CAPÍTULO I

 

LO OBTENIDO

 

Los principales índices de desarrollo industrial

 

La insignificancia de la burguesía rusa hizo que los objetivos democráticos de la Rusia retrasada, tales como la liquidación de la monarquía y de una servidumbre de campesinos semisiervos, no pudieran alcanzarse sino por la dictadura del proletariado. Pero, habiendo conquistad o el poder a la cabeza de las masas campesinas, el proletariado no pudo limitarse a realizaciones democráticas. La revolución burguesa se confundió inmediatamente con la primera fase de la revolución socialista; y esto no sucedió por razones fortuitas. La historia de las últimas décadas atestigua con particular fuerza que, en las condiciones de la decadencia del capitalismo, los países atrasados no llegan a alcanzar el nivel de las antiguas metrópolis del capital. Los civilizadores, sin otra salida, obstruyen el camino a los que se civilizan. Rusia entró en la vía de la revolución proletaria no porque su economía era la más madura para la transformación socialista, sino porque esta economía no podía ya desarrollarse sobre bases capitalistas. La socialización de los medios de producción se había hecho, antes que todo, la condición necesaria para sacar al país de la barbarie: tal es la ley del desarrollo combinado de los países atrasados. Entrando en la revolución socialista como “el eslabón más débil de la cadena capitalista” (Lenin), el antiguo imperio de los zares debe todavía ahora, diecinueve años después d e la revolución, “alcanzar y sobrepasar” lo que quiere decir, alcanzar,  antes que otra cosa, a Europa y América; en otros términos, resolver los problemas de la producción y de la técnica que el capitalismo avanzado ha resuelto hace largo tiempo.

¿Podría ser de otro modo? La subversión de las viejas clases dominantes, lejos de resolver el problema, no hizo sino ponerlo de manifiesto: había que pasar de la barbarie a la cultura. La revolución permitió concentrar la propiedad de los medios de producción entre las manos del Estado, aplicar nuevos métodos económicos de una eficacia mucho mayor. Solamente gracias a la dirección de un plan único, se puede reconstruir en poco tiempo lo que se había destruido durante la guerra imperialista y la guerra civil, y crear nuevas empresas grandiosas, nuevas industrias, ramas industriales enteras.

La extremada lentitud de la revolución internacional, con la cual contaban a breve plazo los jefes del partido bolchevique, junto con suscitar a la URSS enormes dificultades, hizo resaltar sus recursos interiore y sus posibilidades excepcionalmente extensas. La apreciación justa de los resultados obtenidos, de su grandeza como de su insuficiencia, no es posible sino a escalas internacionales. El método con el cual procedemos es la interpretación histórica y sociológica y no la acumulación de ilustraciones estadísticas. No obstante, tomaremos como punto de partida algunas de las cifras más importantes.

La amplitud de la industrialización de la URSS en medio del estancamiento y la decadencia de casi todo el universo capitalista surge de los dices globales siguientes. La producción industrial de Alemania no vuelve en este momento a su nivel de 1929 sino gracias a la fiebre e los armamentos. En el mismo lapso, la producción de Gran Bretaña no ha aumentado, con ayuda del proteccionismo, sino de 3% a 4%. La producción industrial de los Estados Unidos ha bajado alrededor de 25%, la de Francia más de 30%. El Japón, en su frenesí de armamentos y pillajes se coloca, por sus éxitos, en la primera fila de los países capitalistas: su producción ha aumentado cerca de un 40%. Pero este índice excepcional palidece, aún, ante la dinámica del desarrollo de la URSS, cuya producción industrial ha crecido en el mismo lapso 3’5 veces, lo que significa un aumento de 250%. En los diez Últimos años (1925‑1935), la industria pesada soviética ha más que decuplicado, su producción. En el primer año del primer plan quinquenal, las inversiones de capitales se elevaron a 5.400 millones de rubios; en 1936 deben ser de 32.000 millones.

