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Enclavado entre Sierras y bosques , y proyectándose hacia la Peña que lleva su nombre, está Tremaya, un pueblo engalanado por las montañas que le rodean , envuelto entre bosques de robles, hayas, avellanos, acebos, amostajos, amargosos y otras formas de vida natural. Ver el pueblo desde la peña Tremaya, que cual centinela lo ha vigilado por siglos, te sobrecoge con una mezcla de asombro y alivio, gozo y nostalgia, consuelo y preocupación. Desde aquí verás a Peñalabra cuando las nubes orlan la boina de su cresta. Sentirás el viento azotando las paredes rocosas de la montaña y refrescando con su hálito plantas, flores, bodegas y animales. Habrá días en que una alfombra de algodón lo va cobijando todo y en que un atardecer pinta de luces el cielo.. Desde la fundación de Tremaya nunca
jamás nadie pudo apreciar al pueblo de noche iluminado. Generaciones
tras generaciones tuvieron la oportunidad de contemplarlo como se ve desde
la subida a la Espina o desde el pico de la Peña Tremaya. Ahora,
sobre todo para la gente del lugar, verlo de noche es observar y descubrir
una danza de casas y luces que se fusionan al unísono generando
una profunda emoción y un estado de embelesamiento.
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Nombre del
Presidente: Angel Francisco Rueda Casas abiertas en invierno: 7 Numero de habitantes en invierno: 18 personas. Nombre de la Iglesia: Nuestra Señora Fiestas: Ntra. Señora el 15 de Agosto Codigo Póstal: 34849 Elevación: 1173 mts. N 42º 58.792'. W004º58.792' Merece la pena visitar: La Peña y la Espina donde brota el agua fresca todo el año desde una fuente ubicada en lo alto. Si te gustaría que pusiéramos más cosas sobre Tremaya. E S C R I B E M E |
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"La escuela se quemó en el curso escolar 1970/1971.No
recuerdo bien,pero creo
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Nada
tengo que ver con esto, sin embargo, me da una gran alegría saber
que han hecho, de una escuela quemada,derruida y destrozada, un albergue
donde puede uno disfrutar de todos los encantos que la naturaleza te ofrece, diversos en cada estación del año. Todo lo que se necesita es llevar comida pues lo demás se encuentra en el albergue. |
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Llevaba años sin pisar la tierra donde mis antepasados
por parte de mi madre nacieron.
Este verano me escapé de Londres 5 semanas y cuatro de ellas las pasé
en Tremaya en compañía de los míos.
Después de estar en una ciudad de 11 millones de habitantes os podéis
imaginar lo que sentí al llegar a esta aldea de 18.
Caminé por sus calles, subí sus montanas, acaricié el agua
del río, recogí la cosecha, aboné la huerta, visité
los vecinos, las fiestas y dejé que el sol de agosto bañara mi
piel.
Es un lugar mágico. lleno de historias y leyendas. Cuando estuve allí,
volví a conectarme de nuevo con la madre tierra (viviendo en grandes
ciudades te desconectas de ella).
Ella me contó historias de mis antepasados, respiré su aire puro,
me habló de las temporas, los árboles llenos de sabiduría
me transmitieron su energía sonriendo cuando me abrazaba a ellos.
Sus gentes me arroparon sin condiciones, sin hacer demasiadas preguntas. Es
una extraña sensación. Parece que nunca me hubiera marchado. Que
siempre hubiera estado allí.
Fue tal la tranquilidad y la paz que me rodeaba que me di cuanta pocas veces
había estado tan cerca de mi misma. Me ayudó a ordenar mis pensamientos,
analizar mi ultimo año y a tomar decisiones para el futuro próximo.
Ahora de vuelta en la ciudad, entre el ruido de sirenas, su contaminación
y el gris de su cielo, cada vez que quiero escapar y tener un poco de tranquilidad,
solo tengo que cerrar los ojos para volver a Tremaya. Su recuerdo sigue vivo
en mi. En los recuerdos que conservo como si fueran de ayer. Recuerdos que no
se Irán tan rápidamente. No, no los dejaré escapar esta
vez.
