Resumen: A
principios del siglo XX, un rico samurai rural llamado Hayato adopta a
Nagayuki, hijo de una familia cortesana venida a menos, y lo promete
con su hija Tomiko. La pareja se casa y vive feliz unos años en
Tokio, mientras Nagayuki estudia para abogado. Desgraciadamente, el padre
adoptivo decide enviar a Nagayuki a Estados Unidos, no como miembro de una
empresa nipona sino solo, como simple samurai, esperando que triunfe por
sus propios medios... Una labor seguramente imposible en esa época. Tomiko
se queda sola en el pueblo, embarazada, manteniendo a la familia y lejos del hombre al que ama...
Opinión:
Que el título del libro no os llame a engaño: esta novela no es tanto un
libro de aventuras samuráis como una triste historia de amor
frustrado. En la época en que tiene lugar la acción, inicios del siglo
pasado, muchos estamentos del Japón rural trataban de adaptarse a
los nuevos tiempos manteniendo en muchos casos los antiguos usos y
costumbres, lo que suele ser una receta segura para el desastre. Así,
viajar a América a hacer fortuna era algo habitual en los pueblos, aunque
las ideas al respecto estaban algo confusas...
En pocas ocasiones me ha saltado la lagrimilla con un libro. (Una vez
lloré a moco tendido con uno, sí, pero
fue en circunstancias personales muy particulares). Sin embargo, a medida
que iba leyendo Samurai (lo liquidé en dos tardes, es corto y se lee
fácilmente), me fui notando más y más afectado a cada página, hasta
que en el momento del clímax, allá por el penúltimo capítulo, no pude más
que echar mano al kleenex, algo avergonzado (por Dios, un tipo llamado
Lapidario como yo debería demostrar más temple). Y es que es fácil sentir
con este libro un buen montón de emociones fuertes (tristeza, rabia,
frustración, compasión) si se acepta entrar en el juego emocional que
propone la autora, que nunca trata de ocultar sus cartas. Quien no se
muera de ganas de estamparle una hostia al intransigente padre de
los protas, Hayato, en el segundo capítulo, es que no tiene sangre en las
venas...
Pero a ver, parece que esté comentando un libro de Corín Tellado, y
tampoco es eso, joder. Más allá de la manipulación emocional, la novela
contiene un acertadísimo retrato sociológico de la extraña sociedad
japonesa de principios de siglo, dividida entre tradición y modernidad, la
admiración casi absurda por el recién descubierto modo de vida occidental
y el apego a un modo de vida que se aferra desesperadamente al pasado...
De forma que muchos autores han comparado a Samurai con El gatopardo
(ya sabéis, 'hay que cambiar para que todo siga igual'). Por otra parte,
todos los personajes (incluso los más odiosos, como el mafiosillo Eda o el
insoportable anciano Hayato), están perfectamente dibujados, no
explícitamente muchas veces sino a través de sus reacciones y
comportamiento (la mejor manera de describir a un personaje, y también
la más difícil). Actitudes aparentemente extrañas como la obediencia ciega
de Nagayuki a su padrastro, en virtud de yoshi (hijo adoptado),
quedan perfectamente explicadas.
Una nota curiosa sobre la autora, antes de terminar: Hisako Matsubara es
obviamente japonesa (y alta sacerdotisa de un templo sintoísta), pero ha
vivido casi toda su vida en Alemania, y de hecho el libro fue escrito
originalmente en alemán (hecho del que me di cuenta cuando me fijé
en el título original de la novela). Interesante mezcla...
¿Puede un samurai a la vieja usanza, un hombre solo, honesto,
abandonado a sus recursos, triunfar en el durísimo mundo moderno? ¿Puede
una mujer, por muy valiente y capaz que sea, abrirse camino y tomar
sus propias decisiones en el mundo rural? ¿Puede un padre
convencido de tener siempre la razón ser capaz de ceder ante el
sufrimiento de sus hijos? Leed Samurai y encontraréis algunas respuestas.
Fragmento:
"Tomiko no podía concebir que Nagayuki también volviera algún día vestido
de brocado. Incluso de ser cierto que en América los dólares se
encontraban a montones por la calle, Nagayuki preguntaría diez veces,
antes de agacharse para recoger uno solo, a quién pertenecerían. Tomiko
ahuyentó la idea de que Nagayuki pudiera ganar dinero rápido, al igual que
Eda con sus espaldas encorvadas, en un trabajo poco honrado. Sabía cuán
puro era Nagayuki en su corazón y cuán poco podría cambiar, incluso si las
circunstancias se lo exigían. Tomiko no podía en absoluto compartir los
grandes proyectos que el padre hacía a costa de Nagayuki. Le preocupaba
que Nagayuki, una vez solo en América, fuera explotado por gentes como Eda.
'Debo ir con él', volvió a pensar".