Hitler y el Ejército rojo [1]
América ha reproducido el
capitalismo europeo a una escala gigantesca, pero ha reproducido el socialismo europeo
sólo a una escala insignificante. La socialdemocracia americana nunca ha sido
otra cosa que una caricatura de la socialdemocracia europea. Esta «ley del
desarrollo desigual» ha conservado toda su fuerza en lo que se refiere al
estalinismo. El PCUSA es más débil que cualquiera de los partidos europeos,
empero la burocracia estalinista de América ha llevado a cabo todos los zigzags
y todos los errores con una exageración extraordinaria.
Hace un año y medio, los
estalinistas pensaban que un ataque del Japón a la URSS era cuestión de días, y
sobre este «pronóstico», dictado por la prensa burguesa, intentaron basar toda
su política. Nosotros, por el contrario., afirmamos que, en tanto no se hubiese
asimilado Manchuria, el peligro de un ataque del Japón era absolutamente
improbable. Los estalinistas americanos nos acusaron, en relación a esto, de
estar al servicio del estado mayor japonés. En general, estos señores sacan sus
argumentos de cloacas y desagües.
Más adelante afirmamos que el
peligro de una victoria fascista en Alemania ‑peligro para la revolución
mundial y, sobre todo, para la Unión Soviética‑ era más real e inminente
que el peligro de una intervención japonesa. Los estalinistas europeos gritaron
que éramos «presa del pánico». Los estalinistas americanos, más descaradamente,
declararon que pretendíamos conscientemente distraer la atención del
proletariado mundial del peligro inminente al Este, de la Unión Soviética. Los
acontecimientos trajeron su comprobación. Durante un año y medio, la «inminente»
agresión japonesa no ha tenido lugar. (Evidentemente, esto no significa que el
peligro de intervención japonesa no exista en general.) Durante
este tiempo, Hitler ha llegado al poder y, con unos cuantos golpes, ha
destruido al principal aliado de la URSS, el partido comunista alemán,
debilitado de antemano por los embustes y la falsedad del estalinismo.
Hace un año y medio, escribíamos
que el Ejército Rojo, en su mayor parte, tenía que volver la cara hacia
Occidente para considerar la posibilidad de aplastar al fascismo antes de que
éste destruyese al proletariado alemán y se uniese con el imperialismo europeo
y mundial. Como respuesta, los estalinistas americanos, los más estúpidos e
insolentes de todos, afirmaron que queríamos arrastrar a la URSS a la guerra,
interrumpir su reconstrucción y asegurar la victoria del imperialismo. La
antigua fábula dice que no hay nada más peligroso que un amigo ignorante.
Llamar a acciones militares contra Japón mientras no había y no podía haber un
peligro inmediato en esa dirección significaba distraer del peligro real del
fascismo. Evidentemente, los estalinistas llevaron a cabo esta tarea no porque
desearan la victoria de Hitler, sino por ceguera política. Al mismo tiempo,
hemos de ser justos con ellos: si hubiesen deseado la victoria de Hitler no
podían haber actuado de otra manera a como lo hicieron. Ahora que Hitler está
en el poder, y toda su política le obliga a preparar un golpe hacia el Este
(¡las revelaciones del programa polaco‑ucraniano de Góering son lo bastante
elocuentes!), los estalinistas dicen: quienquiera piense en llamar al Ejército
rojo perjudica la construcción socialista. Pero, incluso dejando de lado la
cuestión de la ayuda al proletariado alemán, queda la cuestión de la defensa de
la construcción socialista frente al fascismo alemán, las tropas de choque del
imperialismo mundial. ¿Niegan los estalinistas este peligro? Lo más que pueden
decir es que Hitler no es todavía, en la actualidad, capaz de llevar a cabo una
guerra. Eso es cierto, y ya lo dijimos hace tiempo. Pero si Hitler, incapaz hoy
de llevar a cabo una guerra, puede hacerlo mañana ‑y él no podrá evitarlo‑
¿no exige una estrategia correcta impedir que Hítler prepare su golpe, es
decir, que los obreros alemanes se zafen de Hitler antes de que Hitler se zafe
de los obreros alemanes? Los marxistas se han burlado a menudo del cretinismo
parlamentario, pero el cretinismo koljoziano no es mejor. No se puede sembrar
grano ni plantar coles con la espalda vuelta hacia Occidente, del que, por primera
vez desde 1918, proviene la mayor amenaza, que puede ser un peligro mortal si
no se paraliza a tiempo.
¿O tal vez han asimilado los
estalinistas la sabiduría pacifista de que la única guerra permisible es la
«puramente defensiva»? Que Hitler nos ataque primero, luego nos defenderemos.
Este fue siempre el razonamiento de la socialdemocracia alemana: que primero
ataquen los nacionalsocialistas abiertamente la constitución, ah, luego... etc.
No obstante, cuando Hitler atacó abiertamente la constitución, ya era demasiado
tarde para defenderla.
Quien no vence al enemigo cuando
éste todavía es débil; quien le deja pasivamente fortalecerse y reforzarse,
proteger su retaguardia, crear un ejército propio, recibir apoyo del exterior,
asegurarse aliados; quien deja al enemigo completa libertad de iniciativa: ése
es un traidor, incluso si los motivos de su traición no son prestar servicio al
imperialismo, sino la debilidad pequeñoburguesa y la ceguera política.
La «justificación » de una
política de espera y evasión en estas condiciones sólo puede ser la debilidad.
Este es un argumento muy serio, pero hemos de darnos clara cuenta de ello.
Tenemos que decir: las Políticas Estalinistas en la URSS han desorganizado tan
completamente la economía y las relaciones entre el proletariado y el
campesinado, han debilitado tan pésimamente al partido, que en la actualidad no
existen las premisas necesarias para una política exterior activa.
Tomamos en consideración la fuerza de este
argumento. Sabemos que las consecuencias de una política errónea se transforman
en obstáculos objetivos en el camino. Contamos con esos obstáculos; no
defendemos una aventura. Pero extraemos la conclusión: es necesario un cambio
fundamental en la política, los métodos, la dirección del partido, para asegurar
al Estado soviético, además de otras cosas, una capacidad defensiva real y, en
el terreno internacional, libertad de iniciativa.
[1] Escrito el 21 de marzo de 1933, fue publicado por vez primera en el Biulleten Oppózittsii, n.º 34, mayo de 1933.