Volveré pronto.
Saludos,
Leire Gezala De Mier, noviembre del 2003
Isabel Pesado de Mier, mexicana, estuvo en La Pernía durante los meses de Julio y Agosto de 1870 (pleno verano). Al igual que mucha gente que visita estos bellos parajes, iba buscando baños, distracciones, emociones, vivencias, remediar el abatimiento, superar la depresión. "En esos años 1870-1972, nos dice Manuel Revuelta González, había una gran efervescencia política en Europa: la guerra franco prusiana, la caída de Napoleón III, el Imperio alemán, la unificación de Italia, la caída de la Roma Pontificia, el concilio Vaticano, los excesos de la comune de París. En España el general Prim buscaba un rey para España. Nada de eso parece interesar a Isabel" sino disfrutar del paisaje y encontrar la paz interior que consiguió con creces: "y el aire del campo, los baños fríos y el reposo me han sido provechosos". Me he puesto a pensar cómo sería una comida en la Dehesa de Tremaya, hoy exuberante y bella, en el siglo XVIII. Estaría tan tupida de robles y avellanos, amostajos, amargosos, amajuetas, acebos, andrinos, calambrojos como lo está ahora?. Qué clase de alimentos consumirían?. Cómo sería la convivencia entre los asistentes?. Cómo vestirían tanto las mujeres como los hombres?. Cómo utilizarían el tiempo de ocio, cómo sería el juego de bolos, los bailes al son de la pandereta, el juego de cartas, qué especie de truchas poblaría el río Pisuerga y en qué abundancia, cuál sería la clase de vegetación que había en las orillas del Pisuerga y en qué abundancia, la variedad de flores y frutos, los lugares dignos de visitar como el Castro Pintado, la utilidad de los brezos, la contemplación de las estrellas y la luna, el cultivo de los huertos, la presencia de los chopos, etc?. Todavía he conocido yo, en la década de los cincuentas y sesentas, muchas de las cosas que nos describe, como la forma de construcción de las casas, la siega del centeno, la trilla, los pajares. Arar, sembrar, levantar la cosecha, cargarla en carro, meterla en el pajar con horcones a través del boquerón. Recoger las vacas, corderos y cabras cuando regresan en la tarde. He visto a las mujeres hilar y coser.... La lectura de estos relatos me ha hecho recorrer en el espacio 10.000 kms (que es la distancia de México donde vivo hasta España), y en el tiempo más de 100 años. Me he sentido transportado a un lugar y una época de encantos y maravillas. Isabel, con su forma de expresarse me ha hecho vivir las cosas como si estuviera yo participando en ellas. Estoy seguro que pasará lo mismo con cualquier lector que lo lea con interés.
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FINANZAS Y POESÍA:
MÉXICO Y PALENCIA
APENDICE EL VIAJE DE LOS
DUQUES DE MIER A LA MONTANA Fotografías: José L. ESTALAYO |
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SAN JUAN
DE REDONDO.
