CAPÍTULO III
EL SOCIALISMO Y EL ESTADO
El régimen
transitorio
¿Es verdad, como afirman las autoridades oficiales, que el socialismo
ya se ha realizado en la URSS? Si la respuesta es negativa, los éxitos
adquiridos: ¿garantizan por lo menos la realización del socialismo en las
fronteras nacionales, independientemente del curso de los acontecimientos en el
resto del mundo? La apreciación crítica de los principales índices de la
economía soviética debe darnos un punto de partida para la búsqueda de una
respuesta justa. Pero no podemos omitir la observación teórica preliminar .
El marxismo considera el desarrollo de la técnica como el resorte
principal del progreso, y construye el programa comunista sobre la dinámica de
las fuerzas de producción. Suponiendo que una catástrofe cósmica destruya en un
porvenir más o menos próximo nuestro planeta, deberíamos renunciar por fuerza a
la perspectiva del comunismo como muchas otras cosas. Excepción hecha de este
peligro, problemático por el momento, no tenemos la menor razón científica para
asignar de antemano límites, cualesquiera que sean, a nuestras posibilidades
técnicas, industriales y culturales. El marxismo está profundamente penetrado
del optimismo del progreso, y eso basta, dicho sea de paso, para oponerlo
irreductiblemente a la religión.
La base material del comunismo debe consistir en un desarrollo tan
alto de la potencia económica del hombre, que el trabajo productivo, al dejar
de ser una carga y una pena, no necesite de ningún aguijón y que la repartición
de los bienes dados en abundancia constante no exija [como hoy día en una
familia pudiente] otro control que los de la educación, la costumbre o la
opinión pública. Hablando francamente, se necesita una gran dosis de estupidez
para considerar como utópica una perspectiva tan modesta en definitiva.
El capitalismo ha preparado las fuerzas y las condiciones de la
revolución social: la técnica, la ciencia, el proletariado. Sin embargo, la
sociedad comunista no puede suceder inmediatamente a la sociedad burguesa; la
herencia material y cultural del pasado es demasiado M*‑' suficiente. En
sus comienzos, el Estado obrero no puede todavía ni permitir a cada uno
trabajar “según sus capacidades” -en otros términos, cuanto pueda y
quiera- ni recompensar a cada uno
"según sus necesidades, independientemente del trabajo realizado. Fn
interés del crecimiento de las fuerzas productivas, hay que recurrir a las
normas habituales de salario, es decir, a la repartición de los bienes según la
cantidad y la calidad del trabajo individual.
Marx llamaba a esta primera etapa de la nueva sociedad “el estadio
inferior del comunismo”, a diferencia del estadio superior en que desaparece, a
la vez que el último espectro de la necesidad, la desigualdad material.
"Naturalmente, no estamos todavía en el comunismo completo ‑dice la
doctrina soviética oficial ‑ pero ya hemos realizado el socialismo, es
decir, el estadio inferior del
comunismo". Y en apoyo de la doctrina se invoca la supremacía de los
trusts de Estado en la industria, de los koljozes en la agricultura, de las
empresas estatizadas y cooperativas en el comercio. A primera vista, la
concordancia es completa con el esquema a, y, por lo tanto, hipotético de Marx.
Pero, desde el punto de vista del marxismo, la cuestión no se refiere sólo a
las formas de propiedad, independientemente del rendimiento obtenido del
trabajo. Marx entendía en todo caso por “estadio inferior del comunismo” una sociedad
cuyo desarrollo fuese desde un principio , superior al del capitalismo
avanzado. ‑ En teoría, esta manera de plantear la cuestión es
irreprochable, pues el comunismo, considerado a escala mundial, constituye, aun en su estadio inicial, en su punto de
partida, un grado superior con relación a la sociedad burguesa. Por otra parte,
Marx esperaba que los franceses comenzaran la revolución socialista, que los
alemanes hubiesen continuado y los ingleses terminado. En cuanto a los rusos,
quedaban allá lejos en la retaguardia.
La realidad fue distinta. Y tentar la aplicación mecánica al caso
particular de la URSS, en la fase actual
de su evolución, de la concepción
histórica universal de Marx, es caer pronto en contradicciones
inextricables.
Rusia no era el eslabón más resistente sino el más débil del capitalismo.
