Poco duró nuestra alegría, porque no todos los tipos de muertos vivientes duermen durante el día. Primero el genio maligno y luego Reprimator y su secuaz, perturbaron nuestra paz. La charla subió de tono y se prometieron represalias. Entre ellas, las más patéticas fueron "os volvéis a casa andando" y "os quedáis sin comer". Al parecer, la asistencia a los fatigosos cursos y talleres era obligatoria e "indiscutible".
Acongojados y algo acojonados, continuamos con nuestra actividad, pero cercana la hora del almuerzo llegaron los malos presentimientos. 3 de los valientes que desafiaron el déspota poder asertivo tuvieron miedo y huyeron al pueblo para poder hincar el diente a algo, sin que no hubiese que suplicar por ello.
Mientras, los tres valientes comieron con presteza y saborearon doble y triple postre.
Los remordimientos hicieron flaquear nuestra férrea voluntad y caimos ante la asertividad: Asistimos al cursillo de trabajo en equipo, con lo bien que se nos da eso.
Comenzamos con un juego en el cual debíamos empujarnos unos a otros.
Luego un rol en vivo con personajes nocivos: El ciego, el mudo, el
parapléjico y el observador de la O.N.U. A los ciegos se les iba la
vista, los mudos no paraban de hablar y los parapléjicos daban
brincos...
Resultado: el equipo A ganó al B.
Un pequeño descanso (por lo corto que se hizo), una charla soporífera
y sin sentido (dado que la mujer no daba más de sí sobre el tema, el
cual no era de interés general y sí algo desviado del objetivo del
curso), y una actividad interesante:
Realizar un proyecto de una asociación hipotéticamente perfecta:
U.G.I.
Era cierto, por la noche estaba organizada, como jugada maestra de la diplomacia, un botellón bajo la luz de las estrellas y era necesario hielo.
El frío hizo que no fuera bajo la luz de las estrellas, pero fue igual de romántico. Tras un rato, algunos que estaban cansados de tan edulcorante romanticismo, salieron a pasar frío.
Entre ellos estaba Carlos Espada, cuya cabeza fría maquinó la
frase genial de las Jornadas:
"Nosotros ya hemos conseguido lo que queríamos; que os habláseis
entre vosotros".
Las horas pasaron y la gente empezó a recogerse. Entre gestos y señas se preparaba una partidita nocturna. Lugar acordado, la habitación 406. Pero era un secreto, ciertos asertivos no debían enterarse de nada. Pero a Aitziber Alsasúa no se la podía despistar y con ella llegaron El-hombre-que-no-podía-susurrar-ni-a-los-caballos y
La-mujer-que-tal-vez-sólo-se-callase-bajo-el-agua.
Deshecho el perro, el vivo al hoyo.
Durante la partidita, en la que se demostraron las dotes diplomáticas y políticas de Marta Rebeca de la Fuente (Ministra de Cultura) y la destreza con la cañonera del Almirante Alejandro, se escucharon otra vez las voces de los espíritus, aunque esta vez fuera de la habitación. Por miedo o por desidia, nadie quiso saber que pasaba, aunque luego se rumoreaba que el vigilante nocturno (y sordo) se había vuelto a vestirse de Cazafantasmas.
Las 4.00 AM y todos despiertos: ¡A dormir!
Pero los fantasmas no duermen (¡Qué coñazo!).
Nuevamente las damas de la habitación 202 detectaron los sonidos
paranormales ante su puerta. Y el enemigo se coló en la habitación
(atravesando la puerta con sus cuerpos incorpóreos, qué contrariedad)
y el espíritu del Almirante tomó el mando, ordenando la conquista de
África. Las baterias escupían pasta dentífrica a diestro y siniestro.
Un fracaso, nos llamaron asaltacunas ("aunque a mí no me la váis a
asaltar"). La señorita Arancha se declaraba por momentos y eso fue
suficiente para conjurar la paz en el refugio. Serían las 5:30 AM.