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Cerca de Tremaya, me bajé del carretón y a pie llegué a San Juan de Redondo donde habían vivido los abuelos y tíos de Antonio y su padre, siendo niño. Llegué a la casa que me pareció triste, ya comenzaba a obscurecer y no se distinguían bien los objetos. Calculé que Antonio se impresionaría, al ver por primera vez estos sitios que no conocía y de los que había oído hablar a su familia, la que casi toda ha desaparecido. Le dejé solo unos momentos, en entera libertad de entregarse a su pena, más comprendiendo que yo también me afligía, se sobrepuso y nos reunimos en el comedor, donde nos esperaban, después de habernos preparado. | |||||
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Comienzan a segar en Junio la hierba de los prados, que sola nace y crece y es la que sirve para alimentación de las bestias, guardándolas en las cuadras. Sigue la siega del centeno y trigo, batiendo el primero y batiendo y trillando el segundo. Las mujeres en todo esto trabajan más que los hombres: su faena comienza, desde arar la tierra, sembrarla, levantar la cosecha y cargar con ella, unos grandes carros, conduciéndolos a sus habitaciones, a donde por una pequeña ventana, introducen la hierba con un horcón, después de haberla dejado secar. Lo mismo hacen con el grano, que encierran en sacos de jerga. Para un hombre que trabaja, se ven seis mujeres, sin que por esto abandonen los quehaceres domésticos, ni sus deberes de madres y esposas. Después que han llegado del campo, recogido las vacas y becerros y recibido los corderos y cabras, que el pastor ha conducido en la mañana a la dehesa (hay un pastor en cada pueblo, que se encarga de vigilar con sus perros el rebaño, a quien por cada cabeza, pagan un cuarto, de cuatro en cuatro meses). Estos animales, esperan al pastor, sin que nadie los cuide, en la puerta de la casa a la hora que debe llegar en la madrugada y entran de la misma manera al obscurecer. Cuando este trabajo está concluido, el ama de casa, hace la cena y arregla sus hijos para dormir, rezando con ellas, las oraciones de la noche. En el invierno que no van al campo, cosen, hilan y algunas tejen la tela de que hacen sus vestidos, parecida a la del sayal de los hábitos de las religiosas y aun más gruesa. Su traje se compone de una falda corta, que los días de trabajo es de color obscuro y los festivos verde o roja: un corpiño sujeto con tirantes, dejando ver las mangas largas y anchas de la camisa y parte del cuello, delantal de colores, una mascada en la cabeza formando un lazo atrás; medias blancas o azules y zapato bajo. Para trabajar, o cuando llueve o nieva, tanto mujeres como hombres, usan sobre el calzado, una especie chalupas de madera con tres pies, de cinco centímetros de altura, uno delante y dos detrás, que llaman albarcas; para habituarse a andar con ellas se dan algunas caídas. El traje de los hombres es poco gracioso; pantalón, chaqueta y chaleco, de paño burdo, color de café. La chaqueta la llevan suspendida como de una percha, sobre el hombro izquierdo, sombrero de felpa negro, bastante ordinario, y los mozos, boina azul, blanca o roja, con una estrella de metal en el centro. Las mujeres para ir a misa, se cubren la cabeza con una especie de manteleta de merino negro, adornada con cinta de terciopelo de igual color; redonda atrás y derecha en la parte que cae sobre la frente.Los hombres se cubren con capa española muy burda, aunque haga mucho calor. Las casas de la nobleza se distinguen por los escudos que adornan las puertas de entrada, muy maltratados, porque sus señores los han abandonado, emigrando, o a las mejores ciudades de España o del extranjero. En el "Barrio de Arriba" vive un señor Mayorazgo, cuya casa luce sus escudos; pero la familia vive como las otras del pueblo y trabaja como ellas, por haber perdido toda su fortuna.
A nuestra llegada, los curas de todos estos lugares vinieron a presentarnos sus respetos. Aquí hay la costumbre, que las visitas se inviten ellas mismas a almorzar, comer y dormir; algunas veces alargan su permanencia, por varios días.Al principio nos visitaban de cumplimiento, pero cuando comenzaron a adquirir confianza, se tomaban el tiempo que bien les parecía. Como no hay en qué ocuparse en estos lugares, sólo se piensa en hablar, docta o insulsamente y comer. El método que se observa es el siguiente: desayunarse a las siete de la mañana, con chocolate o una marmita de sopa de pan; a las once toman una copa de vino; a las doce comida fuerte; por la tarde merienda y por la noche cena. En los intermedios se toman refrescos y bizcochos.
