A.M.S.
ASOCIACIÓN MADRILEÑA DE SIMULACIÓN
Nuestro deambular nos llevó al pueblo de Cheux, donde las calles eran estrechas y  estaban desiertas. Tuvimos que abrirnos paso hasta la panadería más cercana, poniendo mucho cuidado en cada paso que dábamos, debido a un repentino ataque de gusa. Tras asegurarnos de que el pueblo estaba libre de enemigos, procedimos a llenarnos la barriga. Aunque no lo sabíamos, iba a ser uno de los últimos momentos de calma en nuestra búsqueda. Mientras comíamos, nos enteramos de que había una unidad de paracas en el pueblo de al lado, Villers Bocage y que menos que preguntarles si conocían al soldado Charlín.
 
  
Mientras el pan espera en el maletero del Scout Car, hay tiempo para un poco de charla relajada.
  
En Villers Bocage, aprovechando nuestro camuflaje como turistas, pudimos pasar desapercibidos entre un montón de alemanes con Tigres y Pz IV mandados por un capitán de las SS llamado Wittmann.
 
Cuando llegamos a Villers resulta que no eran paracas, sino unos tíos de Londres los que estaban, pero se habían ido hace tres días debido a la llegada inesperada de la brigada del mamporro en forma de un Tigre con un nazi que conocía muy bien su oficio y que los hizo cubitos Maggi. Aunque luego le montaron una emboscada y le volaron el tanque a él y a unos amiguitos que venían a jugar al "corre que te pillo", los tíos de Londres decidieron que hoy les llegaba el butanero al campamento y se piraron.  En fin, que intentamos hacernos entender para preguntarles a los nazis que si sabían algo de Charlín y de cuando acababa el plazo de inscripción en los cursos de verano de la HJ, pero empezaron a olerse la tostada de que éramos del otro bando (pese al curso de alemán en tres semanas del Tte. Martin) y no se lo tomaron nada bien, por lo que decidimos tomar las de Villadiego. Desde nuestro episodio con las Inkauteladen no lo habíamos pasado tan mal, pero estábamos enteros que era lo importante.
 En las afueras de Villers nos encontramos con las primeras pistas que llevaban hacia Charlín. Al parecer todos los paracas que habían estado en la convocatoria del 6 de Junio tenían que reunirse en una colina que se encontraba al Sudoeste de Caen. La Cota 112. No estábamos muy convencidos de acercarnos porque desde esa zona llegaba permanentemente el rumor de intensos combates que no cesaban ni de día ni de noche, pero nuestra misión pasaba por la 112 y el incidente de Villers nos había convencido de que no podíamos seguir de paseo mucho tiempo sin encontrarnos con un problema, así que nos pusimos en marcha. Aprovechamos la noche para viajar, y a primeras horas de la mañana alcanzamos la cima de la colina.
 
  
El Tte. Martin se acerca a la cima buscando ansiosamente alguna noticia de Charlín. La cota está sospechosamente tranquila.
 
Posando felices con "No-jugará-usted-al-Rugby" Palmer antes de saber quien era.  ¿Verdad que el monumento parece más pequeño?
Nos acercamos con precaución, con el Tte. Martin en cabeza, como siempre, y nos encontramos con un silencio sepulcral. Sólo el viento sonaba en nuestros oídos, no había nadie a la vista y por supuesto ni rastro de Charlín. Un monumento a los estudiantes que habían aprobado sus exámenes en la cota era todo lo que quedaba y la desesperación se apoderó de nosotros. El Capt.. Peinador empezó a gritar, a llamar a gritos al soldado Charlín, gritaba como un loco, tiró su equipo y corrió sin dejar de aullar y de repente... ¡¡una voz le contestó!! Sí. Una voz que decía: "¿qué es Charlín?" El capitán se calló de repente y todos mirados helados hacia la figura solitaria que preguntaba otra vez "¿qué es Charlín?" El sargento Gavin le corrigió. "Será ¿quién es Charlín?" dijo Gavin. "Ah, es una persona entonces" contestó el desconocido. "Sí. ¿Le conoce? Soldado Charlín de la aerotransportada". "Pues claro que le conozco, somos de la misma región de Rutenia". "Y no sabrá donde está ahora mismo, es que tenemos que encontrarle sin falta" dijo el capitán. "Desde luego que lo sé, está en el pueblo de al lado, creo que se llama Ranville". Nuestras caras se iluminaron con una enorme sonrisa, ¡¡¡por fin habíamos encontrado al puto soldado Charlín!!! Enseguida dejamos que el desconocido, que se presentó como "Palmer, Sargento Palmer de la Aerotransportada" nos informara de la situación. Al parecer la lucha en la cota había sido de lo más virulento y en algunos casos se había llegado al cuerpo a cuerpo.  La gente se degollaba a bocados y aquello era un verdadero infierno. Sorprendidos por la calma que se respiraba en esos momentos, le preguntamos. "No lo entiendo" contestó Palmer "todo el mundo se mataba alegremente y en cuanto comenté que si alguien jugaba al rugby, ambos bandos me miraron con cara desencajada y huyeron despavoridos. Por cierto, ¿no jugaran ustedes al rugby?". Prácticamente no le dimos oportunidad de acabar la frase. Resulta que era "ese" Palmer, el loco del rugby que, en cuanto le dabas la mínima oportunidad, montaba un partido  aunque fuera bajo un bombardeo. Nos había costado muchas más bajas que la Luftwaffe y no teníamos intención de engrosar la lista, así que corrimos por nuestras vidas cuesta abajo (yo aproveché para rodar) hasta Maltot que estaba lleno de soldados de ambos bandos aterrorizados por la presencia de Palmer.
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