Los consejos de fábrica y el control obrero de la producción[1]
Queridos camaradas:
Rechazan ustedes la consigna de
control obrero sobre la producción en general y los intentos de lograrlo por
medio de los consejos de fábrica en particular. Su principal razón es la
afirmación de que los «consejos de fábrica legales» son inadecuados para este
propósito. En ninguna parte de mi artículo hablaba yo de los consejos de
fábrica «legales». No solo eso: señalaba de modo suficientemente inequívoco que
los consejos de fábrica solamente pueden convertirse en órganos de control
obrero partiendo de la premisa de una presión tal por parte de las masas que la
dualidad de poder en las fábricas y en el país esté ya parcialmente en
preparación y parcialmente establecida. Está claro que esto tiene tan pocas
posibilidades de ocurrir bajo la ley existente sobre consejos de fábrica como
la revolución de tener lugar en el marco de la Constitución de Weimar.
Y sólo los anarquistas pueden
sacar de esto la conclusión de que es impermisible explotar tanto la
constitución de Weimar como la ley sobre los consejos de fábrica. Es necesario
explotar tanto la una como la otra. Pero en forma revolucionaria. Los consejos
de fábrica no son lo que la ley hace de ellos, sino lo que los trabajadores
hacen de ellos. A partir de un momento determinado, los trabajadores «dislocan»
el marco de la ley o lo echan abajo, o simplemente lo desprecian en su
totalidad. Precisamente en eso consiste la transición a una situación puramente
revolucionaria. Por ahora, esta transición está todavía por delante de
nosotros, no detrás. Debe ser preparada.
Que se vaya a encontrar muy a
menudo a carreristas, fascistas y socialdemócratas en los consejos de fábrica
no dice nada en contra de su utilización, sino que prueba simplemente la
debilidad del partido revolucionario. Mientras los trabajadores toleren a
semejantes delegados en los consejos de fábrica, no serán capaces de hacer la
revolución. Apartado de los trabajadores, el partido no puede hacerse más
fuerte, porque la arena más importante de la actividad de los trabajadores es
la fábrica.
Pero -contestarán ustedes- en
Alemania están los miles de parados. No lo menospreciaba. Pero, ¿que conclusión
se puede sacar de ello? ¿Descuidar enteramente a los trabajadores ocupados y
poner todas las esperanzas en los parados? Esa sería una táctica puramente
anarquista. Naturalmente, los parados constituyen un poderoso factor
revolucionario, particularmente en Alemania. Pero no como un ejército
proletario independiente, sino más bien como el ala izquierda de ese ejército.
El núcleo fundamental de los obreros se encontrará siempre en las fábricas. Es
por esto que el problema de los consejos de fábrica continúa presente con toda
su agudeza.
Es más, incluso para los parados
no es en absoluto indiferente qué ocurre en las empresas y en el proceso de
producción en su conjunto. Los parados deben ser incluidos sin reservas en el
control de la producción. Hay que encontrar las formas organizativas para ello.
Resultarán de la misma lucha práctica. Naturalmente, todo esto no tendrá lugar
en el marco de las leyes existentes. Pero hay que encontrar formas que abarquen
tanto a los parados como a los que tienen empleo. La debilidad y la pasividad
propias no pueden ser justificadas por referencia a la existencia de parados.
Dicen ustedes que los
brandlerianos están a favor del control obrero y los consejos de fábrica. Por
desgracia, hace tiempo que he dejado de seguir sus publicaciones, debido a la
falta de tiempo. No sé cómo plantean la cuestión. Es bastante probable que
tampoco aquí se hayan desembarazado del espíritu de oportunismo y filisteísmo.
¿Pero es que la posición de los brandlerianos puede, siquiera en un sentido negativo, tener una
importancia decisiva para nosotros? Los brandlerianos aprendieron algo en el
III congreso de la Comintern. Distorsionan los métodos bolcheviques de la lucha
por las masas en su aplicación o propagación. ¿Realmente debemos, por esta
razón, abandonar estos métodos?
Como puedo colegir de su carta,
están ustedes también en contra del trabajo en los sindicatos y la
participación en el parlamento. Si es así,
entonces nos separa un abismo a unos de otros. Yo soy marxista, no
bakuninista. Yo me baso en la realidad de la sociedad burguesa de cara a
encontrar en ella las fuerzas y las palancas con que derrocarla.
A los consejos de fábrica, los
sindicatos y el parlamento contraponen ustedes...
los soviets. En relación con esto, los alemanes tienen un dicho excelente: «Schon ist in Zylinderhut wenn man ihn
besitzen tut.» (Efectivamente, un sombrero de seda es algo muy bonito,
siempre que sea mío.). No solamente no tienen ustedes soviets, ni siquiera
tienen un puente hacia ellos, ni siquiera una carretera hasta el puente, ni tan
siquiera un camino a la carretera. Die
Aktion ha transformado los soviets en un fetiche, en un espectro
suprasocial, en un mito religioso. La mitología sirve al pueblo para esconder
su propia debilidad o al menos para consolarse. «Como somos impotentes frente a
la muerte, como no podemos hacer nada en las fábricas, entonces... entonces,
como recompensa por ello, nos elevamos a una altura tal que los soviets caen
del cielo para ayudarnos.» Ahí está toda la filosofía de los ultraizquierdistas
alemanes.
No. Con esta política yo no
tengo nada en común. Nuestras diferencias de opinión no se limitan en absoluto
a la ley alemana sobre los consejos de fábrica. Se refieren a las leyes
marxistas de la revolución proletaria.
Alemania,
clave de la situación
[1] A consecuencia de la carta escrita el 20 de agosto, Trotsky respondió, el 12 de septiembre en su articulo «Gegen der Wídersacher der Losung der Produktion» («Contra los adversarios de la consigna del [control obrero de la] producción»), publicado por vez primera en The Militant, 21 de noviembre de 1931, bajo el titulo de «Los consejos de fábrica y el control obrero de la producción».