Si, teniendo en cuenta la inestabilidad del rublo como unidad de medida, abandonamos las apreciaciones financieras, se imponen a nosotros los índices más irrefutables. En diciembre de 1913, la cuenca de Donetz dio 2.275 toneladas de hulla; en diciembre de 1935, 7.125 toneladas. En el transcurso de los tres últimos años, la producción de hierro fundido ha aumentado dos veces; la del acero y aceros laminados, cerca de 2,5 veces. En comparación con la época anterior a la guerra la extracción de nafta, de hulla y de mineral de hierro ha aumentado 3 veces ó 3,5 veces. En 1920, al concertarse el primer plan de electrificación, el país tenía 10 estaciones locales de una potencia total de 253.000 kilovatios. En 1935, había ya 95 centrales locales de una potencia total de 4.345.000 kilovatios. En 1925 la URSS tenía el undécimo lugar en el mundo con respecto a la producción de energía eléctrica; en 1935, no cede sino ante Alemania y los Estados Unidos. En la extracción de la hulla, la URSS ha pasado del décimo lugar al cuarto. En la producción de acero, del sexto al tercero. En la producción de tractores tiene el primer lugar en el mundo, así como en la producción de azúcar.

Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo lleno de promesas del desarrollo de la agricultura, el crecimiento extraordinario, de las antiguas ciudades industriales, la creación de otras nuevas, el rápido aumento del número de obreros, la elevación del nivel cultural. y de las necesidades, tales son los resultados incontestables de la Revolución de Octubre en la cual los profetas del viejo mundo quisieron ver la tumba de la civilización. Ya no cabe discutir con los señores economistas burgueses: el socialismo ha demostrado su derecho a la victoria no en las páginas de El Capital sino en una arena económica que forma la sexta parte de la superficie del globo; no en el lengu aje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun si la URSS sucumbiese bajo los golpes asestados desde el exterior o por las faltas de sus dirigentes (lo que, firmemente esperamos, no habrá de suceder) quedaría para el porvenir este hecho indestructible: que la revolución proletaria ha permitido a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia.

Así se cierra el debate con los reformistas en el movimiento obrero. ¿Se puede, ni por un momento, comparar su agitación de ratas a la obra titánica de un pueblo que surgió a una nueva vida por la revolución?

Si en 1918 la socialdemocracia alemana hubiese sabido aprovechar el poder que los obreros le imponían para realizar la revolución socialista y no para salvar el capitalismo, no es difícil de concebir, fundándose en el ejemplo ruso, qué invencible potencia económica sería hoy la del bloque socialista de la Europa Central y Oriental y de una parte considerable del Asia. Los pueblos del mundo tendrán todavía que pagar con nuevas guerras y con nuevas revoluciones los crímenes históricos del reformismo.

 

 

Apreciaciones comparativas de los resultados

 

Los coeficientes dinámicos de la industria soviética no tienen precedente. Pero, ni hoy ni mañana resolverán la cuestión. La URSS sube partiendo de un nivel espantosamente bajo, mientras los países capitalista lo hacen de un nivel muy elevado. La relación de las fuerzas actuales está determinada no por la dinámica de crecimiento, sino por la oposición de la potencia total de los dos adversarios, tal como se expresa en las reservas materiales, la técnica, la cultura y, ante todo, el rendimiento del trabajo humano. Apenas se aborda el problema bajo este ángulo estático, la situación cambia con gran desventaja para la URSS.

