Es un evento que, en nuestro país, se realiza anualmente en la Plaza de Acho de Lima. Este "evento" es obviamente público, ya que hasta este recinto concurren personas de todas las edades incluyendo niños. Pero ¿Cuál es el atractivo principal de esta "Fiesta"?. Pues nada más y nada menos que observar la tortura y muerte de un animal: El toro.
Esta Tradicional "celebración" se lleva a cabo en el mes morado (octubre y a veces noviembre) porque a través de los años se la ha ligado, sin sustento alguno, con la fiesta religiosa del Señor de los Milagros. Lo que parece increíble es que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, se sigan cometiendo esta serie de barbaridades en el nombre de Dios. Sobre todo, teniendo en cuenta que una corrida no es otra cosa que la exaltación máxima de la agresividad humana y que no tiene nada que ver con ningún plan divino, ni mucho menos con alguna doctrina pacifista o humanitaria.
El toro es un
mamífero superior, con un sistema nervioso sumamente similar al nuestro y por
ende, es perfectamente capaz de sentir el pánico y el dolor que le causan su
atroz tortura y lentísima agonía. Ante esta realidad, es imposible comprender
como existe gente que pueda acudir a las corridas en busca de diversión.
Definitivamente se necesita tener sentimientos muy pervertidos para poder
vibrar de emoción observando el despedazamiento de un animal.
Otra cosa muy
cierta, es que en nuestro país, la mitad de la gente que acude a la Plaza de
Toros, lo hace para demostrar su "nivel social" ya que en las
"altas esferas" esto significa categoría y solvencia económica. Pero
estos cuantos títeres hasta ahora no caen en cuenta que, su categoría camina
estrechamente de la mano de su ignorancia. Muchos de ellos todavía siguen
pensando que el toreo es cultura, ya que en esta disciplina, según dicen, el hombre y el
animal tienen las mismas oportunidades de competir y medir fuerzas. Si las
corridas fueran verdaderamente eso, no pararíamos de contar toreros caídos
durante una "faena". Pero también
existen de los otros, quienes sabiendo toda la farsa que se teje detrás del
momento del toreo, siguen apoyando las corridas. Seguramente se debe a
retorcidas pasiones que habitan al interior de almas muy enfermas.
Lo más
extraño de todo el asunto es que el Perú es un país que durante muchos años
ha vivido sumergido en una terrible ola de violencia y muerte. Es
incomprensible pues, que todo lo vivido no nos haya sensibilizado lo suficiente
como para exigir que se erradique de nuestro país cualquier espectáculo en el
que se haga uso de la violencia, ya que lejos de transmitir algo positivo lo
único que ocasionan es exacerbar los ánimos de mucha gente equivocada que
piensan que para demostrar la superioridad del ser humano es lícito torturar y
matar.