La URSS actual no hace sino alcanzar a los países capitalistas.
Si la sociedad que debía formarse sobre la base de la socialización de
las fuerzas productivas de los países más avanzados del capitalismo en su
época, representaba para Marx “el estadio inferior del comunismo” esta
definición, manifiestamente, no se aplica a la URSS que hoy es mucha más pobre,
en cuanto a la técnica, a los bienes y a la cultura, que lo países capitalistas.
Es, pues, más exacto llamar al régimen actual soviético, con todas sus
contradicciones, no socialista, sino transitorio entre el capitalismo y el
socialismo o preparatorio del socialismo.
El cuidado de una terminología
precisa no implica ninguna pedantería. La fuerza y estabilidad de los
regímenes se definen, en último término, por el rendimiento relativo del
trabajo. Una economía socialista en vías de sobrepasar en sentido técnico al
capitalismo, habría realmente asegurado su desarrollo socialista en cierto modo
automático, lo que, desgraciadamente, no se puede decir de ninguna manera de
la economía soviética.
La mayor parte de los apologistas vulgares de la URSS se inclinan a
razonar más o menos de este modo: aun reconociendo que el régimen soviético
actual no es todavía socialista, el desarrollo ulterior de las fuerzas
productivas, sobre las bases actuales, debe tarde o temprano llevar al triunfo
completo del socialismo. Sólo es discutible el factor tiempo . ¿Vale, pues, la
pena hacer tanto ruido? Aunque este razonamiento parezca victorioso es, en
realidad, muy superficial. El tiempo no es absolutamente un factor secundario
cuando se trata de un proceso histórico: es mucho más peligroso confundir lo
presente con lo futuro en política que en gramática.
El desarrollo no consiste, como se lo representan los evolucionistas vulgares del género de los Webb, en la acumulación planificada y el “mejoramiento” constante de lo actual. Acarrea transformaciones de cantidad en calidad, crisis, saltos hacia adelante, retrocesos. Justamente porque la URSS no está todavía en el primer estadio del socialismo, sistema equilibrado de producción y de consumo, el desarrollo no es armonioso, sino contradictorio. Las contradicciones económicas hacen nacer los antagonismos sociales que despliegan su propia lógica sin esperar el desarrollo de las fuerzas productivas. Acabamos de verlo en la cuestión del kulak que no ha consentido en dejarse "asimilar" por el socialismo y ha exigido una revolución complementaria que los burócratas y sus ideólogos no se esperaban. La burocracia, entre cuyas manos se concentra el poder y la riqueza, ¿consentirá en dejarse asimilar por el socialismo? Podemos dudarlo. En todo caso, sería imprudente creer en su palabra. ¿En qué sentido evolucionará en el curso de los próximos tres, cinco, diez años, el dinamismo de las contradicciones económicas y de los antagonismos sociales de la sociedad soviética? Todavía no hay una respuesta definitiva a esta pregunta. El resultado depende de la lucha de las fuerzas vivas de la sociedad, y no solamente a escala nacional sino también a escala internacional. Cada nueva etapa nos impone el análisis concreto de las tendencias y de las relaciones reales, en su conexión y su constante interdependencia. La importancia de un análisis de esta especie va a resaltar a nuestra vista en la cuestión del Estado soviético.
Programa y realidad
Lenin vio, después de Marx y Engels, el primer rasgo distintivo de la
revolución en que, al expropiar a los explotadores, suprime la necesidad de un
aparato burocrático que domine la sociedad, y, ante todo, de la policía y del
ejército permanente. "El proletariado necesita del Estado, todos los
oportunistas lo repiten ‑escribía Lenin en 1917, dos o tres meses antes
de la conquista del poder ‑ pero se olvidan de agregar que el
proletariado no necesita sino de un Estado decreciente, es decir, que luego
comience a decrecer y no pueda dejar de decrecer" (El Estado y la Revolución). Esta crítica fue dirigida en su momento
contra los socialistas reformistas tipo mencheviques rusos, fabianos ingleses,
etc. Hoy se vuelve con doble fuerza contra los idólatras soviéticos y su culto
del Estado burocrático que no tiene la menor intención de "decrecer".