La pregunta planteada por Lenin: “¿Quién triunfará”, es la de la proporción de las fuerzas entre la URSS y el proletariado revolucionario del mundo, por una parte, y las fuerzas interiores hostiles y el capitalismo mundial por la otra. Los éxitos económicos de la URSS le permiten afianzarse, progresar, armarse y, si es preciso, batirse en retirada y esperar; en una palabra, mantenerse. Pero en sí misma la pregunta de Lenin se plantea no sólo en sentido militar sino en el sentido económico ante la URSS. La intervención armada es peligrosa. La intervención de las mercancías a bajo precio, siguiendo a los ejércitos capitalistas, sería mucho más peligrosa. La victoria del proletariado en un país en Occidente traería, se comprende, inmediatamente, un cambio radical en la proporción de las fuerzas. Pero en tanto que la URSS permanece aislada; peor aún, mientras el proletariado europeo va de derrota en derrota y retrocede, la fuerza del régimen soviético se mide en definitiva por el rendimiento del trabajo que, en la producción de mercancías, se expresa por los precios de costo y de venta. La diferencia entre los precios interiores y los del mercado mundial constituye uno de los índices más importantes de la proporción de las fuerzas. Pues bien, está prohibido a la estadística soviética tocar esta cuestión. Y es porque, a despecho de su marasmo y de su estancamiento, el capitalismo guarda todavía una enorme superioridad en la técnica y la organización y cultura del trabajo.

Es suficientemente conocido el estado tradicionalmente atrasado de la agricultura soviética. En ninguna de sus ramas, se han alcanzado éxitos comparables a los obtenidos en la industria. "Estamos todavía muy atrasados (deploraba Molotov a fines de 1935) con relación a los países capitalistas en cuanto al rendimiento de nuestros cultivos de remolacha". En 1934 se obtuvieron en la URSS 82 quintales por hectárea; en 1935, en Ucrania, 131 quintales en una cosecha excepcional. En Checoslovaquia y en Alemania la hectárea da cerca de 250 quintales, en Francia más de 300. Las quejas de Molotov pueden extenderse sin exageración a todas las ramas de la agricultura, ya se trate de cultivos técnicos o de cereales y, aun más, de crianzas de animales. Cultivos alternativos bien concebidos, selección de semillas, empleo de abonos, de tractores, de herramientas agrícolas perfeccionadas, la crianza de ganado de raza, todo esto prepara en verdad una inmensa revolución en la agricultura socializada. Pero, justamente en este dominio, uno de los más conservadores, la revolución necesita más tiempo. Por el momento, el objetivo es, a pesar de la colectivización, acercarse a los modelos superiores del Occidente capitalista, con sus pequeñas granjas individuales.

La lucha en pro del rendimiento del trabajo en la industria se persigue por dos caminos: asimilación de la técnica avanzada y mejor utilización de la mano de obra. La posibilidad de construir en pocos años vastas fábricas del tipo más moderno estaba asegurada por un lado por la alta técnica del Occidente capitalista y, por otro, por el régimen del plan. En este dominio asistimos a la asimilación de las conquistas del prójimo. El hecho de que la industria soviética y aun que el equipo del Ejército Rojo hayan experimentado un rápido crecimiento implica enormes ventajas potenciales. La economía no está obligada a llevar consigo al antiguo utillaje, como es el caso en Francia o en Inglaterra, ni el ejército a usar armamentos viejos. Pero este afiebrado crecimiento tiene sus aspectos negativos: los diversos elementos de la economía no se armonizan: los hombres están en atraso con relación a la técnica; la dirección está por debajo de su tarea. El total se manifiesta ahora por los precios de costo muy elevados para una producción de baja calidad.

"Nuestros pozos" ‑escribe el dirigente de la industria petrolera- disponen del mismo material que los norteamericanos, pero la organización de la perforación está atrasada, los cuadros no están suficientemente cualificados". El gran número de accidentes se explica por 1a negligencia, la incapacidad y la insuficiencia de la vigilancia técnica". Molotov se queja de que: "Estamos muy atrasados en cuanto a la organización de lo talleres de construcción... Muy a menudo se contentan con la rutina, tratando de manera escandalosa las herramientas y las máquinas". Confesiones como éstas se encuentran en toda la prensa soviética. L técnica moderna está lejos de dar en la URSS los mismos resultados que en su patria capitalista.

