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Familia y Relaciones Humanas

 

Nidos Humanos

Por Fabián Mozzati

 

Podríamos decir que un hogar es una necesidad humana. En los tiempos de cambios permanentes, de inseguridad e inestabilidad que nos toca vivir, el hogar ofrece al hombre un lugar fijo y seguro.

 

Después de muchas horas de buscar comida, un pájaro vuelve a su nido y obtiene el bienestar supremo de un lugar que es a la vez cálido y seguro, alejado de los peligros y distracciones del mundo exterior. Un ser humano debería sentir la misma calidez y seguridad cuando vuelve a su hogar. El hogar y la familia son un nido, un centro en sus vidas, un eje a partir del cuál se irradian todas las experiencias cotidianas.

 

Nuestra casa y nuestra familia deberían ser los lugares donde más cómodos nos sentimos en el mundo, tanto de niños como de adultos. Ellas determinan cómo se toman las decisiones de la vida, allí se forman nuestras actitudes, conciencia y autoestima. Un hogar sano es obviamente un ingrediente fundamental en toda búsqueda de calidad de vida.

 

El hogar es el sitio donde aprendemos a trabajar, a jugar, a estar a gusto con nosotros mismos y con los otros. A ser interdependientes y productivos. Más importante aún, el hogar es el sitio donde aprendemos sobre la felicidad y la plenitud. Dígame... ¿qué siente cuando vuelve a casa tras una ausencia prolongada de unos meses, incluso de unos pocos días?

 

El hogar es una base segura que nos da la confianza para explorar

el terreno de un mundo impredecible y a menudo peligroso.

 

Así como una persona sana puede dar su salud por sentada, muchos de nosotros no sabemos apreciar la belleza del hogar. Las actitudes y el amor de nuestros padres nos han dado una base a partir de la cuál hemos construido nuestra propia vida. Pero como todo cimiento, éste es invisible: está allí, aunque nunca lo veamos.

 

Para apreciar el vigor de un hogar realmente provisto de amor, sólo debemos mirar lo que pasa cuando un hogar no sirve a esa función. Lamentablemente, no debemos mirar muy lejos. Mucha gente no ha tenido nunca un verdadero hogar, un ambiente cómodo donde sienta que es querido y amado; donde no hay nada que temer y donde los problemas se enfrentan, en lugar de ignorarlos o negarlos.

 

Es responsabilidad de los padres construir un hogar feliz y sano; no sólo por el bien de sus hijos, sino por sí mismos y por la sociedad toda. Especialmente en estos tiempos perturbados, cuando tan poca gente tiene hogares saludables propios, es nuestro deber dar el ejemplo.

 

Tener un hogar saludable depende en gran medida de nuestra postura ante el tema. Por ejemplo, nuestro trabajo puede ser importante y necesario para la supervivencia, pero el lugar de trabajo no es nuestro hogar. Hoy en día mucha gente ha reemplazado su hogar por sus carreras o aficiones; quizás porque ellos, de niños, nunca tuvieron buenos hogares, o porque sus padres pusieron sus propias carreras e intereses personales antes que el hogar y la familia.

 

Un verdadero hogar es más que una simple casa hermosa. La dinámica de la familia es, por supuesto, el ingrediente clave de un verdadero hogar, pero el ambiente físico también es importante: el espíritu y el aspecto de la casa. Esto no significa que debamos tener una casa grande y costosamente amueblada, sino que debe reflejar el espíritu de la familia. Un museo puede tener muebles hermosos, pero nadie querría vivir en él.

 

Un hogar hermoso también debe estar libre de las influencias que pueden contaminar su plenitud. Por ejemplo, todos conocemos los efectos dañinos que tiene el exceso de televisión sobre los niños y especialmente sobre los adolescentes. No debemos permitir que la televisión gobierne nuestro hogar.

 

La máxima belleza de un hogar, por supuesto, es su calidez emocional y espiritual. Hay muchos modos de embellecer una casa. Hablar y compartir momentos con los niños, invitar a sus amigos y permitir que sea usada como lugar de estudio o esparcimiento. Dejar que los adolescentes la sientan como propia, que sea su refugio (aunque se aíslen o hagan ruido). También los adultos deben utilizarla como nexo social, para cenas, reuniones o asambleas comunitarias. Esas son las cosas que hacen a una casa realmente hermosa -la gente que la vive‑ y esto, cuesta mucho menos que los muebles caros, o un aparato de televisión de última generación.

 

¿Cómo querría usted que sus hijos recordaran su hogar? Seguramente como un sitio de calidez y bondad, donde la gente se reunía a gusto para hablar de las cosas que más les importaban. Muy probablemente, sus niños se volverán adultos que crearán la misma clase de hogar que hoy conocen. Quizás, no sería malo que recordaran sus hogares como singulares nidos... de amor.