Socialmente, la necesidad de
la burocracia aparece siempre que existen fuertes antagonismos a los que hay
que "atenuar", "acomodar" y "reglamentar"
(siempre en interés de los privilegiados y de los poseedores y siempre en
provecho de la burocracia misma). El aparato burocrático se afirma y perfecciona
a través de todas las revoluciones burguesas, por más democráticas que sean.
"El funcionarismo y el ejército permanente ‑escribe Lenin ‑
son parásitos del cuerpo de la sociedad burguesa, parásitos engendrados por las
contradicciones internas, que despedazan esta sociedad, pero precisamente
parásitos que obstruyen los poros..."
A partir de 1918, es decir, desde el momento en que el partido tuvo
que considerar la toma del poder como
un problema práctico, Lenin se ocupó sin cesar de la eliminación de estos
"parásitos". Después de la subversión de las clases
explotadas (explica y demuestra en El
Estado y la Revolución), el proletariado romperá la antigua máquina
burocrática y formará su propio cuerpo de obreros y empleados, tomando, para
impedirles hacerse burócratas, "medidas estudiadas en detalle por Marx y
Engels: 1º elegibilidad y revocabilidad en cualquier momento; 2º retribución no
superior al salario del obrero; 3º paso inmediato a un estado de cosas en el
cual todos serán momentáneamente “burócratas” sin que nadie pueda por eso mismo
burocratizarse". Sería un error pensar que para Lenin esta obra exigía
decenas de años; no, es un paso inicial: "se puede y se debe comenzar por
allí, al hacer la revolución proletaria".
Esos mismos propósitos atrevidos sobre el Estado en la dictadura del proletariado encontraron, un año y medio después de la toma del poder , su expresión acabada en el programa del partido bolchevique y, especialmente, en los párrafos concernientes al ejército. ¡Un Estado fuerte, pero sin mandarines; una fuerza armada, pero sin samuráis! La burocracia militar y civil no es resultado de las necesidades de la defensa sino que es el traslado de la división de la sociedad en clases a la organización de la defensa. El ejército no es sino un producto de las relaciones sociales. La lucha contra los peligros exteriores en el Estado obrero supone, como se comprende, una organización militar y técnica especializada que no será en ningún caso una casta privilegiada de oficiales. El programa bolchevique exige el reemplazo del ejército permanente por la nación armada.
El régimen de la dictadura del proletariado deja de ser, desde su
formación, el de un "Estado" en la acepción antigua, es decir, de una
máquina para mantener en obediencia a la mayoría del pueblo. La fuerza material
pasa directa e inmediatamente, con las armas, a las organizaciones de
trabajadores tales como los Soviets. El Estado, aparato burocrático, comienza a
decrecer desde el primer día de la dictadura del proletariado. Esto es lo que
dice el programa que hasta hoy no ha sido abrogado. Cosa extraña, creeríase una
voz de ultratumba, saliendo de un mausoleo...
Cualquiera que sea la interpretación que se de a la naturaleza del Estado soviético, hay algo indiscutible: al fin de sus veinte primeros años, está lejos de haber "decrecido", ni siquiera ha comenzado a decrecer ; algo peor, se ha convertido en un aparato de coerción sin precedente en la historia; la burocracia, lejos de desaparecer, ha llegado a ser a fuerza que domina sin control a las masas; el ejército, lejos de ser reemplazado por el pueblo en armas, ha formado una casta de oficiales privilegiados en cuya cúspide han aparecido los mariscales, mientras que al pueblo “que ejerce la dictadura en armas” se le niega en la URSS hasta la posesión de un arma blanca. Difícilmente concebiría la fantasía más exaltada un contraste más impresionante que el que existe entre el esquema del Estado obrero de Marx, Engels, Lenin, y el Estado a cuyo frente se encuentra hoy Stalin. Reimprimiendo las obras de Lenin (censuradas y mutiladas, es cierto), los jefes actuales de la URSS y sus representantes ideológicos no se preguntan siquiera cuáles son las causas de un divorcio tan flagrante entre el programa y la realidad. Tratemos de hacerlo en su lugar.