Los éxitos globales de la industria pesada constituyen una conquista inapreciable: no se puede construir sino sobre estos fundamentos; pero es en la producción de los detalles más finos donde una economía moderna da sus pruebas. A este respecto la URSS está todavía muy atrás.

Los resultados más serios, no sólo cuantitativos sino cualitativos, se han obtenido seguramente en la industria militar; el ejército y la flota son los clientes más influyentes y los más exigentes. Los dirigentes de los servicios del ejército, comprendiendo a Vorochilov, no dejan, sin embargo, de deplorar en sus discursos "que no siempre estemos ampliamente satisfechos de la calidad de la producción que dais al Ejército Rojo". Sin trabajo se adivina la inquietud en estas prudentes palabras.

"La construcción de máquinas" ‑nos dice el jefe de la industria pesada en un informe oficial‑ debe ser de buena calidad, lo que no es desgraciadamente el caso..." Más adelante: "La máquina cuesta cara entre nosotros". Como siempre, el informante se abstiene de suministrar datos comparativos precisos con respecto a la producción mundial.

El tractor es el orgullo de la industria soviética. Pero el coeficiente de utilización de los tractores es muy bajo. Durante el último ejercicio económico, el 81% de los tractores tuvieron que sufrir reparaciones capitales y buen número de máquinas se encontraron fuera de uso en lo mejor del trabajo de los campos. Según ciertos cálculos, las Estaciones de Máquinas y Tractores no cubrirán sus gastos sino con cosechas de 20 a 22 quintales de granos la hectárea. Ahora que el rendimiento medio de la hectárea no alcanza a la mitad de esta cifra, el Estado está obligado a cubrir déficits que se elevan a miles de millones.

La situación de los transportes automóviles es aún peor. Un camión recorre en Estados Unidos 60.000, 80.000 y aun 100.000 km. por año; en Rusia no recorre sino 20.000, tres o cuatro veces menos. De cien máquinas, cincuenta y cinco marchan, las otras están en reparaciones o en espera de reparaciones. El costo de las reparaciones sobrepasa dos veces el costo total de la producción de nuevas máquinas. No es extraño que, según la opinión de la Comisión gubernamental de control, "el transporte automóvil sea, por el precio de costo de la producción, una carga excepcionalmente pesada".

El aumento de la capacidad de transporte de los ferrocarriles va acompañado, según el Presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo, "de un gran número de accidentes y de descarrilamientos". La causa esencial no varía y es la mediocre cultura del trabajo heredada del pasado. La lucha por el mantenimiento conveniente de los ferrocarriles llega a ser una especie de hazaña heroica cuya relación hacen al Kremlin los guarda‑agujas recompensados, ante los más altos representantes del poder. A pesar del aporte de los últimos años, el transporte marítimo está muy atrasado con respecto a los ferrocarriles. Periódicamente se encuentran en los diarios comentarios sobre el "trabajo deplorable de los transportes marítimos, la calidad “increíblemente baja de las reparaciones de la flota”, etc.

En las ramas de la industria ligera, la situación es menos favorable aún que en la industria pesada. Se puede formular así para la industria soviética, una ley particularísima: los productos son en regla general tanto más malos cuanto más cerca están del consumidor. En la industria textil, si creemos a la Pravda, "el porcentaje de mala fabricación es vergonzoso; el surtido, pobre; la baja calidad prevalece". Las quejas concernientes a la mala calidad de los artículos de primera necesidad se ven periódicamente en la prensa soviética: "la hojalatería está trabajada torpemente", “los muebles son feos, mal clavados, sin terminar”; “no se pueden encontrar botones pasables”, “los establecimientos de alimentación pública trabajan de una manera completamente lamentable”, etc., etc.