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Los ornamentos y vasos sagrados muy pobres, excepto los de Redondo y Barrio de Arriba, que para días de festividades, regaló el señor Deán, Don Celestino de Mier. Estos son de raso blanco y magníficos bordados chinos; con gran cuidado parecía los conservaban en dichas iglesias, tanto por su mérito, como por el recuerdo de este bienhechor, que también regaló la cruz, candelabros y atriles para el altar, todo de plata. | ![]() |
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¡Ay, madre,
madre! Búsqueme un barberillo Para sangrarme ¡Que yo me muero Y a mi amante le dejo Por heredero! |
Con advertencia; Que al casarse con otra Pierda la herencia ¡Ay, madre, madre! Porque no quiero Regalar a otra dama Con mi dinero. |
Que déjame
arrimar Morena a tu pañuelo, Que déjame arrimar Con esto me consuelo Que tran, larán, larán, Que tran, larán, larán. |
Ora
el marinerito Temprano se partió ¡Y cuán apenadito El corazón quedó! ¡Ay, madre, madre, Me muero de dolor!. |
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Bailan una especie de jota. Las mujeres se colocan de un lado, y los hombres cuando los hay, frente a ellas, llevando todos con los dedos, el compás de la música como si fueran castañuelas. Cuando los mozos se entusiasman, gritan repentinamente: ¡vivan los que cantan! ¡viva mi compañera y los otros contestan ¡y la mía! La manera que ellos tienen de bailar con ellas, no es de invitarías de palabra en sus asientos, sino al comenzar el baile, se acercan a la elegida y tocándola el hombro con el codo, le indican que pase en frente. Al oscurecer concluye la diversión y cada uno vuelve a su casa. Ellas esperan en la puerta, que ellos se acerquen a desearles buenas noches y los obsequian con leche fresca y azucarillos. Se despiden cantando de su repertorio, versos tan malos, o peores, que los ya escritos.
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Ottón, un hermoso perro de Terranova, nos guía a este sitio y vela a la entrada, mientras nos bañamos, sin permitir que nadie se acerque; alguna vez le ha sucedido dormirse. El agua, los primeros días la sentíamos tibia, pero ahora hay algunos que está casi helada. Volvemos a la casa, nos desayunamos con leche, o chocolate, bizcochos y tostadas con manteca fresca (mantequilla). Hacemos la toilette, almorzamos a las doce, y empleo después el tiempo en leer, escribir y tejer. A las seis de la tarde damos un paseo, a algunos de los pueblecitos inmediatos.Comprendo que para las jóvenes que están obligadas a vivir en estos lugares, cuando son de buenas familias, instruidas y simpáticas y no feas, pasan su juventud como perlas escondidas en sus conchas, o flores de las montañas, ocultas en la espesura, sin que las admiren. El campo en esta comarca, es hermoso; por todas partes hay valles, rodeados de colinas, cerros y montes, a cuya falda indolentemente recostados, se ven estos rústicos pueblos, con sus paredes medio arruinadas y techos de teja, sólo por los espirales de humo que arrojan las chimeneas se conoce que hay allí seres vivientes. Mas el terreno está bien cultivado y los cuadros de distintas sembraduras, forman lindos paisajes por sus variados colores. Las ovejas pacen la hierba en los prados y las cabras saltan entre las peñas, mientras las reposadas vacas con sus pequeños jatos, recorren mesuradamente los collados. Las labradoras, dan fin a sus tareas, mientras sus pequeños hijos, tienden hacia ellas las manos, cuando, ya cansados de jugar en el césped, quieren entregarse al sueño.La madre cariñosa, con el niño en los brazos, lo conduce a la pobre casa arrullándole con su canto. ¡Cuántas veces me he detenido a contemplar un cuadro de la naturaleza, dando gracias al Criador!¡Una tarde se me representó la gloria entre celajes de vivísimos colores! |