El doble carácter del
Estado soviético
La dictadura del proletariado es un puente entre la sociedad burguesa
y la sociedad socialista. Su misma esencia, pues, le confiere un carácter
temporal. El Estado que realiza la dictadura tiene como tarea derivada, pero
absolutamente primordial, el preparar su propia abolición. El grado de
ejecución de esta tarea "derivada" evidencia en cierto sentido cuál
es el éxito de la idea matriz: la construcción de una sociedad sin clases y
contradicciones materiales. El burocratismo y la arnonía social están en
proporción inversa el uno de la otra.
Engels escribía en su célebre polémica contra Dühring: "...
cuando desaparezcan junto con la dominación de clase y la lucha por la existencia
individual, engendrada por la anarquía actual de la producción, los choques y
excesos que se derivan de esta lucha, no habiendo ya qué reprimir no se hará
sentir más en el Estado la necesidad de una fuerza especial de represión".
El filisteo cree en la eternidad del gendarme. En realidad el gendarme
dominará al hombre, mientras el hombre no haya dominado suficientemente a la
naturaleza. Para que el Estado desaparezca es preciso que desaparezcan la
"dominación de clases y la lucha por la existencia individual". Engels
reúne estas dos condiciones en una sola; algunas decenas de años casi no
cuentan ante la perspectiva de los regímenes sociales. Las generaciones que
soportan a revolución se forjan de otro modo las cosas. Es exacto que la lucha
de todos contra todos nace de la anarquía capitalista. Pero la socialización de
los medios de producción no suprime automáticamente la lucha por la existencia
individual". Y ése es el eje de la cuestión.
Aun en Norteamérica, sobre bases del capitalismo más avanzado, el
Estado socialista no podría dar a cada uno todo lo que necesita y se vería
obligado, por lo tanto, a estimular a todo el mundo a producir lo más posible.
La función de estimulador le
corresponde naturalmente y no puede dejar de recurrir, modificándolos y
suavizándolos, a los método de retribución del trabajo elaborados por el
capitalismo. En este sentido preciso, Marx escribía en 1875 que "el
derecho burgués... es inevitable en la primera fase de la sociedad comunista,
bajo la forma que reviste al nacer de la sociedad capitalista después de un
parto dolo oso. El derecho no puede
elevarse nunca por encima del régimen económico y del desarrollo cultural
condicionado por este régimen".
Comentando estas líneas notables, Lenin agrega: "El derecho burgués
en materia de repartición de los artículos de consumo supone naturalmente el Estado burgués, pues el derecho no es
nada sin un instrumento de coerción que imponga sus normas. Vemos que el
derecho burgués subsiste durante cierto tiempo en el seno del comunismo, y que
subsiste aun el Estado burgués sin burguesía".
Esta significativa conclusión, del todo ignorada de los teóricos
oficiales de hoy, tiene una importancia decisiva para la comprensión de la
naturaleza del actual Estado soviético o, más exactamente, para una primera
aproximación en este sentido. El Estado que asume la tarea de la transformación
socialista de la sociedad, estando obligado a defender por la imposición la
desigualdad, es decir, los privilegios de la minoría, permanece, en cierto
grado, siendo Estado burgués, aunque sin burguesía. Palabras que no implican ni
elogio ni censura, llaman sólo las cosas por su nombre.
Las normas burguesas de la repartición, acelerando el crecimiento de
la potencia material, deben servir a los fines socialistas. Pero el Estad
adquiere inmediatamente un doble carácter: socialista en la medida en que
defiende la propiedad colectiva de los medios de producción; burgués en cuanto
a que la repartición de los bienes tiene lugar con ayuda de los modelos capitalistas
de valor, con todas sus consecuencias. Definición tan contradictoria espantará
tal vez a los dogmáticos y a los escolásticos; no nos quedará sino lamentarlo.
La fisonomía definitiva del Estado obrero debe definirse por la
relación cambiante entre sus tendencias burguesa y socialista. La victoria de
esta última debe significar la supresión irrevocable del gendarme, en otros
términos, la reabsorción del Estado en una sociedad que se administre a sí
misma. Lo que basta para hacer resaltar la inmensa importancia del problema de
la burocracia soviética como hecho y como síntoma.