Caracterizar los éxitos de la industrialización sólo por índices cuantitativos, es casi como querer definir la anatomía de un hombre sólo por su tamaño, sin indicar la amplitud del pecho. Una estimación más justa de la dinámica de la economía soviética exige, por otra parte, al mismo tiempo que el correctivo sobre la calidad, tener siempre presente el hecho de que los rápidos éxitos en un dominio van acompañados de demoras en otros. La creación de vastas fábricas de automóviles por una parte; por la otra, la insuficiencia y el abandono de la red d carreteras. "El abandono de nuestros caminos es extraordinario" -atestigua Izvestia - "no se puede ir a más de diez kilómetros por hora en el importante camino de Moscú‑Yaroslav". El Presidente de la Comisión del Plan afirma que el país conserva todavía la tradición de los "siglos sin caminos".

La economía municipal está en un estado análogo. Nuevas ciudades .industriales se crean en poco tiempo, mientras que decenas de antiguas caen en el abandono más completo. Las capitales y las ciudades industriales crecen y se embellecen, se ve levantarse aquí y allá costosos clubes, pero la crisis de los alojamientos es intolerable; es lo corriente, las habitaciones todas descuidadas. “Construimos mal y caro, el conjunto de las habitaciones se deteriora y no se mantiene, hacemos pocas reparaciones y mal” (Izvestia).

Estas desproporciones son las de toda la economía. En cierto modo son inevitables puesto que ha sido necesario, y lo es todavía, comenzar por los sectores más importantes. No es menos cierto que el estado atrasado de ciertos sectores disminuye en mucho la eficacia del trabajo de otros. Si nos representamos una economía dirigida ideal, asegurando no el ritmo más rápido del desarrollo de ciertas ramas, sino los resultados más grandes para la economía entera, el coeficiente estadístico de crecimiento será menor en el primer período, pero la economía entera y el consumidor ganarán. En consecuencia, la dinámica general de la economía ganará también.

En la estadística oficial, la producción y la reparación de automóviles se suman para formar un total de producción industrial; desde el punto de vista de la eficacia económica, más valdría aquí proceder por sustracción que por adición. Esta observación concierne también a otras industrias. Es por esto que todas las evaluaciones globales en rublos no tienen sino un valor relativo; no se sabe lo que es el rublo y no se sabe siempre si detrás de él se oculta la fabricación o la rotura prematura de una máquina. Si, evaluada en rublos "estables", la producción global de la industria pesada se ha sextuplicado con relación a antes e la guerra, la extracción del petróleo y de hulla, como la producción de hierro fundido expresada en toneladas, no han aumentado sino tres o tres veces y media. La causa principal de esta discordancia está e que la industria soviética ha creado nuevas ramas, desconocidas de la Rusia de los zares. Pero hay que buscar una causa complementaria en la manipulación tendenciosa de las estadísticas. Es sabido que toda burocracia experimenta la necesidad orgánica de disimular la realidad.

 

 

Por  habitante

 

El rendimiento individual medio del trabajo es todavía muy bajo en la URSS. En la mejor fábrica metalúrgica, la producción de hierro fundido y de acero por obrero es, según el director, tres veces inferior al promedio de los EE.UU. La comparación del término medio entre los dos países daría probablemente una proporción de uno a cinco o más baja. En estas condiciones, la afirmación según la cual los altos hornos de la URSS son mejor utilizados que los de los países capitalistas, está desprovista de sentido por el momento; la técnica no tiene otro objeto que economizar el trabajo del hombre. En la industria forestal la construcción, el estado de cosas es peor todavía que en la metalurgia. La producción de un obrero es de 5.000 toneladas en los EE.UU. . por año y de 500 toneladas, o sea diez veces menos, en la URSS. Una diferencia tan impresionante se explica, más que por la insuficiencia de la formación profesional de los obreros, por la mala organización del trabajo. La burocracia aguijonea con todas sus fuerzas a los obreros, pero no sabe sacar un justo partido de la mano de obra. se comprende que la agricultura en este respecto está peor coloca a que la industria. Al débil rendimiento del trabajo corresponde una renta nacional débil y, en consecuencia, un bajo nivel de existencia de las masas populares.