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A las ocho de la tarde, concluyen nuestros paseos, siendo la hora del crepúsculo deliciosa. Volvemos a casa a las ocho y media, comemos. Casi siempre hay frescas truchas del Pisuerga y buenas carnes y legumbres. Jugamos un poco a las cartas o conversamos, y el siguiente día, se hace la misma vida. Hemos estado contentos porque la familia Barrio es muy amable y el aire del campo, los baños fríos y el reposo, me han sido provechosos; pronto hará dos meses que llegamos a este sitio y el tiempo se ha pasado agradablemente. Hemos tenido algunos convites
que nos han dado las autoridades del Condado, cuya capital es Lares61 y por los Curas de los pueblos adonde
ha habido romería. Yo no fui, porque el lugar
estaba lejos, era preciso ir a caballo y temí la fatiga, siendo necesario
pasar allí todo el día. Antonio se vio obligado a concurrir, con los señores
Barrio. Cómo son estos convites lo diré cuando vea el que mi marido tiene
que dar, para corresponder a los que nos han ofrecido. |
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Las ruinas del antiguo convento de Franciscanos se ve al pie de dos grandes rocas, que han bautizado con el nombre de Aceiteras; de la iglesia, sólo queda una parte de torre y algún muro62A lo largo de esta linda cañada, corre un cristalino arroyo. El suave ruido de sus aguas, unido al murmullo del viento entre las hojas de las copas de las hayas y robles y el melodiosos canto de las aves que en ellos anidan, forman delicioso concierto.Después de caminar una legua por este hermosos sitio, se llega a una explanada, tapizada de fresco césped y al lado como si fuese una cortina, yace un cerro, formado de piedras de jaspe de diversos colores, cortadas tan bien y tan iguales que es un verdadero mosaico63. ¡Obra del Artífice Divino! | ![]() |
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El día del almuerzo, muy de madrugada salen los pastores con las carnes y todo lo necesario para aderezarlas: hacen un fuego con leña que allí cortan, colocando en la hoguera tres largas varas, clavadas en tierra y unidas en la parte superior con un alambre, sujetando de él, la marmita, o cacerola de hiero, en que está la vianda. Cuando todo se halla listo, los convidados en pie, forman círculo, y cada uno con una gran cuchara en la mano y en la otra un pedazo de pan, van tomando de la cacerola la ración de carne, que llevan a la boca, para tomar otra; teniendo mayor parte el que más de prisa come. En estas borregadas, se sirve generalmente una sopa de pan remojado en caldo con sal y pimienta, chanfaina, hecha con la sangre, hígados y otras cosas interiores del animal y un guisado con pimienta, ajo y cebolla, que llaman fritada. Una jarra de vino, circulada de mano en mano, y de boca en boca, renovándola toda vez que concluye, lo que acontece con mucha frecuencia. Después del almuerzo, se juega a la barra, bolos o cartas, para pasar el tiempo y se merienda, lo mismo que por la mañana, en calidad y cantidad. El convite que dio Antonio
ayer, fue más variado, y a decir de los invitados, espléndido. Las autoridades y algunos amigos, que invitamos, fuimos servidos en la mesa que presidimos, mi marido y yo; la conversación fue alegre y variada. Concluido el almuerzo instamos a los tíos y mozos a juegos de prendas. A las cuatro vinieron las mozas y se organizó el baile. El cirujano D. Domingo Pérez, con una guitarra suspendida en el cuello, tocó y cantó casi todo el día. En uno de sus brindis, volviéndose hacia nosotros nos dijo: "Nunca he visto matrimonio más feliz, como el que tengo frente a mi nariz". A lo que un tío contestó: "¡Cá!,
eso no sirve". Cual éste y otros peores, se dijeron durante el almuerzo
y merienda, en prosa y verso. Redoblaron los aplausos, mezclados con algunas lágrimas.Volvimos a casa a las nueve de la noche, yo fatigada del movimiento del día, que será imperecedero en la memoria de esta buena gente. Permanecimos unos días más en Redondo. Mi prima siempre que se hablaba del viaje, se entristecía visiblemente, asomando el llanto a sus ojos, lo que a mí me causaba gran pena también.