Al dar a la concepción de Marx su forma más acentuada, Lenin revela la fuente de dificultades por venir, aunque no haya tenido tiempo para llevar más a fondo su análisis. “El Estado burgués sin burguesía” se ha revelado incompatible con una democracia soviética auténtica. En su estructura no podía dejar de manifestarse la dualidad de sus funciones. La experiencia ha señalado lo que la teoría no había previsto con suficiente claridad: si el "Estado de obreros armados" responde plenamente a sus fines cuando se trata de defender la propiedad socializada contra la contrarrevolución, no es lo mismo cuando se trata de regular la desigualdad en la esfera del consumo. Aquellos que han sido privados de la propiedad no están dispuestos a crear privilegios ni a defenderlos. La mayoría no puede respetar los privilegios de la minoría. Para defender el “derecho burgués” el Estado se ve obligado a formar un órgano de tipo burgués, o sea, volver al gendarme, dándole un nuevo uniforme.
Hemos dado, así, el primer paso hacia el entendimiento de la
contradicción fundamental entre el programa bolchevique y la realidad
soviética. Si el Estado, en lugar de decrecer, se hace cada vez más despótico;
si los mandatarios de la clase obrera se burocratizan, mientras la burocracia
se eleva por sobre la sociedad renovada, no es por razones secundarias tales
como las supervivencias psicológicas del pasado, etc., es en virtud de la
inflexible necesidad de formar y mantener una minoría privilegiada, mientras no
sea posible asegurar la igualdad real
Las tendencias burocráticas, que ahogan el movimiento obrero, deberán manifestarse en todas partes después de la revolución proletaria. ero es evidente que, mientras más pobre es la sociedad nacida de la revolución, más se manifiesta esta "ley", el burocratismo reviste formas más brutales y más peligroso se hace para el desarrollo del socialismo . No son los “restos” en sí mismos impotentes, de las clases dirigentes de antaño los que impiden, como lo declara Stalin, al Estado soviético, debilitarse y aun liberarse de la burocracia parasitaria, son factores infinitamente más potentes, tales como la indigencia material, la falta de cultura general y la dominación del "derecho burgués" en el dominio que interesa más viva y directamente a todo hombre: el de su conservación personal.
Gendarme e indigencia
socializada
El joven Marx escribió dos años antes del Manifiesto Comunista “el
desarrollo de las fuerzas productivas es prácticamente la primera condición
absolutamente necesaria [del comunismo], porque sin él se socializa la
indigencia y la indigencia haría renovar la lucha por lo necesario y, en
consecuencia, resucitar el antiguo fárrago..." En ninguna parte ha
desarrollado Marx esta idea, y no por casualidad: no preveía la victoria de la
revolución en un país atrasado. Tampoco Lenin se detuvo en ella, porque no
preveía un aislamiento tan largo del Estado soviético. Pues bien, el texto que
acabamos de citar, que para Marx es una suposición abstracta, un argumento por
oposición, nos da una llave teórica única para abordar las dificultades
concretas y los males del régimen soviético. En el terreno histórico de la
miseria, agravada por las devastaciones de las guerras imperialista y civil, la
“lucha por la existencia individual”,
lejos de desaparecer con la subversión de la burguesía, lejos de
atenuarse en los años siguientes, ha revestido por momentos un encarnizamiento
sin precedentes: ¿habría que recordar que en dos ocasiones se han producido
casos de canibalismo en ciertas regiones del país?
La distancia que separa a Rusia del Occidente no se mide
verdaderamente sino ahora. En las condiciones más favorables, es decir, en
ausencia de convulsiones interiores y de catástrofes exteriores, sería preciso
a la URSS varios lustros para asimilar completamente el acervo económico, y
educativo que ha sido dentro de los países capitalistas el fruto de siglos. La
aplicación de los métodos socialistas a tareas presocialistas es
el fondo del trabajo económico y cultural de la URSS.
Es verdad que la URSS sobrepasa hoy en día por sus fuerzas productivas
a los países más avanzados del tiempo de Marx. Pero, en la comparación
histórica de dos regímenes, se trata menos de niveles absolutos que de niveles
relativos: la economía soviética se opone al capitalismo de Hitlier, de Baldwin
y de Roosevelt y no al de Bismarck, Palmerston y Abraham Lincoln; en segundo
lugar, la amplitud misma de la; necesidades del hombre se modifica radicalmente
con el crecimiento de la técnica mundial: los contemporáneos de Marx no
conocían el automóvil, ni la radio, ni el avión. Ahora bien, la sociedad
socialista sería inconcebible en nuestro tiempo sin el libre uso de todos estos
bienes.
