Reciente viaje efectuado a China y Corea por parte de la SOGEM y el CISAC. Espero disfruten mis andanzas...
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VIAJE A CHINA Y COREA
 
   
           

al doble. Terminamos por decir que cada uno iba a comprar una petaca. Por las siete la sueca ofreció 210 pesos. Son petacas como las que se llevan a los aviones con sus ruedas, su jaladora, sus candados. Al final quedamos en 60 pesos por cada petaca. Nos fuimos felices. Los vendedores quedaron igual y el público más, casi hasta aplauden. La petaca que compré terminé por regalarla pues era muy chica. Dar a China lo que es de China y a Dios lo que es de Dios.
Se llega al colmo algunas veces pues uno supone que hay precios que no se pueden variar. Por ejemplo el paseo por el río en Shangai. Te ponen un gran cartel frente a las taquillas donde te dicen que el viaje de una hora te costará 75 pesos. Ofreces 50 y te lo aceptan. Increíble.
Probé también en tiendas pequeñas y muy grandes, de esas llamadas departamentales o moles (malls). También ahí puedes regatear. Y tú regateas a pesar que los productos son muy baratos si comparamos los precios con México.
Al final del viaje en que ya no tienes tiempo el regateo se te hace muy pesado, tú lo que quieres es comprar tus regalitos que te faltan y no puedes pasar los minutos marcando un precio, esperando que el vendedor marque otro. Y acabas por comprar al precio que te dicen con la seguridad de que es muy alto.
Me imagino que esto sucede sobre todo en los lugares turísticos que es donde uno va. En los lugares donde vive la gente común y corriente, darán los precios sin elevarlos. Al menos eso espero.
En donde sí hubiera querido regatear es en Corea pues los precios de todo son muchísimo más altos que los de China. Ahí no te rebajan nada. Y acabas por no comprar nada. Francisco me explicó que Corea no es país ganadero y que por eso el precio de la carne es muy elevado. Aún con esa explicación ver que bisteces no muy finos cuestan unos quinientos cincuenta pesos el kilo en una tiendita de la colonia donde él vive se me hizo exagerado. La carne de cerdo cuesta menos de la mitad.

           
   
           
En China en todos los hoteles donde estuve, que fueron muchos, siempre te dan el desayuno. En Seúl no. Ahí un par de huevos solos o con tocino te cuestan 120 pesos, el café 60 pesos y ya no digamos si quieres desayunar un bistec. Mínimo te cuesta la pura carne como 300 pesos o más. Así que un desayuno un poco abundante te puede salir en unos 600 pesos. El mismo desayuno en China no pasaría de 100 o 150 pesos. Gran diferencia entre uno y otro.
Y ya que hablamos de desayunos es bueno hablar de lo que se come y cómo se come. China está llena de restaurantes, los hay desde muy elegantes hasta los de tipo fonda de México. También, como lo dije antes, hay puestos de comida en la calle, no en todas como aquí. Lo primero que te llama la atención es la enorme variedad de platillos que te ofrecen y que por supuesto tú no tienes la más ligera idea de lo que son. Tu guía pide y pide. Al rato la mesa está llena de platillos a cual más de raro. Tú tomas tus palillos, pues casi nunca hay cubiertos, y empiezas a comer. Piensas, y no fallas, que es un exceso de comida y que jamás se va a terminar. Y no, nunca se termina. La mesa queda con tantos alimentos que bien podría venir otro grupo igual al nuestro y comer suficientemente con nuestras sobras. Eso no lo entendí. China ha pasado por guerras tremendas, periodos de hambre y entonces este desperdicio se me hace muy raro. En Alemania, por ejemplo, que también pasó por guerras y hambre, es de muy mala educación dejar algo en los platos. Estos quedan casi relucientes de limpios. Aquí en China no. Los platos quedan llenos de comida. Y tú con ganas que te pongan todo en una bolsa para llevártela a tu casa; lástima que ésta esté a miles de kilómetros de ahí.
Vayamos a los alimentos. En los restaurantes de medio pelo para arriba siempre se ven acuarios llenos de peces de todos tamaños, de caracoles, de jaibas, de cangrejos y de muchos que en la vida he visto. Están ahí para que tú los escojas. Viene el cocinero, los toma vivos y se los lleva a cocinar. En el más grande que fui tenía como unos veinte acuarios muy grandes, con tiburones, con peces negros que están en el piso, con unas conchas negras de las que salía como un pene gigante. Nunca pedí nada de eso pero creo que sí lo comí. Eugenio Aguirre me dijo antes de salir que en China me comiera todo lo que me pongan enfrente y que nunca pregunte de qué se trata. En general seguí su valioso consejo pero sí alguna vez pregunté. Esto es nido de pájaro me contestaban, esto cuello de pato, esto flor de loto, esto es bambú, esto…
           
   
           
Y así comes cosas negras, cosas gelatinosas, cosas como hierbas de las que uno tira en su país, trozos de carne que piensas puede ser de perro o de algo así. En China, y sobre todo en Corea se come el perro. Es un alimento elegante y caro. Por eso, creo yo, no hay perros callejeros. El olor es bueno y apetitoso. Eso en China. En Corea todo huele a ajo. Ajo le ponen a todo. Y ahí estás con tus palillos tratando de quitarle la carne al pescado o de partir con ellos un trozo de carne. Terminas por hacerlo bien, o casi bien. Siempre terminé ensuciando los manteles con alimentos que se me caían de los palillos. Cosa curiosa es que en cenas elegantes te sirven hasta tres sopas diferentes. En los demás una pero generalmente como último platillo. También en los medianos y finos existe sobre las mesa una plataforma circular movible para que vayas escogiendo lo que quieras comer. Y así te la pasas dando vueltas a ella cuidando que algún comensal no esté tomando algo en ese momento pues con tu movimiento harías que lo tirara.
Los sabores. Decidí probar todo se viera como se viera. Y qué creen. Que todo me gustó y me gustó mucho. Los platos de verduras, de carnes, de pescados, de hongos, de quien sabe qué. Todo sabrosísimo. Aprendí a mezclar sabores cada vez que te llevas algo a la boca. Aquí nos comemos un enorme plato de mole o de enchiladas. Ahí es distinto. Son pequeñas
           
         
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