Llegó este día, fijado para
la partida. De nadie nos despedimos, pero algunos que lo supieron nos
fueron a ver. A las cinco de la tarde, nos pusimos en marcha. Antes de
montar a caballo, me despedí de las criadas, quienes derramaban abundantes
lágrimas no obstante la oferta que les hacía de volver el inmediato verano.
Recorrí toda la casa, dejando en ella mi última despedida, pensando con
tristeza, no la vería mas.
Aquí nos detuvimos por la noche, y al siguiente día, nos encontramos con la novedad, de que por orden gubernativa iban a exclaustrar a las religiosas de Santa Clara, únicas que allí había. Mas como la Abadesa se enfermó del disgusto, tuvieron que demorar la salida. Las pobres religiosas tenían una pequeña casa para instalarse provisionalmente, y por la Abadesa, había venido un hermano, andaluz, que pasó su juventud en hacer y deshacer varias fortunas en la América del Sur, y nos contó su historia, siendo nuestro compañero de viaje durante cinco horas, en las cuales, sólo él, tuvo la palabra. Su casamiento que hace poco efectuó, lo hizo en pocos días. Dijo que un amigo suyo iba a casarse, y cuando todo estaba dispuesto, le invitó para que le acompañara en este acto, presentándole antes a la novia. Ésta vivía en distinta población; al llegar, hicieron una toilette esmerada, dirigiéndose a la casa de la prometida; ésta tenía una hermana menor. Después de las presentaciones, conversaron alegremente y a la salida le preguntó su amigo, qué juicio había formado de la novia, excelente, le contesté; pero me agrada más la hermanita, si no fuera tan joven, quizá le declararía mi atrevido pensamiento, temo una negativa, puesto que no me conoce lo suficiente para otorgarme sus favores. Déjate de esos escrúpulos, me contestó, y manos a la obra; yo le hablaré, y si condesciende, sin pérdida de tiempo, se celebrarán las dos bodas; así se verificó y aseguraba ser muy feliz.
A las doce salimos de Aguilar para Camesa, a donde se toma el tren de Santander. A la una nos despedimos con tristeza de las personas que nos habían acompañado y montamos en el departamento del ferrocarril; subió con nosotros el señor andaluz. Estaba ya instalada una señora de buen aspecto, quien nos dijo después, se llamaba Vicenta Martínez de Velasco, cuñada de Manolita Velasco, hija de aquel rico comerciante de Veracruz, Don Dionisio de Velasco. Nos habló mucho de México, no porque lo conociese, sino por lo que le había referido su cuñado: muy agradable nos fue la sociedad de esta simpática señora: la pobre iba a ver a su padre, casado en segundas nupcias con una descendiente de Quintana, el gran poeta español. El señor estaba enfermo de gravedad y la llamaba, deseando hacer sus disposiciones testamentarias, lo que a ella apenaba mucho. En las Fraguas nos despedimos, ofreciéndonos nuestra mutua y sincera amistad. Todo el camino para Santander es hermosísimo, por la exuberante vegetación, las muchas montañas que lo rodean, los cultivos de los campos, el sinnúmero de flores silvestres que tapizan el suelo y los arroyuelos que los riegan. Por un mismo camino de hierro, transitan dos trenes, viendo los que van arriba a los que cruzan abajo, pues dan mil vueltas por estas montañas. La vía carretera es muy buena, y pasa una cadena, no interrumpida, de coches, diligencias y gente de a pie y de a caballo; el panorama es tan variado como hermoso. Hay veintidós túneles muy bien construidos y algunos miden largo terreno; se suceden en corta interrupción, por lo que, a medio día, llevan luces los vagones. Cerca de Santander están las Caldas de Beraga [1] , sitio de aguas termales. Hay un gran número de fuentes, al borde del torrente, en su mismo origen y al pie de una pintoresca montaña. El establecimiento de Baños está cerca de la fuente, al otro lado del Beraga, al que atraviesa un puente de piedra. El hotel, así como un convento de Franciscanos65 y una hospedería, que éstos tienen para alojar a los pobres enfermos, que van a tomar las aguas, está bastante bien. El aspecto general es muy agradable; verdes praderas, campos cultivados, montes espesos, árboles frutales, sobre todo, nogales y castaños; jardines, rebaños numerosos y bonitas villas. 