'El estadio inferior del comunismo", para emplear el término de
Marx, m comienza al nivel del capitalismo
más avanzado. Y el programa real de los próximos períodos quinquenales de las
repúblicas soviéticas consiste en "alcanzar a Europa y Norteamérica".
Para la creación de una red de caminos asfaltados en la extensión de la URSS,
se requiere mucho más tiempo y medios que para importar de Norteamérica
fábricas de automóviles listas y aun para apropiarse de su técnica. ¿Cuántos
años se necesitarán para dar a cada ciudadano la posibilidad de usar un
automóvil en todas direcciones sin encontrar dificultad en la provisión de
gasolina? En la sociedad bárbara, el peatón y el caballero formaban dos clases.
El auto diferencia la sociedad como antaño el caballo de montar. Mientras el
modesto Ford continúe siendo el privilegio de una minoría, las relaciones y las
costumbres propias de la sociedad burguesa se mantienen y con ellas, el Estado,
guardián de la desigualdad.
Al basarse únicamente en la teoría marxista de la dictadura del
proletariado, Lenin no ha podido sacar todas las deducciones impuestas por la
condición atrasada y el aislamiento del país, ni en su obra capital sobre la
cuestión (El Estado y la Revolución) ni
en el programa del Partido. Explicando las supervivencias de burocracia por
la inexperiencia administrativa de las masas y las dificultades nacidas de la
guerra, el programa del partido prescribe medidas puramente políticas para
encarar las "deformaciones burocráticas" (eligibilidad y
revocabilidad en cualquier momento de todos los mandatarios, supresión de los
privilegios materiales, control activo de las masas). Se pensó que, por esta
vía, el funcionario dejaría de ser un jefe para convertirse en un simple agente
técnico, por lo demás provisorio, mientras que el Estado dejaría poco a poco y
sin ruido el escenario.
Esta subestimación manifiesta de las dificultades futuras se explica
por hecho de que el programa se fundaba enteramente, sin reservas, en la
perspectiva internacional. "La Revolución de Octubre ha realizado en Rusia
la dictadura del proletariado... La era de la Revolución comunista proletaria
universal se abre". Tales son las primeras líneas del programa. Los
autores de este documento no se proponían únicamente la edificación del
“socialismo en un solo país” (esta idea no se le había ocurrido entonces a
nadie, y a Stalin menos que a ninguno) y no se preguntaban qué carácter
adquiriría el Estado soviético si tuviera que desempeñar solo durante veinte
años la labor económica y cultural a largo tiempo realizada por el capitalismo
avanzado.
La crisis revolucionaria de postguerra no ha traído, sin embargo, la
victoria del socialismo en Europa: la socialdemocracia ha salvado a la
burguesía. El período, que para Lenin y sus compañeros de armas pareció ser una
corta "tregua", se ha convertido en toda una época de la historia. La
estructura social contradictoria de la URSS y el carácter ultraburocrático, del
Estado soviético son las consecuencias directas de esta singular
"dificultad" histórica imprevista que, al mismo tiempo, ha llevado a
los países capitalistas al fascismo o a la reacción prefascista.
Si la tentativa de los comienzos [crear un Estado libre de
burocratismo] chocó con la inexperiencia de las masas en materia de
autoadministración, con la falta de trabajadores calificados fieles al
socialismo, etc., no tardaron en hacerse sentir otras dificultades posteriores.
La reducción del Estado a funciones "de recuento y de control"
debilitándose las funciones de coerción, como lo exige el programa, suponía un
cierto bienestar. Esta condición necesaria faltaba. El socorro del Occidente no
llegaba. El poder de los soviets democráticos aparecía como molesto y aun
intolerable frente a los grupos privilegiados más indispensables en la defensa,
la técnica y la ciencia. Se formó y fortificó, una potente casta de
especialistas de la repartición, gracias a la operación, de ningún modo
socialista, que consistía en quitar a diez personas para dar a una sola.