 


ABANDONANDO EL REBAÑO

Por Rhea Powers

 

 

Supongamos, por un momento, que tu alma eligió todas y cada una de las experiencias que has tenido. Más aún... supongamos que ella hizo esto por dos razones muy específicas... La primera razón es que tu alma naturalmente desea que crezcas, que te desarrolles, que evoluciones. Por ello, permanentemente provee experiencias en las que hay una posibilidad de crecimiento. La segunda razón por la cual te ha sido dada cada experiencia, es para que tu alma pueda contribuir.

 

Una de las cualidades de nuestra alma es la compasión. Nuestra Verdadera Naturaleza es infinitamente compasiva. Nosotros naturalmente deseamos contribuir con quienes nos rodean. Particularmente con aquellos que amamos. Si tú estás leyendo este artículo, ya comprendes que nosotros tenemos un ego o personalidad y que también somos una expresión del Ser. Ya habrás comenzado a notar, seguramente, que hay una distinción entre tu Ser, o Naturaleza Verdadera, y las estructuras de tu personalidad o ego.

 

Lamentablemente, a través de lo que uno de mis maestros llama “un inocente malentendido”, nuestra personalidad distorsiona la compasión de nuestra Naturaleza Verdadera.

 

Una de las maneras en las que nuestra personalidad intenta expresar amor, es protegiendo los sentimientos de los otros. Nuestra personalidad intenta expresar amor siendo del mismo modo que aquéllos a quiénes amamos.

 

Nosotros sentimos que, si somos como ellos, les estaremos dando a quienes amamos el mayor signo de aprobación posible.

 

Si somos como ellos,  ellos se sentirán bien respecto de sí mismos.

 

Si somos como nuestros padres, estaremos validando su vida y sus elecciones.

 

Si somos tal como ellos son, estaremos protegiendo sus sentimientos al no superarlos ni eclipsarlos a ellos.

 

Hay otra razón o motivo por el cual nosotros buscamos constreñirnos dentro del molde creado por nuestros padres... Si somos como ellos, razona inconscientemente nuestra personalidad, seremos capaces de mantener nuestra conexión con ellos, y no estaremos solos.

 

Las partes más jóvenes o inmaduras de nuestra psiquis le tienen miedo a la soledad. El miedo de estar solo se puede fácilmente rastrear hasta nuestros primeros años de vida, cuando quedarnos solos o ser abandonados, significaba literalmente la muerte física.

 

Tenemos una impresión o marca profunda en la parte animal de nuestra alma, que nos dice que estar fuera del rebaño es peligroso.

 

Queremos pertenecer. Queremos encajar. Queremos sobrevivir.

 

Lamentablemente, el camino del despertar a nuestra Verdadera Naturaleza es un viaje interior. Es un camino que, en última instancia, debemos hacer solos. Por esta razón es útil comenzar a hacernos conscientes de todas las maneras en las que tratamos de ser como otros, en lugar de tratar de llegar a ser quienes verdaderamente somos.

 

Una de las maneras en que mantenemos nuestra pertenencia al rebaño es viviendo nuestra vida en relación con las vidas de nuestros padres. Como ya hemos dicho, esta experiencia de emulación o duplicación psicológica nos da una sensación de seguridad a través de la experiencia de “estar conectados” que ella provee.

 

Hay muchas maneras sutiles en las que nosotros imitamos la vida de nuestros padres.

 

Si nuestro padre no fue exitoso, tal vez, inconscientemente, intentemos expresar nuestro amor hacia él no siendo exitosos nosotros mismos tampoco.

 

O, si tenemos éxito profesional, tal vez tengamos problemas de salud, o seamos infelices en algún aspecto de nuestra vida, de modo de no superar a nuestro padre y, de esa forma, no perder nuestra conexión con él.

 

Si nuestro padre nunca expresó cabalmente su creatividad, podemos reprimir nuestra expresión creativa, como una forma de lealtad hacia él.

 

Si nuestra madre nunca tuvo una relación feliz, también podemos sufrir en esa área, como una manera de expresar nuestra solidaridad hacia ella: “Ella tenía razón! Las relaciones no funcionan!”.

 

Algunas personas finalizan una relación cuando alcanzan la edad en la que murió su padre y, consecuentemente, su madre quedó sola.

 

Por supuesto, los que son rebeldes también son moldeados por aquello contra lo cual se están rebelando.

 

Entonces, si tu papá no fue exitoso, y tomaste la decisión de no ser como él, tus elecciones siguen estando determinadas por las cosas  que él hizo o dejó  de hacer.  ¿No es así?

 

Para aquellos que estamos en el camino espiritual, el tema de la emulación, duplicación o imitación,  es un punto problemático.

 

Quizás, no queremos llegar a ser más iluminados que nuestros padres. Quizás sentimos que los perderemos a ellos, o a otros a quienes amamos, si avanzamos más allá de su nivel de entendimiento o comprensión.

 

Esto puede ser una motivación subyacente para sabotear nuestro propio desarrollo.

 

Puede resultarte útil preguntarte a ti mismo de qué manera te has limitado con el fin de no superar a tus padres.

 

¿Qué partes de ti mismo has sacrificado con el objeto de expresar el amor hacia tus padres?

 

¿A qué has renunciado para seguir perteneciendo a tu rebaño?

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