Cuando se nos dice que la URSS tomará en 1936 el primer lugar en Europa por la producción industrial (éxito enorme en sí mismo), se descuida no solamente la calidad y el precio de costo, sino también la cifra de la población. Pues bien, el nivel de desarrollo general del país y, más particularmente, la condición material de las masas, no pueden determinarse, a grandes rasgos, sino dividiendo la producción por el número de consumidores. Tratemos de efectuar esta simple operación aritmética.

El papel de los ferrocarriles en la economía, la vida cultural y la guerra o tiene necesidad de demostrarse. La URSS dispone de 83.000 Km. de vías, contra 58.000 en Alemania, 63.000 en Francia, 417.000 en los EE.UU. Esto significa que hay para 10.000 habitantes 8,5 km. de vías en Alemania, 15,2 en Francia, 33,1 en los EE.UU., 5 en la URS . En cuanto a los ferrocarriles, la URSS permanece en uno de los últi os lugares en el mundo civilizado. La flota mercante, que se ha triplicado en el transcurso de los últimos cinco años, está ahora casi a la altura de las de España y Dinamarca. Agreguemos a todo esto la falta de caminos. En 1935, la URSS ha producido 0,6 automóviles por 1.000 habitantes; Gran Bretaña ha producido (en 1934) casi 8 por el mismo número de habitantes; Francia 4,5; los EE.UU. 23 (contra 36,5 en 1928).

Y la URSS no sobrepasa, a pesar del estado extremadamente atrasado de sus ferrocarriles y de sus transportes fluviales y automóviles, ni a. Francia ni a los EE.UU. en cuanto a la proporción de caballos (1 caballo por cada 10 ‑ 11 habitantes) siendo, al contrario, muy inferior la calidad de sus bestias.

Los índices comparativos siguen desfavorables en la industria pesada que es la que, sin embargo, ha obtenido los éxitos más notables. La extracción de hulla ha sido en 1935 de cerca de 0,7 toneladas por habitante ; en Gran Bretaña se ha elevado a cerca de cinco toneladas; en los EE.UU. a cerca de tres toneladas (contra 5,4 en 1913); en Alemania a cerca de dos toneladas. Acero: URSS cerca de 67 kilogramos por habitante; EE.UU. cerca de 250. Las proporciones son análogas para el hierro fundido y los aceros laminados. Energía eléctrica, 153 kilovatios‑hora por habitante en la URSS en 1935; en Gran Bretaña 443 (1934), en Francia 363; en Alemania, 472.

Como regla general los mismos índices son más bajos todavía en la industria ligera. Se ha fabricado en 1935 menos de cincuenta centímetros de tejido de lana por habitante, ocho a diez veces menos que en los EE.UU. o en Gran Bretaña. Los paños no son accesibles sino a los ciudadanos soviéticos privilegiados. Las masas deben contentarse con indianas, fabricadas a razón de dieciséis metros por persona y empleadas como antaño, aún para la ropa de invierno. La industria de calzado suministra actualmente en la URSS 0,5 pares de calzado por año y por habitante (en Alemania más de un par, en Francia 1,5 par, en los EE.UU. cerca de tres pares) y no tomamos en cuenta el índice de calidad, que agravaría la diferencia. Se puede admitir con seguridad que el porcentaje de personas que poseen varios pares de calzado es sensiblemente más elevado en los países capitalistas que en la URSS . Por desgracia, la URSS ocupa todavía uno de los primeros lugares en cuanto al porcentaje de gente descalza.