¿Por qué y cómo los inmensos éxitos económicos de los últimos tiempos,
en vez de acarrear un mejoramiento de la desigualdad la han agravado con el
crecimiento de la burocracia que, de una “deformación” ha llegado a sistema de
gobierno? Antes de tratar de responder a esta pregunta, oigamos lo que dicen de
su propio régimen los jefes más autorizados de la burocracia soviética.
“La Victoria Completa del
Socialismo” y “El Fortalecimiento de la Dictadura”
La victoria completa del socialismo ha sido anunciada varias veces en
la U.R.S.S. y de una forma particularmente categórica después de la "liquidación
de los kulaks como clase". Comentando un discurso de Stalin, la Pravda escribía el 30 de abril de 1931:
"El segundo Plan Quinquenal liquidará los últimos vestigios de los elementos capitalistas
en nuestra economía" (Subrayado por nosotros). Desde este punto de vista,
el Estado debería desaparecer sin vuelta en el mismo lapso, pues ya no hay nada
que hacer allí donde los últimos vestigios de capitalismo se han liquidado.
"El poder de los soviets, ‑ declara a este respecto el programa del
partido bolchevique ‑ insiste en reconocer el carácter ineluctable de
clase de todo Estado, siempre que no haya desaparecido enteramente la división
de la sociedad en clases, y con ella toda autoridad gubernamental".
Pero, apenas algunos imprudentes teóricos moscovitas trataron de deducir de la
liquidación de los "últimos vestigios del capitalismo" [admitida por
ellos como una realidad] el decrecimiento del Estado, la burocracia declaró sus
teorías "contrarrevolucionarias". '
¿El error teórico de la burocracia está, pues, en la proposición
principal en la deducción? En ambas partes. Así objetaba la oposición las
primeras declaraciones sobre la "victoria total": No hay que
limitarse a considerar sólo las formas jurídico‑sociales de las
relaciones, contradictorias por otra parte y faltas de madurez en la
agricultura, haciendo abstracción del criterio principal: el nivel alcanzado
por el rendimiento del trabajo. Las formas jurídicas mismas tienen un contenido
social que varía profundamente según el grado de desarrollo de la técnica
"El derecho no puede nunca elevarse por encima del régimen económico y del
desarrollo cultural de la sociedad condicionada por este régimen" (Marx).
Las formas soviéticas de la propiedad fundadas sobre las adquisiciones más
recientes de la técnica norteamericana y extendidas a todas las ramas de la
economía, darían ya el primer estadío del socialismo. Las formas soviéticas en
presencia del bajo rendimiento del trabajo no significan sino un régimen transitorio
cuyo destino aún no ha sido precisado por la historia.
"¿No es monstruoso [escribíamos en marzo de 1932] que el país no
salga de la penuria de las mercancías, el abastecimiento se interrumpa a cada
instante, los niños carezcan de leche y los oráculos oficiales proclamen que
"el país ha entrado en el período socialista'. ¿Podría comprometerse más
lamentablemente al socialismo? Karl Radek, hoy día uno de los publicistas más
en boga de los medios soviéticos dirigentes, replicaba a esta objeción en un
número especial del Berliner Tageblatt, consagrado
a la Unión Soviética [mayo 1932], en los términos siguientes, dignos de ser
conservados para la posteridad: “La leche es el producto de la vaca y no del
socialismo, y si se confunde el socialismo con la imagen del país donde corren
ríos de leche, no puede comprenderse que un país se eleve a un grado superior
de desarrollo sin que, momentáneamente, la situación material de las masas
populares no mejore sensiblemente”. Estas líneas fueron escritas en los momentos
en que el país era presa de una hambruna terrible.
El socialismo es el régimen de la producción planificada para la mejor
satisfacción de las necesidades del hombre, y de no serlo no merece este
nombre. Si se declaran de propiedad colectiva las vacas, siendo muy escasas o
malas lecheras, empiezan los conflictos a causa de la escasez de leche: entre
la ciudad y los campos, entre los koljozes y los campesinos independientes,
entre las diversas capas del proletariado, entre la burocracia y el conjunto de
los trabajadores. Y justamente la socialización de las vacas fue lo que hizo
que los campesinos las sacrificaran en masa. Los conflictos sociales que
engendra la indigencia pueden, a su vez, hacer que se regrese a "todo el
antiguo caos". Tal fue el sentido de nuestra respuesta.
