1997, fue la primera edición póstuma del grupo, y consistía en dos discos, el primero una recopilación de los éxitos de la corta pero fecunda carrera de la banda, y el segundo una grabación de un show en vivo. Ambos funcionan como una efectiva reintroducción a un grupo que merece seguir siendo escuchado. Y cuando fue editado inspiró, a un inglés por lo demás bastante serio, una frase como la siguiente: "Si sólo comprás dos álbumes este año, comprá este. Dos veces."

En julio de 1998 fue editado Pixies at the BBC, disco que recopila las actuaciones del grupo en la radio inglesa. Al momento de su edición, la muy británica revista New Musical Express publicó una crítica que decía: "Los Pixies están muertos, larga vida a los Pixies. Al menos, ese era el grito en octubre del año pasado cuando el compilado Death to the Pixies fue lanzado sobre un público ya ampliamente familiarizado con la obra irreprimible de la banda de Boston.
      "Era un astuto ejercicio de nostalgia para un grupo que se separó hace seis años pero cuya presencia e ideas musicales continúan siendo sentidas hasta el día de hoy. Porque tal fue el impacto, como un meteoro, de los Pixies sobre la demacrada cara del rock independiente de hace más de una década -cinco discos consistentemente excelentes en más o menos la misma cantidad de años- que ese rock independiente, pobrecito, tiene todavía que recuperarse del todo. Desde el genio neurótico de Nirvana hasta, digamos, el fizz-pop flotador de Llama Farmers, todos se han arrodillado ante el altar del artista ahora conocido como Frank Black: es decir, un tal Black Francis.
      "Sólo en caso de que nos hubiéramos olvidado de todo esto, ahora nos vemos enfrentados a Pixies at the BBC: 15 canciones -esencialmente otro 'grandes éxitos'- grabados entre 1988 y 1991 para el show de John Peel y para Evening Session, de Mark Goodier. Sí, esta es la entrega ubicua de las 'sesiones'; tal vez la última oportunidad artísticamente legítima de los sellos discográficos para cosechar las recompensas de sus números comercialmente más exitosos, un último tirón de vanagloria a la ubre de su vaca de efectivo sagrada.
      "Este proceso es sintomático de la industria musical como todo: los discos nuevos no están vendiendo, re-envolvamos los viejos favoritos y desenterremos algunas gemas 'previamente no editadas'. A los fans les va a encantar.
      "La gema en cuestión aquí es la lectura histérica de "Wild Honey Pie", de los Beatles, un collage furioso de guitarras laceradas y el grito dolorido de Francis, mientras que la misteriosa versión de '(In Heaven) Lady in the Radiator Song' (de la provocativa película de David Lynch Eraserhead, y originalmente un lado B de 'Gigantic') queda grabada como una de las canciones más hermosamente desquiciadas que hayan interpretado los Pixies.
      "Por lo demás -bueno, estas son sesiones- las canciones suenan igual que sonaron originalmente. Sólo levemente más rápidas. Pero no ásperas: los Pixies, aún en 1988, eran un número inmaculadamente bien disciplinado.
      "Y, mientras Frank Black y sus Catholics continúan su avanzada solitaria en el hillbilly rock abrasivo sin jamás escribir una tonada decente, te preguntás si el mismo tipo estuvo en realidad en una de las bandas más influyentes de los Estados Unidos. Tal vez, como dio a entender Kurt Cobain, Kim Deal era la fuerza que lo ponía en movimiento.
      "Muertos, pero todavía no enterrados. Casi, sin embargo."

Como no podía ser de otra manera en esta época, los Pixies también fueron honrados con su propio disco tributo. Where Is My Mind? A Tribute To The Pixies fue editado el 8 de junio de 1999, y es un trabajo aceptable, aunque naturalmente irregular, en el que se destacan la interpretación de "Velouria" a cargo de Weezer y la de "Where is my mind", realizada por Nada Surf. Gran parte del mérito lo tiene, por supuesto, el magnífico repertorio que Pixies supo acuñar en sus seis años de vida.


m.
mayo de 1999

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