54 Hay un error claro en esta primera frase. Debe decir: "A las ocho de la tarde tomamos el tren que parte hasta Aguilar". Los viajeros llegaron a Madrid el 30 de junio, procedentes de Badajoz. Salieron de Madrid al día siguiente, 1 de julio, por la tarde. Llegaron a Aguilar el día 2 (no el día 1); y al día siguiente, domingo día 3 (no día 2 como pone el texto original), llegaron a Verdeña. A partir del día 4 se recupera la exactitud de la cronología. Las confusiones de las primeras fechas pueden deberse a que la autora, entre el día 30 de junio y el día 1 de julio, utiliza una fecha inexistente: "Junio 31. Continuamos nuestro camino, sin que ocurriese cosa notable" (Apuntes, 64). 55 Se refiere al día 5 de julio. Sin embargo, los relatos que siguen a continuación no están datados con fechas. La autora no se ajusta a la secuencia del diario, sino que escribe sus narraciones etnográficas y costumbristas, entreveradas a veces con anécdotas personales, pero sin adscribirlas a una fecha precisa. Solamente puede precisarse "el primer domingo que pasamos aquí (el 10 de julio). Otros datos temporales son imprecisos: (hoy, el domingo pasado, un domingo, ayer). El día 21 de agosto reanuda la datación y el ritmo del diario. 56 Camasobres. 57 Santa María de Redondo 58 Lores 59 Areños 60 10 de Julio 61 Quiere decir Lores. En 1874 tenía 309 habitantes. Le superaban Redondo (S. Juan y Sta. María) con 505, y le seguía S. Salvador con 245. 62 Las rocas que llama Aceiteras son las agujas gemelas llamadas las Peñas del Moro. Actualmente las ruinas del convento han quedado reducidas a tramos de piedras informes entre la maleza. La frase en la que se alude al convento es un inciso incrustado en el relato de la excursión a Castro Pintado. 63 El paraje que Isabel llama Castro Pintado se denomina hoy Ribero Pintado. Se llega siguiendo el arroyo Lombatero, que desemboca en el Pisuerga descendiendo del norte. [1] Por Besaya. El error que se repite cuando vuelve a nombrarlo. 65 El convento no era de franciscanos, sino de dominicos,
antes de la desamortización, y desde
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Estuve en la Pernía. Todos los días me levantaba antes de que saliera el sol para disfrutar inimaginables amaneceres. Me iba a caminar por los bosques, valles, quebradas y montañas. Al caminar, la vista descansa, los brazos oscilan, el cuerpo se mueve, respiro aire puro, bebo el agua fresca de las fuentes tan abundantes y tan limpias. A veces camino sin rumbo determinado, camino por caminar, por sentirme vivo, por vivificar el organismo, por ser libre. Y en mis pensamientos sueño con un mundo:
Sin violencia (sin guerra, terror, tortura, exclavitud, opresión,
persecución...)
Sin injusticias (sin sistemas que explotan, que originan miseria, hambre,
dependencia, enfermedad, muerte...)
Sin codicia (sin afán de tener y consumir y el estrés que
genera la insatisfacción, sin competitividad humana...)
Tolerante (sin racismo, odio, fanatismo, incomprensiones...)
Moral (sin desencanto, duda, relativismo, vacío interior, despreocupación
del otro...)
Noviembre de 1999
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