En su resolución del 20 de agosto de 1935, el VII congreso de la
Internacional Comunista certifica solemnemente que “la victoria definitiva e
irrevocable del socialismo y la consolidación, en todos los aspectos, del
Estado de la dictadura del proletariado" son en la U.R.S.S. el resultado
de los éxitos de la industria nacionalizada, de la eliminación de los elementos
capitalistas y de la liquidación de los kulaks como clase” A pesar de su
apariencia categórica, la afirmación de la I.C. es profundamente
contradictoria: si el socialismo ha vencido “definitiva e irrevocablemente”, no
como principio, sino como organización social viva, la nueva “consolidación de
la dictadura” es un absurdo evidente. Inversamente, si la consolidación de la
dictadura responde a las necesidades reales del régimen, es porque aún estamos
lejos de la victoria del socialismo. Todo político capaz de pensar de un modo
realista, para no hablar de los marxistas, debe comprender que la necesidad
misma de "consolidar" la dictadura, es decir, la imposición
gubernamental, no prueba el triunfo de una armonía social sin clases, sino el
crecimiento de nuevos antagonismos sociales. ¿Cuál es su base? La penuria de
los medios de existencia, resultado del bajo rendimiento del trabajo.
Lenin caracterizó un día al socialismo, con estas palabras: "El
poder de los Soviets más la electrificación". Esta definición
epigramática, cuya estrechez respondía a fines de propaganda, suponía, en todo
caso, como punto de partida mínimo, el nivel capitalista ‑ cuando menos ‑
de electrificación. Pero todavía en la actualidad, la U.R.S.S. dispone, por
habitante, de tres veces menos energía eléctrica que los países capitalistas
avanzados. Tomando en cuenta que mientras tanto los Soviets han cedido el lugar
a un aparato independiente de las masas, no queda a la Internacional Comunista
más que proclamar que el socialismo es el "poder de la burocracia más una
tercera parte de la electrificación capitalista". Esta definición será de
una exactitud fotográfica, pero el socialismo tiene poco sitio en ella.
En su discurso a los stajanovistas, en noviembre de 1935, Stalin, de
acuerdo con el fin empírico de esta conferencia, declaró bruscamente:
"¿Por qué el socialismo puede, debe
vencer y vencerá al sistema capitalista? Porque puede y debe dar... un
rendimiento más elevado del trabajo". Refutando incidentalmente la
resolución de la I.C. adoptada tres meses antes, así como sus propias
declaraciones reiteradas sobre este asunto, Stalin habla esta vez de la
"victoria" futura: el socialismo vencerá al sistema capitalista,
cuando lo sobrepase en el rendimiento del trabajo. Vemos que no solamente los
tiempos del verbo cambian con las circunstancias; los criterios sociales
evolucionan también. Seguramente, para el ciudadano soviético no es fácil
seguir la “línea general”.
En el 1º de marzo de 1936, en su conversación con Míster Roy Howard,
Stalin da una nueva definición del régimen soviético: "La organización
social que hemos creado, llámese soviética o socialista, no está completamente
terminada, pero en el fondo es una organización socialista de la
sociedad". Esta definición intencionalmente difusa, encierra en sí tantas
contradicciones como palabras. La organización social es calificada de
"soviética socialista". Pero los Soviets representan una forma de
Estado y el socialismo es un régimen social. Lejos de ser idénticos, estos
términos, desde el punto de vista que nos ocupa, son opuestos: los soviets
deben desaparecer a medida que la organización social se haga socialista, así
como los andamios se retiran cuando la construcción está terminada. Stalin
introduce un correctivo: “el socialismo no está completamente terminado”. ¿Qué
quiere decir este “no completamente”? . ¿Falta el 5% o el 75%? No lo dice, así
como se abstiene de decirnos lo que hay que entender por el "fondo"
de la organización socialista de la sociedad. ¿Las formas de la propiedad o la
técnica? La obscuridad misma de esta definición significa un retroceso con
relación a las fórmulas infinitamente más categóricas de 1931 y 1.935. Un paso
más en este camino y habría que reconocer que la raíz de toda organización
social está en las fuerzas productivas, y que esta raíz soviética es justamente
demasiado débil aún para la planta socialista y para la felicidad humana que es
su coronación.