Las proporciones son las mismas, y parcialmente más desventajosas, en lo que concierne a los productos alimenticios, a despecho de los éxitos incontestables obtenidos en los últimos años; las conservas, el salchichón, el queso, para no hablar de las galletas y los bombones, permanecen por ahora inaccesibles a la gran mayoría de la población. La situación es igualmente mala en cuanto a los productos lácteos. En Francia y en los EE.UU. hay casi una vaca por cada cinco habitantes, en Alemania por cada seis, en la URSS por cada ocho; y dos vacas soviéticas valen por una en cuanto a la producción de leche. Sólo en lo que se refiere a la producción de cereales, de centeno sobre todo, y también de las patatas, la URSS, considerado el rendimiento por habitante, sobrepasa sensiblemente a la mayor parte de los países de Europa y los EE.UU. ¡Pero, el pan de centeno y la patata, considerados como principales alimentos de la población, constituyen el índice clásico de la indigencia!

El consumo de papel es uno de los índices culturales más importantes . En 1935, se han fabricado en la URSS menos de cuatro kilos de papel , por habitante, en los EE.UU. más de treinta y cuatro kilos (contra 41 kilos en 1928), en Alemania más de 47 kilos. Si en los EE.UU. hay, por cada habitante, doce lápices por año, hay apenas cuatro en la URSS y de tan mala calidad que su trabajo no sobrepasa el de uno solo : el de dos a lo más. Los diarios se quejan a cada momento de, que la falta de alfabetos, de papel y de lápices paraliza el trabajo escolar. No es extraño, pues, que la liquidación del analfabetismo, calculada para el décimo aniversario de la Revolución de Octubre, esté aún lejana

Se puede aclarar esta cuestión, inspirándose en consideraciones más generales. La renta nacional por habitante es sensiblemente inferior la de los países occidentales. Y como las inversiones en la producción absorben cerca del 25% a 30%, es decir una fracción incomparablemente más grande que en ninguna otra parte, el fondo de consumo de, las masas populares no puede dejar de ser demasiado inferior a lo que es en los países capitalistas avanzados.

Es verdad que no hay en la URSS clases poseedoras cuya prodigalidad deba ser contrabalanceada por el subconsumo de las clases populares. El peso de esta observación es, sin embargo, menos importante de lo que puede parecer a primera vista. La tara principal del sistema capi alista no está en la prodigalidad de las clases poseedoras, por repugnante que sea en sí misma, sino en que, para garantizar su derecho al derroche, la burguesía mantiene la propiedad privada de los medios de producción y condena así a la economía a la anarquía y a la descomposición. La burguesía detenta evidentemente el monopolio del consumo de los artículos de lujo. Pero las clases laboriosas la superan, con mucho, en el consumo de los artículos de primera necesidad.

Veremos también más adelante que si no hay en la URSS clases poseedoras en el sentido propio de la palabra, existe una capa dirigente muy privilegiada que se apropia de la parte del león en el consumo. Y si la URSS produce menos artículos de primera necesidad por habitante que los países capitalistas avanzados, esto significa que la condición material de las masas está todavía por debajo del nivel del capitalismo.

La responsabilidad histórica de este estado de cosas incumbe, naturalmente, al pasado sombrío y duro de Rusia y a toda la miseria y la ignorancia heredada de él. No había otra salida hacia el progreso que la subversión del capitalismo. Para convencerse basta echar una mirada sobre los países bálticos y Polonia, que fueron antes las partes más desarrolladas del imperio y no salen aún del marasmo. El mérito imperecedero del régimen soviético está en su lucha áspera y generalmente eficaz contra una barbarie secular. Pero, la justa apreciación de los resultados es la primera condición del progreso ulterior.

El régimen soviético atraviesa actualmente una fase preparatoria en la cual importa, asimila, aprovecha las conquistas técnicas y culturales de Occidente. Los coeficientes relativos de la producción y del consumo atestiguan que esta fase preparatoria está muy lejos de cerrarse; aun en la hipótesis poco probable de un marasmo completo del capitalismo, esta fase debería durar todavía un período histórico completo. Tal es la primera conclusión, de suma importancia, a la cual llegamos y sobre la cual tendremos que volver todavía en el curso de este estudio.

 

 

Capítulo II